Un 1º de Mayo sin la CGT y con los piqueteros pidiendo un ministerio propio

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Carlos Barolo

El acto por el Día del Trabajador con el que los movimientos sociales con cargos en el Gobierno buscaron respaldar la gestión de Alberto Fernández y, de paso, reclamarle la creación de un ministerio propio, dejó ayer varios mensajes. Tanto por las presencias como por las ausencias: en plena interna del Frente de Todos, no estuvo en la 9 de Julio La Cámpora, que un día antes y con Máximo Kirchner a la cabeza había renovado sus críticas a Martín Guzmán. Ni la CGT, que en la fecha peronista por antonomasia optó por un pequeño acto sin movilización, señales claras de pérdida de terreno en el mundo laboral. Por lo pronto se limitó a difundir un documento con duros cuestionamientos a la escalada inflacionaria y a la “desigualdad social intolerable”, que pareció despegarse de a poco de la Casa Rosada.

Ni Emilio Pérsico ni Fernando “Chino” Navarro, referentes del Movimiento Evita y funcionarios oficiales, pudieron sumar a la central obrera, aunque buscaron mostrar su potencial de movilización. Los dirigentes piqueteros volvieron con un viejo reclamo: la conformación de un Ministerio de la Economía Popular. Es decir, una cartera de la que dependan todas las políticas destinadas a los trabajadores informales y que se enmarca en la ley de Tierra, Techo y Trabajo, el proyecto que apunta a un salario básico universal, un monotributo “productivo”, una prórroga de la prohibición de desalojos de barrios populares y la disponibilidad de tierras fiscales, entre otros ítems.

El planteo, que para muchos encarna la “institucionalización” de los subsidios y los planes sociales, ya encendió luces de alarma entre los movimientos sociales críticos del kirchnerismo, como los de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), desde donde vienen cargando contra lo que interpretan como la creación de “una caja direccionada para las organizaciones amigas”.

Ajenos a las críticas, desde la Unión de Trabajadores de la Economía Popular-que además del Evita integran Somos-Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa-, le recordaron al Presidente que “no alcanza con dos millones de puestos de trabajo” y que hay 18 millones de pobres. “Agradecemos los esfuerzos, pero queremos más”, advirtió por caso el dirigente Gildo Onorato, que también aprovechó para disparar contra la interna oficialista (“Vemos esa pelea de palacio por la silla de forma payasesca. El problema está en la calle. Es urgente la ley de Tierra, Techo y Trabajo”, dijo), y se diferenció del kirchnerismo duro: “Sabemos que falta, pero no somos funcionales a debilitar el Gobierno”.

Alberto Fernández, se dijo, recibió así el espaldarazo de las organizaciones que nuclean a los trabajadores informales en una fecha marcada por la ausencia de los gremios cegetistas, que vienen sufriendo una merma sindical y una señal de alarma: la sindicalización, para muchos, empieza a ser cosa del pasado.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2001 el porcentaje de empleados sindicalizados era del 42 por ciento y 12 años después cayó al 28 por ciento. Y de acuerdo a cifras de la propia central obrera, sobre una población económicamente activa de 18 millones, los trabajadores sindicalizados son hoy apenas seis millones y entre ellos, muchos no encontraron ayer motivos para festejar. Fruto de una inflación que erosiona cada vez más el poder adquisitivo, relevamientos oficiales indican que el salario de hoy está 10 puntos por debajo de los niveles de 2018. Mientras la pobreza alcanza a casi la mitad de los trabajadores informales y al 15 por ciento de los ocupados en condiciones formales.

Sólo son 6 millones los trabajadores sindicalizados, de una población activa de 18 millones

 

 

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