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Más del 40 por ciento de las personas admitidas en el programa de la Dirección de Adicciones municipal reconoció haber fumado cocaína en piedra. Radiografía de las adicciones en la Región tras la pandemia
En Ensenada funciona un Centro Integral de Atención Territorial, donde se realizan talleres y terapias individuales y grupales / Gonzalo Calvelo
Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com
“El clic lo hice una madrugada que estaba en la calle Pola, la más famosa de la villa 20 de Lugano, y ni yo me reconocía. Vi a mi mamá que venía caminando de frente; le dije de todo; le grité, forcejeamos. Casi le levanté la mano, pero en ese momento tuve un flash, me quedé dura y todo empezó a girar a mi alrededor. Mi mamá me dijo ‘pegame si eso te hace feliz’ y yo me arrodillé. Me largué a llorar, pedí perdón y que me saque de ahí. Ella me llevó a su casa, me duchó porque hacía varios días que no me bañaba, dormí y me cuidó, pero me costó mucho salir. Después de eso recaí dos veces más, pero ahora estoy limpia”, recuerda Soledad, que no se llama así pero que accede a contar su historia, tan igual y tan distinta a las de miles. Esta joven que tiene 33 años y se gana la vida ejerciendo la prostitución en un departamento de La Plata, nació en Laferrere, aunque desde que empezó a consumir cocaína y pastillas se instaló en esa villa de la que la rescató su madre después de infinidad de intentos fallidos.
“Después de la pandemia se disparó el consumo de alcohol y psicofármacos”
Su primer contacto con las drogas fue a los 16 años, en un contexto que comparten casi todos los que atraviesan los adictos a cualquier sustancia: “Tenía problemas familiares, mi papá era alcohólico, mi madre vivía en la iglesia y uno de mis hermanos me pegaba para que yo dejara de consumir”. No pasó mucho antes de que otra de sus hermanas la echara de la casa. En la villa 20 pasaba buena parte de su tiempo con tres amigos a los que les decía ‘fieles’ porque “sabían donde conseguir”. El acceso se le facilitó cuando empezó a salir “con alguien que vendía en la villa 1-11-14”, y, si no, “le robaba a mi mamá, me invitaban o me acostaba con alguien para que me diera” droga. “No es fácil salir”, confirma Soledad, convencida como está de que entrar sí lo es: “Donde uno cree que no se consigue, es donde más hay”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a las sustancias psicoactivas como aquellas que al ser incorporadas en un organismo vivo por cualquier vía –inhalación, ingestión, intramuscular, endovenosa– son capaces de actuar sobre el sistema nervioso central provocando una alteración física y/o psicológica, la experimentación de nuevas sensaciones o la modificación de un estado psíquico, es decir, que pueden producir cambios en el comportamiento de la persona.
En la vida real, las drogas redefinen el cotidiano de quien las consume y de su círculo cercano, lo alteran, lo ponen patas para arriba. Lo destruyen.
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Un estudio que se hizo en 2019 centrado en el consumo de sustancias psicoactivas y delito por parte de adolescentes y jóvenes vulnerables en La Plata aportó información clave para mirar de frente el problema. La enorme mayoría de quienes estaban entonces en tratamiento eran varones con policonsumo de sustancias, en particular alcohol, cocaína, marihuana y psicofármacos. El 64 por ciento de los 214 encuestados no había completado la educación formal obligatoria. El 28 por ciento de ese total solo llegó a cursar la primaria y muchos ni siquiera la terminaron.
Un relevamiento reciente de la Dirección de Programas de Prevención y Asistencia de las Adicciones de La Plata alerta sobre un problema nuevo y grave: el crack, o, dicho de otro modo, la cocaína en piedra que se consume en cristales pequeños y no tarda más que diez segundos en hacer sentir sus efectos, incluso más intensos que los de otras drogas inyectadas. Su poder de daño es igual de potente y con efectos que pueden ser mortales, en especial cardiovasculares, psicológicos y pulmonares, que se notan rápido en el organismo con un drástico descenso de peso y el aumento del síndrome de abstinencia.
