Lisandro Aristimuño: siempre respirando el vientito del Sur

El músico volvió a los paisajes de su infancia para crear “El rostro de los acantilados”, un disco con alas de libertad

Edición Impresa

María Virginia Bruno

vbruno@eldia.com

Aunque Lisandro Aristimuño hace más de la mitad de su vida que vive en Buenos Aires, nunca se terminó de ir de Viedma, en cuyos paisajes y en cuya gente siempre encuentra la inspiración para hacer lo que mejor sabe: música. “El rostro de los acantilados”, su último material, lleva en su nombre, en sus canciones y en su portada la felicidad de los veranos familiares, esas tardes de reposera y mate en la que con sus hermanos, con el mar haciendo espuma a sus espaldas, jugaban a ponerle cara a los gigantes de tierra.

“Este disco tiene patio, tiene afuera, tiene aire libre y mucha inspiración en el lugar de donde vengo”, asegura en diálogo con EL DIA el músico, cantautor y productor, sobre el concepto que atravesó el disco que este sábado presentará en el Coliseo Podestá desde las 21. Las entradas están disponibles a través de Plateanet.

Y no sorprende que así lo sea. Aristimuño venía de dos álbumes atravesados directa e indirectamente por la pandemia. A “Criptograma”, editado en 2020, se lo llevó puesto el parate del mundo por la pandemia y no pudo ver la luz en vivo, y “Set. 1” (2022), un álbum “posible”, integrado por un puñado de creaciones que nacieron en el encierro y en la soledad.

“El rostro de los acantilados” tiene encuentros que lo enriquecen, empezando por el reencuentro con su banda de toda la vida después de tanto tiempo de aislamiento y distancia. Pero, además, Aristimuño, uno de los pioneros argentinos en las colaboraciones musicales, cuenta en su octavo álbum de estudio con varios invitados, entre ellos, los ex Serú Girán David Lebón (“Por encima del fuego”) y Pedro Aznar (“Devolver tu amor”).

-¿Cómo fue compartir tu música con ellos?

-Tener a la mitad de Serú Girán para mí fue como el regalo más hermoso que me pude dar en tantos años de música; fue un sueño porque Serú era mi banda favorita desde chico y la sigo siendo, y poder tener la posibilidad de que hayan aceptado mi invitación fue increíble.

-Con David ya habías colaborado en un disco de él…

-Sí, él me llamó primero y eso fue tremendo para mí de felicidad y después dije “bueno, ahora quiero yo, ahora me toca a mí” (risas), y lo invité. David es como un tío, charlamos muy seguido, lo quiero un montón aparte de admirarlo.

-¿Y con Pedro?

-Casi siempre que nos veíamos siempre yo le tiraba la onda para que hagamos algo porque me parece que la música que hacemos tiene muchas cosas en común, por lo menos yo lo siento eso, esta cercanía con el folclore incluso. Y este tema me parecía que podía cuadrar con él, le mandé la canción y la parte donde canta él la compuso él: imagínate que también me di el lujo que sea el coautor de la canción porque le gustó y me dijo “‘¿le puedo poner una parte?”, y le dije “por supuesto”. Así que fue como un doble regalo.

-Veo que hay muchas colaboraciones forzadas y que se dan entre músicos más por conveniencia que por una cuestión artística. ¿Qué tenés en cuenta a la hora de proponer o aceptar una colaboración?

-Siempre estoy buscando, sobre todo, que le aporte a la canción, porque si no, no vale la pena. Nunca invité a alguien por el lado de lo comercial, a veces pasa mucho también que invitan a alguien de México para pegar en México, y vos te das cuenta que la colaboración no queda bien. Pero no es mi caso. Siempre me gustó compartir, aprender y darle también otro timbre de voz y otra forma de interpretar a la canción, que también me parece muy lindo eso.

-Este año se cumplen 20 años de “Azules turquesas”, tu disco debut. Después de todo lo que has pasado como artista, ¿cómo lo ves a la distancia?

-Ese disco es como el primer hijo, ¿viste? Lo quiero un montón, me abrió el camino, es un disco que yo no me esperaba para nada, seguir así, y tener todo el regalo que me dio esta música, los músicos, y los colegas, y todo lo que estoy aprendiendo todos los días. Y ese disco fue la apertura de todo esto, entonces, es algo que lo valoro mucho, lo quiero mucho. Me parece que es el hermano mayor de todos los demás, y es el que se la bancó, el que llegó del Sur a la ciudad, el que me abrió el camino.

-Si lo escuchás hoy, ¿te gusta como suena?

-Sí, cuando lo escucho me gusta como está. A veces uno pone excusas, “bueno, ahí era muy joven todavía, mirá la voz, mirá esto, o todavía no tenía tanta experiencia”, y la verdad que a mí me pasa al revés: me parece como un disco súper tierno e inocente te diría, tiene una inocencia muy linda, muy de la edad, de esto de querer hacer música. Y cada vez que lo escucho, lo escucho como si fuera una sonrisa con ojos llorosos.

-Porque cuando lo grabaste nunca imaginaste todo lo que vendría después, ¿no?

-No, no, para nada. En ese momento, obviamente, no vivía de la música, y no tenía tanta plata, ahora tampoco tengo (risas) pero, bueno, en ese momento recién llegaba a la ciudad y un amigo me dijo “te presto el estudio tres días”, y lo grabamos. El planteo original era tener un disco para mostrárselo a mis amigos, a mi familia pero después se empezó a mover, fue elegido entre los mejores discos del año por la Rolling Stone, y desde ahí no paré más.

 

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