Los animales son objeto de disputa en los procesos de separación

Un fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil confirmó que un juzgado de Familia debía regular el Régimen de Comunicación de un perro, en medio de un proceso de divorcio. Cómo reaccionan los animales. Historias de platenses

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Alejandra Castillo

alecastillo95@hotmail.com

 

El concepto de familia es hoy diverso, particular, y los animales de compañía se suman a ellas, sin importar si se trata de un clan monoparental (una persona que vive sola) o de parejas con o sin hijos.
Les damos un nombre, alimentación adecuada, abrigo y atención veterinaria, en centros o clínicas  que los identifican con nuestro apellido, dirección y teléfono. Hasta ahí, todo bien. Los problemas aparecen cuando los vínculos se rompen y los animales quedan en el medio, siendo objeto de disputas que no sólo alcanzan a los hijos, los bienes y hasta los amigos en común. 

Fue lo que pasó años atrás con una pareja que no tenía hijos, pero sí una Golden Retriever llamada Sidney. Disuelto el vínculo, no podían llegar a un acuerdo para que ambas partes mantuvieran un contacto con ella, de modo que el conflicto recayó en los tribunales de Familia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Mi defendido, PRM, luego de 8 años de convivencia con RBB, pidió el Régimen de Comunicación con su perra en el Juzgado de Familia N°81 de CABA, que solicitó una mediación entre las partes, pero la ex mujer de mi defendido no se presentó. Luego de esta instancia, el Juez de Familia rechazó seguir con el expediente porque consideró que no tenía herramientas jurídicas en este tipo de reclamos. Incluso nos recomendó que vayamos a hacer Leyes” explicó oportunamente la abogada que impulsó este caso, María José Domínguez Edreira. 

Recurrieron entonces a la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Sala J. Luego de 6 meses de idas y vueltas en distintos ámbitos judiciales, la mujer que estaba al cuidado de Sidney aceptó discutir un Régimen de Comunicación para que su ex pareja pudiera verla. En una audiencia que duró siete horas, se acordó que un paseador retire y reintegre a Sidney de la casa de la mujer, para evitar el contacto entre la pareja, ya que existía una perimetral. “Se establecieron vacaciones, gastos compartidos de veterinario y paseador”, detalló la abogada, recalcando la importancia de que en el caso interviniera un juzgado de Familia y no uno patrimonial, teniendo en cuenta que PRM y RBB tenían el título de dominio de la Federación Cinológica Argentina.

Al solicitar un régimen de comunicación como se dispone con los hijos menores de edad, Domínguez Edreira presentó el concepto de Personas No Humanas y Familia Multiespecie, planteando que su cliente sufría al no poder ver a la perra. Además de las visitas programadas, se acordó que la perra se quedara con el otro tutor, si uno de ellos viajaba. 

Este fallo es del año 2018, pero en todo este tiempo la litigiosidad vinculada con los animales de compañía aumentó mucho - “para bien y para mal”-, acota Domínguez Edreira en diálogo con EL DIA. Meses atrás, un fallo de la Sala L de la Cámara Nacional de Apelaciones estableció que este tipo de cuestiones las trate un juzgado de familia, después de que la primera instancia a la que recurrieron se excusó por tratarse de un animal.

“En lo que hace a los animales domésticos, en los últimos años se ha podido observar que - más allá de las denominaciones que se les asigne- conviven en los hogares y forman parte de las dinámicas familiares, adquiriendo una importancia tal que, culturalmente, son considerados miembros del conglomerado familiar´, se lee en el dictamen, haciendo lugar a la idea de “familia multiespecie” y parentalidad ampliada, que no sólo incluye a los humanos.

“A pesar de que el Código Civil sigue diciendo que los animales son cosas, la mirada de toda la sociedad va cambiando y en el fuero penal esto está mucho más avanzado”, destaca la abogada, “con unos 700 animales que ya fueron declarados sujetos de derecho”.

La abogada es especialista en Derecho de Familia, es docente de la UBA -adjunta de la cátedra de Derecho Animal-, especialista en “Mascotas y su valor socioafectivo en las familias” y tiempo atrás expuso en la materia en la Universidad Nacional de La Plata.

