El saqueo vandálico de objetos de bronce, que causa trastornos y enojo por la impunidad
Edición Impresa | 11 de Enero de 2024 | 02:16

La ola de robos contra distintos elementos de bronce -porteros eléctricos, picaportes de ese metal, cables de medidores, piezas que hacen al funcionamiento automático de portones y otros elementos- que origina todo tipo de gravísimos trastornos para miles de vecinos, deja en claro, una vez más, la necesidad de detectar a los reducidores, que son quienes explican y consolidan a esta cadena delictiva al encargarse de comprar y revender los objetos robados.
El informe publicado en las últimas ediciones en este diario reflejó las numerosas denuncias existentes por una sucesión de delitos que arrasa con todos los objetos de bronce al alcance de los eventuales delincuentes.
Administradores de consorcios plantean que la situación se ha incrementado de manera tal que ha convertido la situación en una realidad alarmante. El robo de paneles de bronce de los porteros creció de manera exponencial y añadieron que la presencia policial en las calles, de índole preventiva, es prácticamente “nula”.
Los daños generados en estos episodios de vandalismo también afectan a los sistemas de apertura y cierre de portones, que quedan prácticamente anulados por las sustracciones. Según se aseguró, cambiar el sistema de un portón insume un costo de alrededor de 700 mil pesos.
No está demás aquí aludir a una ola de robos que afecta –y también muy gravemente- a la infraestructura de muchos de los servicios públicos. Aquí corresponde mencionar a las tapas de las cámaras de las redes de agua o de desagües, con una enorme cantidad de elementos sustraído, en situaciones que inclusive derivaron en el robo de piezas vitales que pertenecen a los bomberos y se encuentran en la vía pública.
Se conoce asimismo que el vandalismo afectó a instalaciones de las redes de gas, de eléctricas y de agua. En el caso de los cables telefónicos, la empresa Movistar vino cancelando en forma unilateral centenares de teléfonos fijos en distintas localidades y barrios platense, alegando que tomó esa decisión debido al robo de elementos pertenecientes a sus redes.
Todo indica que en muy pocas ocasiones se acudió a la alternativa de detectar y detener a los reducidores. Podría aducirse, frente a la falta de resultados en el combate a estos robos -si es que hubiera algún tipo de combate-, que no resulta fácil encontrar in fraganti a quienes los cometen. Sólo terminan tras las rejas muy pocos de los autores materiales, si los atrapan en el momento exacto en que cometen el robo. Pero esa es apenas la punta del iceberg.
Sin embargo, está claro que esos ladrones son apenas un eslabón de una cadena delictiva que concluye necesariamente en un creciente y vigoroso mercado negro, en el que todos esos metales se comercializan a precios elevados. Y no debería entonces ser tan difícil detectar a esos “reducidores” –esto es, aquellos que comercian con objetos robados- y desbaratar una modalidad delictiva que destruye el equipamiento urbano y perjudica con demasiada frecuencia a miles de ciudadanos.
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