Según el último informe oficial de La Plata, el 44 por ciento de las 50 personas admitidas hasta mayo de este año en el programa de Prevención y Asistencia de las Adicciones de la Ciudad consume o consumió crack, casi un 53 por ciento más que en 2021. El 82 por ciento de ellas son hombres; la mayoría con secundario incompleto y con una media de edad total de 27 años. Todos tienen consumos asociados: marihuana, psicofármacos, cocaína y alcohol. Según el mismo recorte, 56 por ciento de estas personas está desempleada e igual porcentaje tuvo conflictos con la ley.
En el último mes (de mayo a junio) aumentaron sensiblemente las admisiones, como suele suceder -explican los responsables del área- con la llegada del invierno. De las 86 personas registradas, 31 son consumidores de crack, lo que representa el 36 por ciento. De esa estadística a la fecha, según fuentes oficiales, se sumaron otros 9 casos: 84 por ciento son hombres; el 65 por ciento tiene el secundario incompleto; el 99,9 por ciento admite consumos asociados (marihuana, psicofármacos, cocaína, alcohol) y el 39 por ciento está desempleado (el resto tiene trabajos temporales). El 52 por ciento tuvo conflictos con la ley.
“Ningún profesional te firma una internación porque corre el riesgo de ser acusado de privación ilegítima de la libertad por alguien que puede considerar que se está vulnerando su derecho. Y así, centenares de chicos han muerto en los últimos años”.
José Manuel Nieto,
Director de Adicciones municipal
“Hace dos años recaí porque sufrí violencia de género, pero me cayó muy mal. Tuve vómitos, fiebre, dolor de cabeza, casi me internan. Mi familia no lo sabe. Me cuidé sola, me recuperé y no volví a tomar (cocaína). Después me puse a estudiar terapia ocupacional, pero no da para vivir de eso. La familia te puede apoyar, pero si vos no estás decidido a dejarla, no salís”, reflexiona Soledad.
Como director de Adicciones de la municipalidad de La Plata, José María Nieto hace foco en el “marcado avance de la cocaína fumable” en la comunidad local, sobre todo porque “los transas la empiezan a traer. Ahora (muchos consumidores) la hacen artesanalmente, pero lo venimos observando desde hace un tiempo y hay un seguimiento por parte de los profesionales” que trabajan en el área. Son 21, entre operadores, talleristas, psicólogos y psiquiatras, asignados a los tratamientos ambulatorios que comienzan tras un proceso de admisión de 20 días y duran, aproximadamente, 18 meses. Nadie ni nada garantizan que la salida sea segura, ni mucho menos fácil. Hay casos que requieren de una internación en un modelo de residencia de comunidad terapéutica, que se gestionan a través de las obras sociales -en caso de que la persona la tenga- o por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina, más conocida como Sedronar. Si un tratamiento ambulatorio no es fácil, acceder a esta modalidad es todavía más complejo, sobre todo si quien lo requiere no está de acuerdo con la internación.
“Hay personas en tratamiento que creen que consumir marihuana no es un problema”
“Me dicen que él tiene que tener voluntad de internarse, ¿de verdad hay que ir con una orden de allanamiento para salvarle la vida a un hijo?”, preguntó con tono de reproche Marina Charpentier, la mamá de Chano, cuando hace menos de un mes expuso en una de las jornadas que organizó el Senado de la Nación para debatir sobre la polémica Ley de Salud Mental. Los defensores de la normativa replican que cualquier profesional puede ordenar la internación si se trata de un adicto en peligro para sí o para terceros.
“Sí”, retruca Nieto, quien también integra la mesa nacional de Adicciones y en 2010 fue uno de los que cuestionó fuertemente lo que entonces era un proyecto de ley y hoy, ya en vigencia, sigue en debate: “Ningún profesional te firma una internación porque corre el riesgo de ser acusado de privación ilegítima de la libertad por alguien que puede considerar que se está vulnerando su derecho. Y así, centenares de chicos han muerto en los últimos años”.
En respuesta a la acusación de “internadores” compulsivos que disparan del otro lado de esta grieta (una más), Nieto aclara que dicho recurso es el último, “cuando ya no hay lugar ni modo de parar el consumo. La sustancia no es el problema, sino llegar a ver por qué o para qué alguien la necesita”.
