Timoteo, sus enseñanzas y una verdadera escuela de vida

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Walter Epíscopo

wepiscopo@eldia.com

En el día de ayer se cumplió un año de la muerte de Carlos Griguol. Parece mentira, pero así es. En medio de la salida de la nueva camiseta homenaje a aquel equipo del `96 y a 26 años de aquella goleada 6-0 a Boca en la mismísima Bombonera, con aquel gran equipo que el Viejo diagramó. Pero sería básico quedarse con Griguol como un ex jugador o un gran entrenador.

Timoteo hizo su revolución desde otro lado en tiempos donde los demás solo veían fútbol. El Viejo vió seres humanos. Personas. Por eso, más allá de exigirles a sus jugadores descansar, alimentarse bien, entrenar a fondo. Los mandó a estudiar. Que aprendieran un oficio, que hagan algo con el tiempo libre que les quedaba.

Y un día pensó en los campos de juego. También en que los pibes de inferiores pudieran tomar un desayuno caliente en Estancia Chica. Que tuvieran mejores gimnasios.

Y a los jugadores más grandes les dijo que cada tanto visiten hospitales. A los que vivían en Capital, que de pasada pararan en el Hospital Garrahan a visitar enfermos.

También que inviertan bien su dinero. A muchos que con la primera guita se compraron un auto, les dijo: “Y dónde tiene el baño?”. Se los hizo devolver por que quería que se compraran la casa primero.

Fue un gran DT. Sí. Lo que trabajaba desde lo táctico en la semana, se veía luego en la cancha. Pero fue más que eso. Fue Maestro. Guía. Para muchos, un Padre. Ayer en redes los hinchas del Lobo multiplicaron su imágen; su familia lo recordó en una ceremonia íntima; sus ex dirigidos evocaron sus enseñanzas. Por todo eso, y más, a un año de su fallecimiento, Timoteo, está más vivo que nunca.

 

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