Rupturas otoñales

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

El mes de marzo es tradicionalmente funesto para las parejas, dicen las estadísticas. El veraneo coloca una lupa de aumento sobre problemas anteriores y a la vuelta de las vacaciones se disparan las luces de alarmas y las separaciones.

En el descanso, el amor tuvo que hacerle frente a otra agenda. El escenario contemplativo no siempre ayuda a las parejas.

En vacaciones, en cambio, por querer pasar en limpio las cuentas del amor, se acaba descubriendo que los dos están debiendo y que hay un déficit que se ocultaba tras la rutina y la negación.

La española Karelia Vázquez advierte que una de cada tres parejas en España se separa cuando llega el otoño. Según los expertos, la convivencia, el cambio de dinámica en la vida familiar y el exceso de expectativas puestas en esas tres semanas de calor, amplifican las distancias y los desacuerdos. No importa cuán lejos se vaya. “El viaje interior es el más vertiginoso”, dice la poetisa Irene García.

Una difícil coexistencia de tres semanas interrumpe once meses de tareas sobrecargadas que de una forma y otro habían encontrado su lugar en la rutina hogareña.

El ritmo de vida, las largas jornadas laborales, las actividades del colegio, las ocupaciones de cada uno amortiguan la convivencia a lo largo del año.

Cuando la pareja se va de vacaciones con sus hijos tiene que empezar por reorganizarlo todo y hacer un nuevo reparto de roles. Y allí, al reformular el espacio distributivo, suelen desencadenarse graves desacuerdos.

El sexólogo Juan José Borrás, dice haber visto cómo las parejas se centran en el trabajo para estar fuera de casa. “¡Así es muy llevadera una relación! Pero en vacaciones, genera mucho malestar tener que enfrentarse a la realidad y a unos conflictos no resueltos que se han ido aplazando”.

Por eso considera que “las vacaciones son catastróficas para el matrimonio, como lo son también las jubilaciones. Porque el matrimonio a veces se mantiene con unas reglas no escritas que permiten ciertos márgenes de independencia, y cuando esto se altera y se convierte en 24 horas de convivencia en un entorno distinto al habitual, supone el fin”.

Para George Sand, amante de Chopin, viajera y escritora avanzada a su tiempo, “no se trata tanto de viajar como de partir; ¿quién de nosotros no tiene algún dolor que distraer o algún yugo que sacudir?”.

Marzo entonces parece ofrecer una salida de emergencia para las parejas en crisis. Y el otoño no hace otra cosa que añadirle un telón melancólico a una pieza teatral que en el viaje de ida sonaba romántica y al regreso se vuelve melodrama.

Por este lado también la ruptura le ha puesto tono a un marzo desganado y con termómetro otoñal. No sólo el amor puede trastabillar. También las parejas formadas a la sombra del poder están revisando si les queda un remanente de cariño entre tantas pérdidas y rencores.

Marzo le agregó una perspectiva invernal a una separación presidencial que ya nadie niega. Acosada por el FMI y la pobreza, y en medio de una guerra que va de Ucrania al bombardeo de la inflación, el Presidente y la Vice se han rendido a la mala fama del final del verano con una separación que en los hechos parece haber hecho suya aquel inolvidable párrafo de Borges sobre vínculos caprichosos: “Supe estrechar con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por omitir la confidencia y terminan por excluir el diálogo”.

Extraño verano. Hasta el calor ha hecho vacaciones. El final del estío no depende del calendario sino de la caída de los símbolos. El verano termina cuando mueren sus imágenes: sombrillas de colores en la playa, veladas bajo la luna o esa mitología de la infancia y las risas al aire libre.

No debería haber motivo para sentir esa desazón que arrastramos en los preparativos del otoño. Pero el color del sol anuncia los cambios. Y los que amamos el calor miramos abril con resignación y tristeza. Marzo está aquí, anunciando el invierno. Y las arboledas anticipan las caídas de otras hojas que no siempre se reponen. ¿Cómo no lamentarse? La frase de Juan Ramón Jiménez nos ilumina: “El verano es luz con el tiempo dentro”.

Marzo le dio una perspectiva invernal a una separación presidencial que ya nadie niega

La convivencia en vacaciones deja asomar la intimidad y sus desperfectos

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