El rol de los afectos en el desafío de salir
Edición Impresa | 26 de Junio de 2022 | 05:27

Oscar Molteni dirige el CIAT -Centro Integral de Atención Territorial- de Ensenada y, desde su experiencia, la mayoría de los concurrentes llegan “por propia voluntad, porque notan que hay una experiencia de consumo que les está haciendo daño”. Eso si, hace una distinción: “Los más chicos, entre 18 y 21 años, se acercan a instancias de la familia, sobre todo de las madres, pero con trabajo podemos lograr un proceso de cambio para que vivan el problema como propio”. Otras personas arriban a la consulta a través del juzgado de paz de Ensenada o los de Familia de La Plata.
En Berisso y La Plata la situación es muy similar. De la charla con operadores de los distintos dispositivos se deduce que muchos adictos concurren presionados por sus parejas, compañeros de trabajo o familiares; por orden judicial o para conseguir beneficios de morigeración en causas o derivados de centros de salud. No todos aceptan sumarse a un tratamiento psiquiátrico o psicológico, pero buena parte accede a concurrir a los talleres. “Llegan chicos muy rotos y les damos el alta a personas que han bajado el nivel de consumo sensiblemente”, rescata José María Nieto, seguro de que para que el tratamiento funcione la persona bajo consumo problemático “tiene que tener alguna red, familiar, grupo de amigos, compañeros de trabajo”, además del equipo de operadores del dispositivo. El objetivo es que quien acude al servicio a instancias de otras personas conviertan esa demanda pasiva en activa.
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