La “niña del napalm” y su clamor contra todas las guerras en el mundo
Edición Impresa | 9 de Junio de 2022 | 05:04

Cincuenta años después de haber sido retratada desnuda, llorando, cuando huía de un bombardeo estadounidense en un campo de Vietnam, la conocida como la “niña del napalm”, Kim Phuc, hoy de 59 años de edad, sigue su clamor contra todas las guerras en el planeta.
Fue tal el poder icónico de aquella foto, tomada un 8 de junio de 1972, que se considera como uno de los factores que hizo más impopular esa guerra de Vietnam y que precipitó la derrota y salida del ejército estadounidense un año después.
A medio siglo de aquella foto que conmovió al mundo, Kim Phuc se encuentra hoy en Nueva York para participar en un panel de reporteros de guerra junto con Nick Ut, el fotógrafo de la agencia Associated Press que tomó aquella imagen pero que no se limitó a eso, sino que después la acompañó a un hospital para curarla de sus heridas en carne viva. Como se sabe, el napalm o gasolina gelatinosa es un combustible que produce una combustión más duradera que la gasolina simple.
En una entrevista, Phuc habló con serenidad de su propia tragedia, pero se puso a llorar cuando piensa en las guerras actuales, y la de Ucrania en particular: “No hay guerra justa, toda guerra es un error, consiste en matar gente, hacer sufrir a la gente. Se me rompe el corazón solo de pensar en todos los que murieron a mi lado, y ahora que se repita eso... Tengo que decirlo: ¡No más guerras, no más muertes!”.
En varias ocasiones Kim ha descripto su piel reconstruida como “la de un búfalo”, una piel rugosa sin poros que le impide sudar y todavía le da dolores, pero no le importa hablar de ello y hasta mostrar sus extensas cicatrices y dice que prefiere ver su piel “como un recordatorio de que tengo una misión, ya no como víctima, sino como superviviente, una madre y esposa y abuela que llama a la paz”.
Aquella foto que la hizo sufrir y le dio fama llegó a odiarla durante mucho tiempo: “Pensaba: ¿por qué me fotografiaron así? Era una niña desnuda que huía, fea, avergonzada... Sin embargo, ahora lo agradezco: fue un poder que me fue dado, el de cambiar mi vida. Mírame: nunca pensé que sería una Embajadora de Buena Voluntad (de la Unesco) o que me recibiría el Papa en Roma”, como sucedió el mes pasado.
En realidad, frente al fenómeno de las guerras –todas ellas irracionales e infundadas- convendría recordar que fueron figuras no violentas las que mejor lucharon contra ellas, como Mahatma Ghandi, Nelson Mandela y otras, así como también entidades como la Cruz Roja que desplegaron y lo siguen haciendo campañas humanitarias para mitigar las devastaciones propias de los conflictos armados.
En países como el nuestro en los que, afortunadamente, y es de esperar que por siempre, no se plantean las cuestiones de enorme gravedad, que constituyen verdaderos flagelos, como las muertes, heridas o emigraciones forzosas de niños y mujeres en razón de las guerras que aún azotan la vida de muchas otras naciones, la atención puede centrarse, entonces, en asegurar a la población la extensión de proyectos que mejoren su calidad de vida. Tan sólo se requiere de sensatez, para advertir la magnitud de esa ventaja comparativa.
De allí que hoy parezca oportuno ponderar la campaña que despliega desde hace muchos años la “niña del napalm” que, de una situación extrema en su vida, de una infancia pobre y lastimada por las bombas, ha llegado a convertirse en portavoz de la paz entre las naciones.
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