Debe inducirse a que los niños y adolescentes retomen el hábito de la lectura

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En momentos de tan aguda crisis socioeconómica como la que atraviesa nuestro país, pareciera resultar extemporánea la sugerencia formulada por especialistas de que se fomente en los chicos el hábito de la lectura, tal como se informó en este diario.

Ya se ha señalado en otras ocasiones que delegaciones de países en vías de desarrollo o que se encontraban, en su realidad económica, muy por debajo de los niveles promedio de casi todas las naciones, llegaron a nuestro país para conocer a fondo los principios de la escuela pública argentina, para copiar ese modelo nacido a partir del influjo de hombres de la talla de Manuel Belgrano, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento.

Aplicado ese modelo de enseñanza –que incluía la formación esmerada de los estudiantes en materias como las de lectura y matemática- muchos de esos países, como el de Corea del Sur, experimentaron en el sólo lapso de una generación un crecimiento cultural que los colocó entre las naciones con más altos niveles de desarrollo.

Un reciente trabajo del Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Católica Argentina, determinó que existe un elevado nivel de pobreza entre la infancia argentina y que seis de cada diez niños no acceden a los bienes básicos. El trabajo también aludió a la ausencia para esos chicos de recursos culturales.

Se pidió que los programas escolares induzcan a las lecturas; que las escuelas y los propios padres ayuden a leer y los acompañen en esas instancias; que los hogares familiares, además de pantallas, también tengan libros, revistas o diarios; que los niños y adolescentes sean llevados a librerías y a bibliotecas en forma periódica: que sepan que el libro de papel no es el único medio sino que existen también los ebooks o audiolibros, entre otras iniciativas a seguir.

Si los chicos ven que sus padres hermanos mayores, abuelos o cualquier otro adulto leen libros, ellos finalmente lo harán y es muy posible que, a partir de ese primer gesto, se inicie para esos niños un camino rico de enseñanzas y de libertad personal. Es claro que tales palabras pueden sonar voluntaristas, frente a la realidad social en que se encuentran muchos chicos y jóvenes. Pero son las únicas y mejores palabras que pueden concebirse para ellos.

Desde hace muchas décadas fueron diversas y crecientes las carencias del sistema educativo, al que la pandemia sumó para todos el lastre de más de un ciclo lectivo sin clases presenciales. Sea por las graves carencias que padecieron sus familias, sea por el virtual desmantelamiento de aquella escuela pública que fue modelo en el mundo, varias camadas de niños y jóvenes argentinos dejaron de recibir niveles de enseñanza acorde a sus capacidades y ajustadas a los desafíos que hoy plantea el mundo actual, cada día más competitivo y desarrollado culturalmente.

 

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