Controles en las rutas y más prudencia en las playas del mar y el Río
Edición Impresa | 2 de Enero de 2022 | 02:35

Los datos ofrecidos en las últimas jornadas acerca de una verdadera marea de vehículos en las rutas que van hacia la Costa Atlántica, registrándose en la 2 el paso promedio de unos 2.700 automotores por hora en el peaje Samborombón y de unos 820 en el peaje Maipú -mientras que en la 11, por La Huella, lo hicieron 1.307 automóviles- en una circulación que se intensificó ayer, constituyen datos fehacientes de la multitud de turistas que se está volcando sobre las playas.
Tales referencias exigen, primeramente, que las autoridades extremen los controles de tránsito en esas y otras vías camineras y, al mismo tiempo, que se ponga en alerta a los turistas sobre los peligros potenciales que pueden implicar las aguas del mar. Similares campañas preventivas debieran intensificarse en los balnearios locales bañados por el Río de la Plata.
En lo que se refiere a la cuestión vial, se recomendó a los conductores circular con las luces bajas encendidas, tener la Verificación Técnica Vehicular (VTV) actualizada, respetar las velocidades máximas y mínimas, usar cinturón de seguridad y no sobrepasar a otro vehículo cuando haya doble línea amarilla.
En cuanto a la prudencia que debe guardarse en las playas, cabe recordar que en temporadas veraniegas anteriores se registraron ya en los primeros días experiencias que debieron ser aleccionadoras, con personas que ingresaron al mar más allá de la rompiente y luego no podían volver por la corriente que tiraba mar adentro, debiéndose desplegar dificultosos operativos de salvataje, con el aporte en varios casos de helicópteros y botes.
Los antecedentes señalan, a su vez, que en las playas de Punta Lara se registró un promedio de tres salvatajes por día en las temporadas anteriores y desde el cuerpo oficial de guardavidas ensenadense se enfatizó entonces acerca de que el mayor riesgo no residía tanto en las aguas del Río, sino en las anfractuosidades de una costa ganada en varios sectores por el suelo pedregoso, las depresiones y los vestigios de antiguos espigones. Hoy se añade el peligro de la presencia de cianobacterias, que obliga a adoptar especiales cuidados.
Bien se conoce en las playas que, en su mayor parte, estos episodios suelen ser demostrativos de la escasa prudencia con que actúan muchas personas. El hecho de que además transcurran días de vacaciones colabora para que algunas de ellas, equivocadamente, adopten menos recaudos en lo que se refiere a su seguridad.
Como se ha señalado, todo lo que se haga para acrecer los márgenes de seguridad en el que se desenvuelvan los turistas actuará en forma positiva. De allí que las campañas de prevención debieran acentuarse en estas jornadas, pese a que lo ideal sería que la población dispusiera siempre de previo y alto nivel de conocimientos acerca de los riesgos que debe enfrentar en sus días de vacaciones.
No es tanto lo que hace falta: informar a la población debidamente, hacer cumplir las normas y tener siempre presente, en particular los que llegan por primera vez al mar o al río, que las aguas no disculpan al imprudente. De todos modos, debería quedar siempre en claro que los riesgos de las playas son mucho menores que la temeridad que exhiben algunos turistas.
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