El clima inusual, la falta de agua y de luz obligan ahora a suspender clases

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Opinión Editorial

Cada vez son más notorios los efectos del cambio climático. Lo reflejan las temperaturas altísimas e inusuales para estas jornadas de marzo, que ponen en riesgo el dictado de clases en algunos establecimientos y en otros directamente llevaron a la suspensión de actividades. Pero, por cierto, tampoco todo es culpa del tiempo, ya que se suman las fallas en servicios esenciales, como el agua y la luz, además de dejar a la vista los problemas edilicios y funcionales que padecen varias escuelas de nuestra región.

Si bien, como se ha dicho, se registraron en las últimas semanas temperaturas elevadísimas, que deben motivar una planificación a futuro para afrontar fenómenos similares o peores, según advierten especialistas; no pocas de las deficiencias señaladas podrían haber sido evitadas con obras y otras medidas conducentes, ya que estos registros climáticos encontraron a muchos establecimientos sometidos a falencias edilicias y de funcionamiento que son previas, algunas de ellas existentes desde hace mucho tiempo.

Tal como se dijo ayer en este diario, el comienzo de clases 2023 se ve afectado por problemas con la falta de ventiladores o aparatos de aire-calor, por la carencia de agua -la Ciudad y la periferia viven, en este sentido, un verdadero colapso del servicio, con una empresa concesionaria que parece haber izado bandera blanca y sólo ofrece el paso circunstancial de algunos camiones aguateros- y en los últimos días, también, por los reiterados cortes de luz.

Así que ahora, por estas causas, los alumnos bonaerenses vuelven a perder horas de clase o jornadas completas. Los más que justificados reclamos, los abrazos simbólicos, los piquetes de protesta pasaron a convertirse, una vez más, en protagonistas testimoniales de la decadencia de una enseñanza escolar que no deja de evidenciar, año tras año, un nutrido muestrario de falencias.

Desde la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la Provincia de Buenos Aires (Aiepba) -algunas de cuyas escuelas padecen similares problemas que las públicas- se elaboró un listado de herramientas pedagógicas y logísticas como forma de mitigar los efectos de la ola de calor.

Entre las medidas que se sugieren se incluyó la rotación de los espacios para los estudiantes dentro de la escuela hacia lugares con mayor ventilación, al aire libre o en la sombra; uso de prendas livianas del uniforme hasta tanto pase la ola de calor, permitiendo ir con short escolar en lugar del pantalón largo, por ejemplo; refrescarse en los recreos y flexibilizar los tiempos de hidratación en el aula; proveer jarras con agua fría o dispensers, para abastecer a lo largo de la jornada.

Desde esta columna y siguiendo el criterio de especialistas se ha exhortado a las autoridades -varias semanas antes de que se inicien las clases- para que se garantice no sólo la seguridad edilicia de los establecimientos, sino que se los provea de los elementos necesarios para asegurar su pleno funcionamiento.

Estos días de intenso calor fueron pronosticados muchas veces desde el Servicio Meteorológico, de modo que no debieran haber faltado ventiladores, dispenser y otras alternativas aptas para enfrentar en las escuelas las altas temperaturas.

Más allá de que puedan haber existido imprevisiones de esta naturaleza, desde luego que le incumbe al Estado provincial garantizar a todo trance que las escuelas cuenten todo el año con agua y con servicio eléctrico. Entonces, vuelve a parecer oportuno confiar en que se inviertan con mayor cuidado los recursos presupuestarios, respetándose criterios basados en las prioridades.

Demasiados problemas plantea por sí sola la educación, como para que, además, se le añadan desde fueran de su órbita obstáculos que funcionalmente ella no puede resolver.

 

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