“A mí me ayudaron una amiga y su familia, en Lugano, me abrieron la puerta de su casa y me trataron como a una hija. Me dieron de comer, siempre estaban ahí. Hay centros que te dan una mano gratis, pero algunos te mandan a vender facturas a la calle y a mí nunca me gustó eso. También te podés internar en una granja, aunque hay lugares en los que te ofrecen droga o directamente venderla”, cuenta Soledad.
La madre de Chano encabezó este viernes una marcha al Congreso para pedir una nueva ley de Salud Mental / web
Julieta Calmels es subsecretaria de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias de Género de la Provincia. En charla con EL DIA consideró que el aumento del consumo de sustancias está alineado con una suba “a nivel mundial” en cierto punto ligada con la pandemia, aunque no en todos los rangos etarios. Cuarentena mediante, “descendió el consumo de drogas en las previas o fiestas como prácticas iniciáticas, pero aumentaron el alcohol, los tranquilizantes y las pastillas para dormir por alteración del sueño entre los adultos”, dijo, sin pasar por alto que el mismo fenómeno profundizó cuadros de “ansiedad, angustia o irritabilidad entre los chicos y las chicas de secundario”, en un tiempo de la vida que se supone de sociabilidad o disfrute y que estuvo atravesado por el aislamiento y el miedo a un virus desconocido.
Sin embargo, según Calmels, no hubo una “alteración significativa” en los números de las adicciones, contradiciendo el último informe de admisiones del dispositivo municipal y la suba en la circulación del crack. Un modo posible de medir el impacto de las adicciones es por el abordaje en emergencia, es decir, en las guardias de los hospitales y salitas municipales. Los interzonales, como el Alejandro Korn, el San Martín, el de Gonnet o el Rossi, tienen dispositivos de salud mental en sus guardias, servicio que los zonales, como el Larrain de Berisso o el Cestino, de Ensenada, también han ido implementando. El Hospital Interzonal Especializado en Toxicología y Salud Mental (ex Reencuentro) recibe consultas en consultorios externos y gestiona tratamientos con la modalidad hospital de día. Por otro lado, hay un Servicio de Toxicología que aborda la patología aguda en edad pediátrica en el Centro de Asesoramiento y Asistencia Toxicológica que funciona en el Hospital de Niños “Sor María Ludovica”, con una guardia de 24 horas y atención en consultorios externos.
“Nadie ni nada garantiza que la salida sea segura, ni mucho menos fácil”
Desde ámbitos oficiales admitieron un aumento de los casos de niños afectados directamente por la adicción de los padres, como aquel nene de un año y medio que se comió las flores de marihuana que estaban en su casa o complicaciones de bebés internados en neonatología, a quienes se les detecta rastros de droga en las muestras de orina. Sin embargo, especialistas en la temática explican que los ingresos en guardia por intoxicaciones a causa de consumo de sustancias como alcohol o drogas no son tan frecuentes como las consultas por las consecuencias de conductas vinculadas con ello: choques, peleas, violencia de género o accidentes domésticos, por mencionar algunas.
Según datos oficiales que la subsecretaría de Salud Mental aportó a este diario, apenas el 9,42 por ciento de las personas que estuvieron internadas por cuadros de salud mental ingresaron por consumo problemático de sustancias. “No es un indicativo adecuado”, explica Calmels, ya que “las consultas por adicciones se hacen en general de manera ambulatoria, a través de los CPA, consultorios externos o internación en dispositivos de la Sedronar”.
CPA es la sigla de los Centros de Prevención de Adicciones de la Provincia. En La Plata funcionan siete (en Altos de San Lorenzo, City Bell, El Retiro, San Carlos, Melchor Romero, Tolosa y Villa Elvira); en Ensenada son tres (en el centro, en El Dique y en Punta Lara) y hay dos más en Berisso (en el centro y en El Carmen).
De las consultas realizadas por EL DIA con fuentes de los tres municipios de la Región se deduce que no hay una política consensuada o conjunta para tratar el problema o prevenirlo. Las decisiones las toma cada gestión en particular, sin articular con las de sus vecinos.
