Los robos también se suman como causas que empujan al cierre de no pocos comercios

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Opinión Editorial

En un contexto negativo, caracterizado por la presencia cada día más gravitante de la venta informal y con una crisis económica que no le da respiro a nadie, la actividad comercial en La Plata y en toda la Región se ve, además, jaqueada dramáticamente por una ola de robos que ha colocado a muchos empresarios en la alternativa de cerrar las puertas de sus locales, tal como muchos otros ya lo hicieron.

En sus diversas modalidades -sea el siempre peligroso asalto a mano armada, la entrada cuando no hay nadie, las pedradas sobre las vitrinas, el despojo en rapiña y hasta el accionar de las mecheras- una incansable ola de robos golpea al comercio de la zona. La situación se replica en todos los horarios y en todos los barrios. La Policía, que apenas si podía ya hace muchos años con un fenómeno delictivo que aparecía en crecimiento, ahora se ve desbordada por una verdadera marea de delitos. Para decirlo de una manera si se quiere infrecuente, su ausencia en las calles es cada vez más visible.

No obstante esa última apreciación, los comerciantes y las cámaras que los representan coinciden en la necesidad de que la Policía incremente su presencia en las calles, como fórmula básica de prevención. Sin esa presencia, la sensación que queda es la de que los delincuentes encuentran zona liberada para sus andanzas.

Existieron asimismo numerosos contactos de vecinos y comerciantes con autoridades policiales. Hubo asambleas en todos los barrios del casco urbano y localidades de la periferia, sea con los comisarios anteriores como con los actuales. Pese a la realidad que se percibe, la gente sigue aguardando una reacción eficaz de la Policía. Desde luego que, en ese contexto, no falta gente desalentada, que ni siquiera presenta ya las denuncias por delitos en los que resulta ser víctima, salvo que se trate de hechos muy graves.

Es verdad que, en ese panorama, no se puede aguardar ningún proceso hacia un mayor desarrollo y despegue de la economía local, si previamente no se garantizan niveles aceptables de seguridad en las calles. Ayer fue un agenciero de lotería que anunció que pensaba cerrar su local al haber sido robado y despojado de la recaudación del fin de semana. Antes ya cerraron negocios de comida, de ventas de ropa, de todos los rubros minoristas, cuyos propietarios no pudieron ya enfrentar –además de las tantas circunstancias negativas- despojos y quebrantos causados por los delincuentes.

Tal como se ha dicho en tantas oportunidades, lo primero que piden los vecinos y comerciantes –de cualquier zona que sean- es más presencia policial en las calles. Más patrulleros y personal recorriendo las zonas. Mientras esas dos condiciones no se cumplan, o se cumplan en forma parcial, la población platense no dejará de verse acosada por la persistencia e intensidad de la ola delictiva que la aflige y perjudica. No se habla sólo del caso de los comerciantes, que vienen intentando resurgir luego de la prolongada cuarentena, sino de una realidad negativa que afecta a toda la población.

Desde luego que el de la seguridad es un problema complejo y multidisciplinario. Se ha dicho también que la formación policial deja mucho que desear, en una etapa en que las escuelas de policías no se muestran idóneas para preparar a los aspirantes. Sin embargo, es prioritario que se den pasos destinados a la prevención del delito y, acaso, el primero de ellos sea enviar más efectivos para recorrer las calles, hoy dominadas por delincuentes de todo pelaje.

 

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