“NO REPETIRÍA LA EXPERIENCIA”

En el año 2020, el primero de la pandemia, Ana (29) y su pareja decidieron que era un buen momento para empezar a convivir y adoptar un perrito. 

“De antemano habíamos hablado sobre el tema y acordado que, en caso de separación, ella se quedaba con el perro. Un año después nos separamos, y Moro (el perro) tenía mucho apego ansioso. Como no se podía quedar solo, yo lo tenía los fines de semana y ella el resto de los días, salvo que alguno no pudiera”. 

Ese régimen de contacto las mantuvo vinculadas y, después de algunos meses, volvieron a intentar la convivencia. Sin embargo, no funcionó. En ese momento la tenencia de Moro volvió a ser un tema, que se resolvió cumpliendo con lo acordado de arranque: “Que se quedara con ella”, apunta Ana; “aparte nos dábamos cuenta de que este ir y venir  le hacía mal al perro, sumado a que ya tenía ansiedad y esto lo alteraba más”.

A esta altura, la joven reconoce que “no repetiría la experiencia” de adoptar un animal con una pareja, porque “al principio fue súper doloroso. Moro se había criado conmigo y éramos muy pegados. Lo extrañé un montón, pero fue lo mejor para él”.

“LAS TENSIONES REPERCUTEN EN EL ANIMAL”

María Alejandra Stornelli es profesora de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNLP. Consultada sobre las reacciones de un animal frente a la separación de una pareja con la que convive, entiende que “no va a sufrir demasiado, si se queda en su lugar y sigue con su rutina, salvo que no tenga una buena relación con la persona con la que se quede. Todo dependerá de cómo esté estructurada la familia con la que vive el animal”.

Según Stornelli, también podrá adaptarse “sin mayores problemas” a pasar tiempo en distintas casas, si -de nuevo- tiene buena relación con las todas las personas con las que convive y si esas personas mantienen un buen vínculo entre ellas: “Si es una guerra, esas tensiones y ese estrés va a repercutir sobre el animal”.

Es que ellos sufren el estrés, igual que los humanos, y lo manifiestan de distintos modos: “Pueden tener cambios de conducta, ser hiperactivos, romper cosas. Si el estrés es muy grande se puede lastimar a sí mismo, por ejemplo, mordiéndose una pata, o cambiar los hábitos alimenticios. Las manifestaciones pueden ser múltiples, si se altera su estado de equilibrio o normal”.
Si los tutores no pueden identificar los factores de estrés, sugiere Stornelli que hagan una consulta profesional, específicamente con un etólogo, para detectar el problema e indicar un tratamiento para que lo supere.

Si hablamos de los animales domésticos más comunes en una ciudad, la creencia popular tiende a suponer que los perros son más apegados a los humanos. “Los gatos también se relacionan mucho con sus tutores y su medio ambiente”, dice la profesora, de modo que podrían ajustarse también a un régimen de comunicación en caso de separación. Eso sí, “si el gato no está acostumbrado a ir y venir en brazos, para trasladarlo se requerirá de una transportadora, porque se estresan mucho cuando salen al exterior. Todo depende de la rutina que haya tenido el animal”. 

“FUE DIFÍCIL PARA TODOS”

Cuando Laura y Andrés decidieron separarse, sabían que lo más difícil no sería dividir sus bienes ni acordar los días de visita para los dos hijos de la pareja, sino que la verdadera batalla emocional la labrarían por Coco, el ovejero alemán que creció con la familia. 

Por eso decidieron resolverlo como lo habían hecho con todo lo demás: hablando. Acordaron que Coco iría de una casa a la otra, acompañando siempre a los chicos, como lo hizo desde que era un cachorro.
“Fue difícil para todos”, reconoce Laura. “Coco estaba tan acostumbrado a vivir con los dos, que temíamos que el cambio lo afectara, pero verlo con los chicos, moviendo la cola y jugando como siempre, nos confirma que también es parte de nuestra familia, aunque ya no estemos juntos.” Además, el perro ayudó a los hijos a transitar mejor el proceso de la separación: “’Mientras Coco esté con nosotros, todo va a estar bien’, decía nuestra hijo mayor. Y así fue”, cierra Laura.

 

 

 

 

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