En modo de campaña

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Por MARIANO PEREZ DE EULATE

mpeulate@eldia.com

El primer cantito “Cristina Presidenta” llegó a las 20:04, unos veinte minutos después de que comenzó el acto. “Todo en su medida y armoniosamente, como decía el General”, respondió ella, citando al último Perón. No fue ni un si, ni un no. Otra vez la puerta abierta a su eventual decisión electoral. Pero aunque no hubo definiciones, la sensación que impregnó a todo el Estadio Unico de La Plata, repleto de militancia que la sigue a sol y sombra, es que la vicepresidenta está en modo campaña.

Esa Cristina “propositiva”, palabra que están usando mucho sus fieles para definirla en esta etapa post-atentado, intentó todo el tiempo no caer en agresiones personales, en referencias cáusticas a opositores y a los propios. Hubo sí alguna referencia al bullrichista Gerardo Millman, al que el kirchnerismo insiste en sindicar como involucrado en el ataque de “Los Copitos” por un episodio raro, un supuesto diálogo en un bar, que la vicepresidenta cree que no fue bien investigado por la jueza Maria Eugenia Capuchetti, la magistrada que lleva el expediente del intento de magnicidio.

No nombró nunca al presidente Alberto Fernández, ni desplegó grandes críticas a la gestión actual con la que, se sabe, tiene amplias diferencias. “Muchas veces se han tomado decisiones con un condicionamiento brutal”, regaló, en lo que se supone fue una referencia al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar la deuda heredada del gobierno anterior y el plan de ajuste económico que eso supuso. Una receta que para la etapa justicialista post menemista de la Argentina, que hegemonizaron los Kirchner, siempre ha sido pecaminosa.

Esa es una de las contradicciones actuales del peronismo que gobierna con el discurso histórico del kirchnerismo. Que la vice, hacedora de la actual gestión nacional, se ha propuesto desandar desde lo retórico, como si fuera una observadora más que una parte del mismo. Con las invocaciones al supuesto bienestar que vivía la gente de a pie en sus dos gobiernos pasados, resaltando el intervencionismo estatal como actor central para terciar en la distribución del ingreso y limitar el rol del mercado en la economía y situándose ella misma como objeto esperanzador.

Es por eso que el eslogan convocante ayer, que promete ser jingle de campaña, fue “La fuerza de la esperanza”. Cristina, o el proyecto que dice proponer, vendría a ser esa esperanza. “La gente debe decidir si quiere volver a esa Argentina que alguna vez tuvieron”, cerró desde el escenario. Lo que implica que ahora no la tienen más, un poco por Macri y otro poco por Alberto.

Por cierto, ayer Cristina habló como vicepresidenta a cargo del Ejecutivo. El jefe de Estado, previa escala en Madrid, a esa hora cruzaba el Atlántico, de regreso de su viaje a la cumbre del G-20.

Con amplia movilización de intendentes y gremios afines se vio ayer una Cristina que intenta, con un mensaje reciclado, llegar a algo más que su núcleo duro de simpatizantes, que a la vez es su techo electoral. Y que es bastante bajo, según las encuestas que circulan en el mundillo político. “No tengo reproches para nadie”, avisó varias veces.

 

No nombró nunca al presidente Alberto Fernández, ni desplegó grandes críticas a la gestión

 

En este sentido, fue una cierta novedad que haya introducido el tema de la seguridad en su discurso. Porque en realidad la inseguridad, y la lucha contra ella, siempre ha sido un tópico bastante ausente en su mensaje. Una cuestión incómoda, como ajena. Pero Cristina sabe que es en el Conurbano bonaerense, el lugar geográfico donde anida su supuesto poderío electoral, donde la problemática hace estragos. ¿Asistimos a una Cristina que como no puede hablar demasiado de economía por obvias razones (100% de inflación anual) ha decidido incursionar en un tema que para su tropa siempre ha sido “de la derecha”? Es probable.

“La democracia tiene una deuda. Ningún partido lo ha podido solucionar”, planteó. Y propuso salir del debate entre “los manos dura y los garantistas”, que es justamente lo que vienen proponiendo los duros de la vereda de enfrente, los llamados halcones de la oposición. Como Patricia Bullrich, por ejemplo. Recordó, de hecho, que en sus gobierno la Gendarmería Nacional tenia presencia en el Gran Buenos Aires, algo que efectivamente ahora no sucede. “No sé porqué ahora no podemos volver a hacer lo mismo”, pidió.

Pero el rasgo más saliente de lo que dijo ayer Cristina tal vez haya sido la invocación, una vez más, a reformular algún tipo de “acuerdo democrático”. Explicó: en diciembre del 83, con la llegada de la democracia, se inauguró un entendimiento amplio según el cual ningún argentino ponía en peligro su vida por pensar diferente y no se usaba la muerte como instrumento político. Eso se rompió, siempre según esa visión, el 1 de septiembre pasado, cuando quisieron atentar contra su vida. Es en ese contexto que pidió a los partido políticos reconstruir el acuerdo “separando a los violentos”.

Así, asoma un eje de campaña para el año que viene, sea ella la candidata o alguien a quien bendiga: aunque hasta ahora no se ha podido probar que Los Copitos sean algo más que una bandita de marginales, atentaron contra Cristina por sus ideas políticas, como pasaba en los años oscuros. La idea, otra vez agitada ayer, de que el ataque que sufrió fue, en realidad, un intento de acallar a todo el peronismo puede sonar demasiado grandilocuente y hace ruido en su discurso y su accionar históricos, que siempre fueron más propensos a esquivar la rigidez conceptual de esa identidad.

Ese acuerdo que propone Cristina, por más que suene lindo con frases como que “la mayoría de los argentinos debemos tirar para el mismo lado”, asoma difícil de concretar por las mismas definiciones que ella bajó en su discurso, que como siempre no fue leído: culpar a los jueces por la inflación, por ejemplo; hablar del “Partido Judicial” como reencarnación en democracia del “Partido Militar”, proponer el final del “agravio permanente”, como si fuera solamente un déficit ajeno, de la oposición, y no también propio, etc.

“Nosotros nunca estuvimos con la violencia”, aseguró la vicepresidenta desde el amplio escenario montado en el Unico. Se refería al peronismo, claro. Cayó en un olvido notable: justamente lo que se vivió el el país desde el regreso de un Perón cansado pero también más sabio de aquel que fue obligado a exiliarse, fecha de la que ayer se cumplieron exactos 50 años y motivo formal de la convocatoria cristinista.

Cristina Fernández de Kirchner

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