En el caso de Ensenada, tiene un dispositivo propio, CIAT- Centro Integral de Atención Territorial- que depende de la subsecretaría de Derechos Humanos municipal, a cargo de Carlos Dabalioni. Cuenta con operadores y un equipo interdisciplinario de psicólogos y psiquiatras, que articulan con otros actores como Sedronar. Funciona desde hace un año en la calle Bossinga 743, de 9 a 17 horas, donde a un centenar de personas, en su mayoría hombres de entre 23 y 40 años (apenas tres de cada diez concurrentes son mujeres), les ofrecen actividades como huertas, charlas y clases de boxeo, entre otros talleres.
“No tenía para pagar (la droga), no quise tener sexo y me forzaron. Me violaron”
“Después de la pandemia se disparó el consumo de alcohol y psicofármacos”, aseguró Dabalioni, negando que en la zona haya crecido de manera exponencial el abuso de la marihuana, cocaína y drogas duras.
En Berisso, la política es similar. En los CPA funcionan talleres de canto, donación de ropa, dibujo, manualidades, cocina saludable y acompañamiento educativo, entre otros, además de un equipo interdisciplinario conformado por profesionales de salud mental que intervienen en casos que en su gran mayoría llegan derivados por la justicia, los hospitales o el patronato de liberados. Los consumos más problemáticos están ligados al alcohol y la cocaína.
El último informe del Observatorio Argentino de Drogas (OAD) es del año 2019 e indica que las muertes relacionadas con el consumo de drogas en la población de 15 a 64 años se estimaron en 13.182 casos, representando el 16,3 por ciento de las muertes totales para ese grupo de edad, aunque sólo el 6,2 por ciento del total es totalmente atribuible al consumo de drogas. Si de estadísticas hablamos, el informe más reciente publicado en la página oficial de la Sedronar es de abril de 2021, para “describir los cambios en las experiencias de consumo de alcohol, tabaco, medicamentos, psicofármacos sin prescripción médica y drogas ilegales” durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO).
Integrantes del equipo de operadores de la Ciudad / César Santoro
“...un chico de 14 años ingresó dos veces, uno por un accidente de moto y otra vez porque lo atropelló una camioneta, ese chico consume de todo y su grupo también. Su novia de 13 años embarazada que también consume y nos dice qué suerte que llegó, estando internado por traumatología, con múltiples fracturas. Vamos a hablar con el padre, con un alcoholismo crónico, la mamá los abandonó, los hermanos más grandes se fueron de la casa y ese chico sigue viniendo a los controles porque tiene un yeso hasta la cintura, entonces lo van a buscar con una ambulancia, pero cuando no tenga más el yeso ¿quién lo trae? (…) XXX era el líder de una banda acá en La Plata y tenía 12 años, la banda ZZZ ocupaba la plaza Moreno. En un choque entre las bandas vino XXX al hospital con una intoxicación aguda con cocaína y, aparte de la excitación por la droga, está la del enojo porque lo traía la policía. Al mismo tiempo se interna otro chico en terapia intensiva que sin querer se interpuso entre las bandas y le dan un botellazo en la cabeza y muere. XXX se trata y, una vez superado el período agudo, volvió con la mamá que tiene 12 hijos que están en la calle. O sea, vuelven al lugar donde los impulsó”, se lee en un testimonio que brindó la médica Adriana Aguirre Céliz como directora del Servicio de Toxicología Pediátrica del Hospital de Niños “Sor María Ludovica”, en el libro Consumo de Drogas y Delito en La Plata.
“¿Qué fue lo peor que me pasó? Para conseguir drogas me violaron. No tenía para pagar, no quise tener sexo y me forzaron. Muchas veces perdí la conciencia y aparecí en la casa de un hombre porque me había dado. Era caminar por las villas, que cualquiera fuera tu amigo. Hoy ves a las chicas peleando a la par de un hombre porque no sienten dolor. Hay que salir de eso, pero la decisión siempre está en uno”, cierra Soledad, que no tiene hijos por ahora, pero no descarta convertirse en madre en un futuro. Ahora siente que tiene esa chance.
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