Wanda Nara, la reina Midas de la farándula, le saca oro a las piedras

Wanda Nara entendió todo hace mucho y, por eso, hace años que ocupa el trono de la gran mediática argentina: salú. Desde que saltó a la popularidad con un romance inventado con Diego Maradona, que llegó después de un raid farandulero en el que pregonaba su “virginidad”, la rubia se las ingenió para ser noticia siempre y, con eso, seguir dándole a la maquinita de los dólares y euros por los que parece sentir, como diría Néstor, “éxtasis”.

Escándalos (varios), casamiento (Maxi), separación (icardeada), casamiento (Icardi), infidelidad (China), reconciliación (Mauro), peleas (López), contratos, programas y los mil y un negocios han hecho de Wanda una verdadera empresa: viva para sembrar misterios, supo cómo ascender en el camino de la fama sin mayor virtud y talento que su astucia para convertir todo lo que toca en oro.

Especie de reina midas de la farándula argentina, Wanda se arroga el mérito de haberle conseguido a Icardi como representante los contratos más cotizados del fútbol europeo. Ahora venido a menos en una liga turca, el rosarino, dicen, no puede vivir sin ella, y, por eso, el fin de semana, hizo un viaje relámpago a Argentina (en donde Nara factura entre un programa en el aire, otro por grabar y miles de publicidades) para tratar de recuperar el amor de la madre de sus dos hijas, quien, la semana pasada, anunció que esta vez es verdad: está separada. Pero, como pastorcita mentirosa, muchos descreen de esta nueva separación que, encima, tendría un tercero en discordia: L-Gante.

Tras lanzar una línea de cosméticos y otra de trajes de baño, Wanda jugó al histeriqueo con el cantante para que todos hablen de ellos y, cuando lo consiguió, anunció el lanzamiento de una colección de ropa deportiva con el líder de la cumbia 420: dicen que él se enamoró y que ella solo lo usó. Pobre...

Karina Iavícoli le sacó la ficha: “Wanda a veces es confusa porque, por un lado, parece que sufre, pero por otro lado hace negocios con lo que le pasa. Entonces, nunca terminás de saber si la pasa mal de verdad o no”.