Las fiestas clandestinas, una pesadilla sin salida para los vecinos

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Si bien existieron siempre, las fiestas clandestinas continuaron durante los recientes años a pesar de la pandemia, en donde como fórmula para evadir las restricciones existentes, se organizaron encuentros ilegales de varios miles de personas, ignorándose así las medidas de prevención y convirtiéndose así en una suerte de costumbre que siguió cuando desaparecieron las medidas que prohibían todo tipo de reuniones.

Es claro que persistieron no sólo como reuniones para bailar sino con distintos formatos, como el que en estas jornadas acaba de suscitar una protesta de vecinos de Villa Elvira por las reuniones clandestinas que se realizan en la zona de 603 y 116 bis todos los domingos a la noche, en las que no sólo se generan desmanes que se prolongan hasta la madrugada del lunes sino que se juega al fútbol en esas mismas horas y, además, se corta totalmente el tránsito de una calle. Los gritos y otros ruidos acompañan a los partidos que se disputan.

“Ya no sabemos qué hacer. En la comisaría que nos corresponde, siempre por una cosa o por otra no nos toman las denuncias, hablamos con autoridades municipales y de la Policía de la Provincia, pero nadie hace nada”, se lamentó uno de los vecinos que habló con este medio para visibilizar un reclamo que lleva más de tres años.

“Todo comenzó en la pandemia y no paró más, es cada vez peor”, agregaron quienes pidieron reserva de identidad por temor a recibir represalias. “Tenemos videos y fotos, pero si salen publicadas van a saber de qué casas se tomaron”, añadieron. El encuentro cuenta, además, con una suerte de “bar” provisorio, que se monta a metros de allí, cuando se bloquea la calle para facilitar la “programación”.

Los pobladores destacaron también que “nos pudimos comunicar con una autoridad de Control Ciudadano, nos prometió todo pero todo siguió igual. También hablamos con el comisario de la delegación de Villa Ponzatti. Luego fuimos a la Departamental, ahí hablamos con algunos oficiales. Todos prometieron hacer algo y ninguno cumplió”.

La nocturnidad platense no puede traducirse en una pesadilla para los vecinos, que se ven literalmente bombardeados por ruidos que no permiten el descanso, ya sea los que provienen de boliches o de las fiestas clandestinas carentes de todo control.

Las autoridades con incumbencia debieran dejar en claro que no existe piedra libre para los ruidos molestos ni para actitudes antisociales e ilegítimas –como las de cortar calles- que traducen un tipo de nocturnidad que avasalla derechos esenciales de la población.

No hacer nada frente a este problema, permitir que se agreda a la calidad de vida de la sociedad, implicaría admitir que el problema es insoluble, esto es, que la nocturnidad en La Plata puede ser convertida, sin ningún tipo de frenos, en una conquista para unos pocos y en un quebradero de cabezas para la mayoría.

 

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