“Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”: quinielas suburbanas de aliento scorsesiano

Edición Impresa

Por PEDRO GARAY

pgaray@eldia.com

Filmar usando material encontrado, recuperado, material filmado por las familias argentinas, se ha vuelto una especie de pequeña corriente del cine nacional. Pero lo que hace Hernán Rosselli en “Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”, que se verá hoy en el Fesaalp (21 horas, Cine Select) empuja esa pequeña forma a su límite: con el material filmado por el padre de una familia que maneja el negocio de las apuestas de quiniela, y con la propia familia actuando, construye una ficción gangsteril suburbana a partir de materiales de la realidad.

Los Felpeto, la familia protagonista en cuestión, se prestan al juego de interpretarse a sí mismos en un presente donde algunos capitalistas del juego fueron allanados en los últimos días y el clima en el barrio está enrarecido. Se habla de purgas en la policía y grandes movimientos de dinero. Nadie sabe cuánto hay de verdad en los rumores y las noticias en la tele. Mientras tanto, en paralelo, la película utiliza el material casero para narrar un pasado, el del ascenso de la familia en el submundo de las apuestas.

El director de “Mauro” y “Casa del teatro” cuenta que la película nació gracias a su relación con Maribel Felpeto, hija del clan y artista visual, que le mostró una caja con VHS filmados durante casi dos décadas, desde el regreso de la democracia.

“Cuando vi el material quedé muy sorprendido, reconocí esa Buenos Aires del principio de la democracia, una Buenos Aires montevideana. Y además, era un material que sorprendía porque no eran típicas películas familiares: tenían una puesta en escena, era más bien el trabajo de un cineasta amateur que el de un padre filmando a su familia”, dice Rosselli, que pensó enseguida que con ese material se podía armar algo.

Pero no tenía claro qué. Empezó a entrevistar a la familia, entonces, y “ellos me hablaban de cine todo el tiempo, sobre todo de lo que yo llamo los clásicos de la clase trabajadora: ‘El Padrino’, ‘Buenos muchachos’, ‘Érase una vez en América’. Y empecé a notar que había algo ahí: el afecto por esas películas tenían que ver con una pulsión secreta sobre la movilidad social que en ese momento estaba un poco paralizada. También eran películas que contaban una historia en dos tiempos: un pasado fundacional, ideal, y un presente en crisis”.

Rosselli conocía el mundo de las quinielas por su madre, y pensó entonces en hacer “nuestra propia versión de lo que sería una película de gángsters, con ese material de archivo para contar el pasado y filmando un tiempo presente, amenazado por situaciones diversas”.

- ¿Por qué te interesaba que actuaran ellos, los Felpeto? Porque podría haber sido la misma película, pero con otros actores actuando el presente.

- En algún momento lo pensé. Pero la ambición de los cineastas es poder dominar la vida en diferentes tiempos: el cine, a través de la impresión de realidad intenta lograr eso, por ejemplo a través del maquillaje. “El irlandés”, por ejemplo, que cierra su saga de gángsters, incluso llega a usar tecnología para rejuvenecer a Robert De Niro, como se puede, a través de una tecnología un poco incipiente, porque igual uno nota que De Niro está viejo. Pero el sueño es ese, aprehender el mundo, dominar los materiales y que la película sea un reflejo de eso: había algo de esa ambición, tenía que estar Alejandra ahí, de joven, y la tenías que poder ver años después, en el presente.

- Ya habías trabajado con materiales encontrados, también el tema del dinero aparecía en “Mauro”. Mencionabas la saga scorsesiana, ¿vos también estás construyendo una saga, compuesta de una serie de temas y formas?

- Sí, hay algo de eso. Ya estoy trabajando en una nueva película, en la que actúan dos actores que están en esta película, y transcurre en el mismo mundo. Me interesa el tema del dinero: en el cine, sirve para conectar personajes, y eso me permite trazar una especie de gran fresco. Y hay algo de los márgenes de lo que uno quiere trazar como línea de lo que es la ley que me interesa: creo que es un límite arbitrario, difuso, y el suburbio representa un poco esa característica difusa, los límites entre la ciudad y el campo son difusos, son kilómetros y kilómetros mientras la ciudad se va perdiendo y se convierte en el campo. Eso me interesa, y me parece que pertenece al mundo del cine, que es la forma artística de la modernidad, creció con las ciudades y con la conformación de los Estados: son formas e historias que van de la mano.

- La película se pasó en Contracampo, el festival paralelo a Mar del Plata, y fuiste parte su organización. ¿Cómo fue esa experiencia?

Cuando volví de Cannes, me convocaron amigos para la organización de Contracampo, mientras escuchábamos lo que pasaba con el Festival de Mar del Plata, las declaraciones del vocero presidencial, las invitaciones a los programadores del festival a que renuncien. Así que empezamos a armar esta muestra paralela: la discusión sobre qué dirección política iba a tomar la muestra fue algo que fuimos descubriendo en conjunto. Y no sabíamos si iba a acompañar el público, si la gente iba a viajar para eso. Pero la respuesta del público fue increíble: siento que fue una demostración desde un lugar muy genuino, casi desde el cine-clubismo, y que pudimos dar cuenta de un reclamo que para las asociaciones de cine es más difícil dar, porque están en un lugar de demanda sobre el fomento público, muchas veces lejos de la comunidad. En cambio, acá se hizo desde un lugar de celebración, desde un festival que cumplió el que de debería ser la función de un festival: acercar al público, por unos días, un cine de los márgenes, un cine que no es el mainstream, para el que existe otra difusión, otras pantallas. La acción fue exitosa porque dio cuenta de que ese cine radical, artesanal, podía convertirse en una celebración del cine argentino.

 

Fesaalp
Algo viejo, algo nuevo, algo prestado

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE