Por el crimen brutal de un jubilado en La Plata, cayó una adolescente de 16 años

En su poder aparecieron distintos elementos que pertenecían a la víctima. El ataque sucedió en una casa de la calle 15 entre 70 y 71

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La investigación se manejó en el más absoluto hermetismo y cuando todo hacía pensar que el asesinato de Mario Alberto Ochoa (80), ocurrido el pasado 25 de diciembre en una vivienda de la calle 15 entre 70 y 71 del barrio Meridiano V, podía estar impulsado en cuestiones de vínculos personales, se conoció el verdadero móvil del hecho: un robo.

El seguimiento de las cámaras fue la clave para resolver el enigma, más allá de que aún faltaría atrapar a uno de los homicidas.

La que cayó fue una adolescente de 16 años, luego de que personal de la DDI local allanó su casa en Altos de San Lorenzo.

Allí, de acuerdo al reporte oficial, aparecieron prendas de vestir similares a las que muestran las imágenes obtenidas en el marco de la causa y hasta artículos que pertenecerían a la víctima.

La detención la solicitó el fiscal Juan Menucci, aunque, al anoticiarse de la edad de la sospechosa, inmediatamente tuvo que declinar instancia hacia el Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil.

La acusada, si bien es menor, es imputable para la ley, porque, en principio, tiene cumplidos los 16 años. Por eso, por el momento al menos, continúa privada de su libertad y a disposición de la Justicia.

En su poder se secuestró un celular, alhajas, dos pines pertenecientes al Poder Judicial y diversas prendas de vestir con manchas pardo rojizas.

PASO A PASO

Luego de conocerse el asesinato de Ochoa, que causó estupor en la Ciudad, los pesquisas comenzaron a analizar la escena y hubo un detalle que no pasó por alto: el teléfono móvil del jubilado no estaba por ningún lado.

Después se supo de un faltante de dinero, lo que encendió las alarmas.

Mientras no se dejaba pieza sin estudiar para armar el rompecabezas, los equipos de filmación urbana, oficiales y privados, pusieron el norte a la pesquisa.

Las filmaciones mostraban un recorrido de una pareja de jóvenes que se movían en las cercanías del domicilio de la víctima. Y una vez identificados, la Justicia actuó.

El primer paso está dado y los elementos de cargo para robustecer la pista.

Faltaría capturar a quien, se presume, fue el autor material del asesinato. Aunque una participación necesaria en un delito es pasible de la misma condena.

Como se ha venido informando, el crimen se descubrió minutos después de la 1 de la mañana del 25 de diciembre, cuando el hijo de Ochoa -de 34 años- fue a la casa de 15 entre 70 y 71 preocupado porque el hombre no respondía a los llamados, y lo encontró fallecido en medio de ambientes totalmente revueltos.

Estaba atado de pies y manos, pero lo que más llamó la atención fue la saña con la que lo mataron: la autopsia determinó que la víctima recibió más de 30 golpes, casi todos en el rostro, y que falleció a causa de un síndrome asfíctico.

No había estigmas ungueales, de una soga o de un lazo en su cuello, por lo que sospechan que le taparon la cara con una almohada, un trapo o cualquier prenda de vestir que sacaron de su dormitorio.

Tampoco se descarta un paro cardiorrespiratorio como consecuencia del estrés que sufrió durante ese calvario, ya que los golpes no tenían suficiente entidad para desatar el deceso.

 

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