La necesidad de planificar mejor los cortes de calles por obras o por las podas

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Sabido es que muchas veces existe la necesidad, indiscutible por cierto, de que se realicen obras públicas tales como, ahora, la construcción de la bajada de la Autopista a la altura de Ringuelet, que obligará a cortar un tramo de esa importante vía caminera que enlaza a La Plata con Buenos Aires, que se concretará el próximo jueves 29 del corriente, según se anunció desde la concesionaria oficial Aubasa.

Emprendimientos como el aquí mencionado interesan, sin duda, al mejor progreso de la Región. Sin embargo, en ese contexto, debiera señalarse que las experiencias técnicas aquilatadas y los ejemplos existentes en otros países enseñan que muchos de esos trabajos, que afectan al tránsito en la vía pública, pueden ser desarrollados sin que se conviertan en un trastorno para el desplazamiento de personas y vehículos.

Como ejemplo negativo nuestra ciudad puede recordar el largo tiempo en que se prolongó el corte total de la Avenida 122 cuando se la remodeló hace pocos años.

Durante largos meses los frentistas y miles de vecinos de La Plata, Berisso y Ensenada que hacían uso de esa avenida troncal, se vieron impedidos de hacerlo, originándose a partir de allí situaciones caóticas.

Cabe poner de relieve que también, en no pocos casos, se decide cortar calles por obras particulares, que demandan la presencia de grandes grúas y maquinarias que se ocupan de insuflar hormigón para la construcción de losas en los edificios de altura.

En los horarios centrales y también en zonas céntricas se originan entonces embotellamientos que podrían haber sido evitados o mitigados en sus efectos, realizando esas tareas por la tarde o, inclusive, la noche.

Lo mismo ocurre con las tareas de poda. En momentos en que la zona céntrica se encuentra ya colapsada por un tránsito siempre creciente, el corte de calles para realizar podas origina verdaderos colapsos callejeros.

La poda es realizada por empresas tercerizadas, de modo que pareciera quedar reservado al entero arbitrio de un particular el cierre de una calle.

En realidad cualquier persona o cuadrilla se consideran autorizadas para colocar una simple valla en una esquina y disponer que por allí dejen de circular automóviles, colectivos o transportes pesados de todo tipo.

La descarga de mercaderías en horarios no permitidos constituye otro factor que se suma a este panorama conflictivo.

Así como es rígido y se le hace obligatorio a los automovilistas cumplir a rajatabla con el diagrama del estacionamiento medido en la zona céntrica, así también debieran estar reguladas las tareas a desarrollar en la vía pública.

Por lo pronto, la Municipalidad debiera velar para que sea ella, en forma excluyente, la única con incumbencia para decidir el cierre de una calle por obras o cualquier otro tipo de tareas.

En muchos países la repavimentación de calles y otros trabajos, como los de bacheo, se desarrollan en horas nocturnas.

Uno o dos grandes focos de iluminación permiten que las tareas se puedan desplegar con total normalidad, sin necesidad de interrumpir la circulación de automotores en las horas centrales, cuando se supone que los flujos vehiculares son mucho mayores.

El corte de calles afecta no sólo a quienes conducen automotores, sino a las miles de personas que utilizan los ómnibus como medios de transporte.

El cambio de recorrido y el de ubicación de las paradas supone para ellas no sólo la necesidad de nuevos -y acaso- mayores desplazamientos, sino que le plantea dudas a mucha gente acerca del lugar al cual fueron desplazadas las paradas provisorias.

En ese contexto, es de esperar que las autoridades analicen a fondo, con racionalidad y criterios rigurosos, la necesidad de cortar calles.

Tal como se ha dicho, bienvenidas sean las obras que requieran realizarse, pero también sería deseable que esos trabajos se realicen en forma planificada y racional, para que no conviertan a las ciudades y sus periferias en un caos.

 

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