Tokio, a 100 años del Gran Terremoto

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María Roldán

Cien años tras el Gran Terremoto de Kanto, Tokio es una de las mejores materializaciones de las lecciones aprendidas por Japón ante sus frecuentes desastres naturales, que se centran en un elemento clave: un urbanismo resiliente.

Al margen de los evidentes daños que puede causar un seísmo de aquellas dimensiones sólo por la sacudida, el 87 % de los 105.385 muertos y desaparecidos de aquel 1 de setiembre de 1923 perecieron por la contingencia más temida en estos casos, los incendios.

La mitad de la capital japonesa y buena parte de la vecina Yokohama ardieron bajo los fuegos que se propagaron hasta 46 horas, avivados por la influencia de un tifón de vientos fuertes y cambiantes y un sistema de presión baja que confluyeron para embravecer las llamas y crear hasta un inusual remolino de fuego.

Fue a partir de entonces cuando el país empezó a esbozar un tipo concreto de “ciudades antiincendios” que mantiene actualmente, empezando por la adopción de materiales ignífugos para la construcción de edificios, explica el profesor Takaaki Kato, del Instituto de Ciencia Industrial de la Universidad de Tokio.

La capital japonesa volvería a ser devastada en los bombardeos del ejército estadounidense a finales de la Segunda Guerra Mundial. Los incendios fueron de nuevo determinantes en el nivel de destrucción.

Veinte años después, en pleno boom de construcción de Tokio, surgieron las primeras teorías de que un terremoto similar al de 1923 podría producirse en la zona en décadas siguientes.

“Empezó entonces a considerarse una planificación urbana para mitigar desastres”, señaló Kato en una conferencia organizada con motivo del centenario de la catástrofe, en la que explicó que esta teoría respalda la idoneidad de “prepararse para mitigar un potencial desastre, en lugar de responder una vez ya haya ocurrido”.

URBANISMO RESILIENTE

Desde que Tokio acometiera su reconstrucción ha puesto énfasis en la planificación urbanística, dice Kato, integrante de varios comités gubernamentales sobre prevención de desastres. Actualmente existen tres pilares. El primero es la habilitación de áreas de evacuación, que han proliferado durante las pasadas décadas y que cada residente debe conocer en su vecindario.

El segundo es la planificación urbanística en bloques separados por espacios amplios como avenidas o canales que sirvan de cortafuegos y, por último, la propia concepción de estos bloques para que sean a prueba de incendios, “de modo que incluso en condiciones muy desventajosas se pueda detener el avance del fuego”.

 

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