Violencia extrema en la era de la pandemia por el coronavirus

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Pedro Gargoloff

Psiquiatra

En estos últimos meses de pandemia Covid, estamos observando en los medios un notorio y lamentable incremento de casos de lesiones gravísimas y homicidios intencionales, muchos de ellos en circunstancias totalmente inusuales, irracionales y fuera de escala, absolutamente detestables y aborrecibles por la sociedad.

Si bien es verdad que los delitos siempre existieron, el modelo de perpetración resulta llamativamente horroroso.

La hipótesis es que, para que estos casos de violencia se presenten, y más en los que intervienen uno o muy pocos agresores, debiera darse un necesario prerrequisito: la propensión a cometer este tipo de comportamiento que está presente en algunos individuos, quienes en soledad o en grupo se manifiestan con conductas disruptivas, sin contemplar y hasta despreciar el riesgo que éstas implican hacia terceros, sin el acompañamiento ulterior de sentimientos de culpa genuinos y con la percepción de impunidad frente a las normas y la ley.

Esta característica desadaptativa que refleja un perfil de violencia tal como se viene enunciando, se asocia a múltiples factores, que abarcan a los biológicos (suelen considerárselos necesarios pero no suficientes), los psicológicos como una alta y descontrolable impulsividad; vivir en situaciones estresantes crónicas como la pandemia actual (por el aislamiento, el temor al contagio y a enfermarse y morir, el impacto económico); un bajo nivel de tolerancia a la frustración y los antecedentes de abusos de todo tipo y privaciones en la infancia.

Por último, están los componentes sociales, tales como una crianza en un contexto cultural en el que la violencia y el “yo tengo derecho a todo lo que quiera sin importar la voluntad del otro ni las consecuencias”, no se manifiesta como una variable negativa y que hay que excluir; el déficit de oportunidades para acceder a la educación y al trabajo; la ausencia de redes sociales adaptativas en las que las pautas de comportamiento antisocial estén claramente excluidas.

Por último, no deben dejar de considerarse la potenciación de conductas desadaptativas, desmedidas e irracionales ligadas al consumo de dogas y alcohol, que en algunos hechos se ha observado que posibilitan y favorecen el paso al acto.

 

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