“Impeachment”: la historia de Clinton y Lewinsky, revisada bajo la luz de un mundo nuevo

La nueva temporada de “American Crime Story”, que relata momentos infames de la vida pública estadounidense, regresa al caso de acoso presidencial para mostrar cómo la becaria fue revictimizada en el marco del escándalo. Llega mañana a Star+

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“Los tiempos están cambiando”, cantaba Bob Dylan en los albores de los 60, y la sentencia vuelve a ser cierta (quizás sea cierta en todas las épocas) en los albores de este siglo XXI, donde a la luz de los movimientos de mujeres los relatos del pasado han sido revisados y resignificados.

Y, en el marco del #MeToo empieza a quedar en evidencia lo mal que la han pasado algunas mujeres famosas, sobre todo a la luz pública: la televisión se ha vestido en estos últimos años de justiciera, revisando historias reales como las de Pamela Anderson (“Pam & Tommy”), Madame C. J. Walker o Judy Garland (“Judy”) para analizar cómo fueron discriminadas en la arena pública, e incluso complejizando a figuras polémicas como Elizabeth Holmes (“The Dropout”) o Anna Delvey (“Inventando a Anna”) a la luz del prisma del género.

Y ahora le toca esa revisión a dos figuras particularmente víctimas del escarnio público en una circunstancia escandalosa en la cual ellas fueron víctimas antes que victimarias: “Impeachment”, la tercera entrega de la serie de antología “American Crime Story”, llega mañana a la pantalla de Star+ para retratar el escándalo que en los 90 protagonizaron el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y la pasante de la Casa Blanca Monica Lewinsky, y que marcó para siempre la carrera política de Hillary Clinton.

“Impeachment” es la sucesora de “The People v. O. J. Simpson” y “The Assassination of Gianni Versace”, las dos temporadas previas de la producción creada por los guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski, que tiene entre sus productores ejecutivos al reconocido Ryan Murphy. Esta temporada suma además a la propia Lewinsky como productora ejecutiva.

La saga justamente ha cumplido ese rol revisionista: revisita en clave contemporánea famosos escándalos de la vida pública estadounidense. La primera parte volvía al juicio de la estrella del fútbol americano O.J. Simpson, acusado de matar a su mujer y absuelto; la segunda contaba, con la presencia de Ricky Martin, el asesinato de Versace; en esta tercera parte, la serie se centra en las mujeres involucradas en el infame episodio de adulterio en plena Casa Blanca.

De hecho, la presencia de Lewinsky entre los responsables de “Impeachment” es en sí misma un adelanto de la mirada que atraviesa estos diez capítulos, una que se centra en el lado B del sensacionalismo y la espectacularización con la que se abordó el tema y que cuestiona el tratamiento mediático que recibió el caso de abuso de poder más resonante de la historia política de país del norte.

La miniserie está basada en la novela “A Vast Conspiracy”, de Jeffrey Toobin, y cuenta despliega mediante saltos temporales la cadena de circunstancias que estallaron en 1998 con el famoso “Sexgate”, que destapó esa compleja trama de mentiras y ocultamientos elaborada por Clinton detrás de una imagen pública impoluta.

Es que si bien es vox populi pero pocas veces recordado de esa manera, el de Monica Lewinsky no fue el primer comportamiento en el que el ex mandatario habría abusado de poder para forzar favores sexuales: las raíces del tumultuoso panorama se encuentran en la denuncia de Paula Jones, encarnada en la serie por Annaleigh Ashford, una trabajadora estatal que en 1991 lo acusó de haberla acosado sexualmente. Y hubo más: dos años más tarde, Kathleen Willey, una voluntaria de la Casa Blanca, también aseguró que Clinton había abusado de ella, pero al igual que la causa de Jones, su relato se perdió en forma de rumor y fue desestimado por los medios y la Justicia. No fue hasta 1998 que todos los antecedentes reflotaron debido a una amistad devenida en mero interés entre Lewinsky, interpretada por Beanie Feldstein, y Linda Tripp, una rencorosa empleada a cargo de la genial Sarah Paulson, la actriz fetiche de Ryan Murphy que ya había tenido un destacado paso en la primera entrega de “American Crime Story”, donde encarnó a Marcia Clark, una implacable fiscal que pierde el caso más importante de su carrera, contra Simpson.

En diez capítulos, la serie se centra en el sensacionalismo con que se abordó el “Sexgate” de Clinton

 

Paulson encarna a Tripp, que durante dos años ya había intentando sin éxito escribir un libro sobre el suicidio de un asesor presidencial, y que cultivó una estrecha relación con la ex becaria de veintitantos del vestido manchado, que para ese entonces había sido desplazada de la Casa Blanca con destino al Pentágono para evitar que estallara el escándalo.

Pero Tripp siguió adelante, obstinada, con intenciones tan nobles como dudosas, y convenció a Lewinsky de que confiara en ella para develarle quién era la persona con la que había estado involucrada en la intimidad. Era Clinton, claro, encarnado por Clive Owen: revelado el secreto, Tripp comenzó a grabar las charlas con la becaria para obtener evidencia real del affaire, que más tarde llegó a manos de un abogado independiente que investigaba al mandatario por otras causas.

Pero Lewinsky, engañada con frases edulcoradas y promesas por parte del hombre que utilizó su posición de poder para mantener en las sombras sus infidelidades, se transformó luego, además, en un peón para una oposición que vio la oportunidad perfecta para golpear a Clinton, al descubrirse que había obligado a la pasante a firmar una declaración jurada que negaba cualquier vínculo entre ambos, en el marco de la causa de Paula Jones.

La trascendencia de la noticia también empujó a Juanita Broaddrick y Leslie Millwee, otras dos mujeres que aseguraban haber sido abusadas por el ex presidente, a sacar a la luz sus propias experiencias; al mismo tiempo que los flashes de las cámaras, las amenazas y el venidero proceso judicial se cernían con intensidad sobre Lewinsky, que, como en la ficción de “Pam & Tommy”, se volvió el foco del escándalo, revictimizada, considerada culpable por un crimen que no había cometido, y en torno a quien se tejieron todo tipo de versiones en los medios amarillistas, mientras Clinton salía airoso de acusaciones de perjurio y obstrucción a la Justicia, y también sin una condena ni judicial ni social por las denuncias de acoso que recaían sobre él.

 

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