Vendió al amigo por 4 mil dólares: lo descubrieron

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Con un vendaje que le cubría toda la cabeza, Nicolás Castells (22) le relató a EL DIA el violento asalto que padeció el miércoles pasado en su casa, situada en 41 entre 25 y 26. Dos puntos de sutura, varios magullones y una sensación entre miedo y desazón fue el saldo que los dos delincuentes dejaron en el cuerpo joven. Además de los 4 mil dólares que tenía reservados para comprar un auto y que le sustrajeron.

Tal como explicó este diario, esa jornada Nicolás contaba con la compañía de un amigo de su misma edad, quien lo iba a acompañar a resolver la operación por el vehículo.

Tras varias idas y vueltas, el chico finalmente rechazó la invitación. Sin embargo, se quedó a comer en el domicilio de los Castells, con la idea de que después lo alcanzaran hasta su hogar. Cuando ambos amigos salían del inmueble, los delincuentes les cruzaron el paso. “Me estaban esperando y me exigieron los dólares, que ya sabían que tenía”, contó el damnificado.

Uno de los dos ladrones se mostró muy agresivo. Lo amenazó y le pegó sin piedad. “Aparte de los dos culatazos en la cabeza, el ladrón que estaba más nervioso me levantó con una mano en mi cuello. Fue terrible, sentía que me ahogaba. Y hasta mi amigo le recriminó que podía matarme y le pidió que me soltara”, agregó.

Sin embargo, hubo algo en el relato de la víctima que llamó la atención de los investigadores. “La cosa era conmigo, porque a mi amigo no lo tocaron. A mí me golpearon bastante, por ejemplo cuando me obligaron a subir la escalera para ir a la planta alta. Y además, me dieron un culatazo en la cabeza en la cocina y después otro cuando estábamos en el dormitorio de mis padres”, sostuvo Nicolás. Y en este párrafo estaba la clave.

Antes de huir, los dos asaltantes se hicieron con los celulares de los jóvenes. Pero solo a uno lo castigaron.

Los detectives sospecharon desde un primer momento del “amigo”, a quien prácticamente olvidaron durante el atraco. Algo en su declaración tampoco cerraba del todo.

Cuando volvieron a indagarlo, le remarcaron inconsistencias en sus sucesivos relatos. Hasta que, pasados unos minutos, se quebró y confesó la verdad: había entregado a Castells a un delincuente que conoció en capital federal, debido a que necesitaba el dinero para pagar deudas. Entonces, el fiscal Martín Almirón, de la UFI Nº 8, ordenó su detención por el delito de “robo calificado en poblado y en banda”.

 

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