Ocurrencias: tarifazos, homenajes y mosquistos dejan ronchas

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Anda sobrepasada de trabajo la oficina presidencial de mudanzas y traslados. En el salón que guarda bustos de expresidentes, hubo estrenos y emplazamientos. El nuevo gobierno aportó otros nombres, otro ánimo y otras interpretaciones sobre la historia y sus protagonistas.

Los próceres criollos, tan removibles y con fecha de vencimiento, deben temblar desde sus sepulcros ante cada recambio en Casa Rosada. “La memoria es una guía pobre para conocer el pasado”, dijo el historiador Tony Judit. Desde todos lados hay miradas tendenciosas que van intercambiando el elenco de ángeles y demonios y retocando a su antojo personajes y sucesos. Por estos pagos, el ayer es muy cambiante. Cada efeméride es jornada propicia para reescribir todo. La conmemoración oficial del 24 de marzo levantó mucha polvareda por su contenido. Y esta semana, la celebración de Malvinas también sirvió para ensanchar esa grieta. “La historia la escriben los vencedores y la narran los vencidos”, dijo Ricardo Piglia. Lo que significa que la alternancia democrática también pone en tránsito próceres y rehace en cada ciclo el catálogo de preferidos.

Milei quiere dejar su marca en el revisionismo y cualquier micrófono le ha servido para reponer en cancha al riojano y mandarlo al vestuario al patagónico. Mientras van preparando la llegada de Menem ese Hall de Honor, los K van desalojando los edificios que fueron bautizando a buen ritmo durante su reinado. Los monumentos, por definición, no son democráticos. Es un emplazamiento particularmente autoritario: se instan en un espacio preferencial, hablan de arriba hacia abajo y aspiran a ser perpetuos, para siempre.

Por eso, ahora se conoció la revancha de los que habían sido demonizados por los angelitos de ayer. El área “Mudanzas” se está encargando de acarrear próceres de un lado a otro y de recambiar nombres en los espacios públicos, aunque las estatuas desalojadas siguen en lista de espera, en una suerte de limbo presidencial, listas para volver al pedestal si retornan al poder los viejos relatos. Lo dañino es que los administradores de los recuerdos (los de un lado u otro) acomodan lo que pasó a una narrativa parcial que no pretende ampliar el conocimiento del pasado, sino ponerlo al servicio de una causa.

Las Pascuas costaron más que un huevo. No queda otra que la esperanza y la paciencia

Fin de semana interminable. No sólo los viajeros pudientes llenaron el tanque y se fueron de viaje. Presos y precios, también siguieron escapando. Todo marcha bien, según la macro economía que maneja Caputo, pero la gente espera que después de tanto ajuste y tantos tarifazos, el anhelado derrame aparezca por lo menos en las góndolas con algunas remarcaciones salvadoras.

Es cierto, la naturaleza tampoco ayuda a sentirse dichoso. Los mosquitos acalorados picotean sobre una realidad que nos ha llenado de ronchas hasta los bolsillos. Las plagas siempre traen algún mensaje. Son advertencias que hay que saber desentrañar, sobre todo ahora, cuando las fuerzas del cielo parecen que han tomado partido a favor del recién llegado. Con el Covid faltaban vacunas y con los mosquitos faltan repelentes. En este reino de la escasez, sólo sobran pesares. Andamos desde hace años anhelando vacunas contra epidemias desmoralizadoras. Pero no hay laboratorio capaz de estabilizarnos. Peleamos contra los murciélagos chinos y andamos a las cachetadas contra estos insectos peligrosos.

Desear que llegue el invierno es un anhelo tristón y lastimoso, pero no queda otra. Estamos sin repelentes ante el ataque demoledor de unos mosquitos atigrados que es de esperar que el mercado, el supremo regulador, según Milei, logre apaciguarlos. Los espirales hacen lo que pueden, pero también escasean. A falta de aerosoles pasaron a ser centinelas del sueño. Ojo que no todos los mosquitos traen dengue. Hay que tener la mirada muy afilada y andar con linternas para distinguir a los atigrados, que son los más peligrosos y eligen los tobillos, porque allí están más lejos de los manotazos.

Las Pascuas costaron más que un huevo. Estamos mal pero vamos bien, dicen los dueños del Pesebre. No queda otra que la paciencia y la esperanza. Y que la providencia nos ayude, aunque, como decía aquel curita andaluz, “los milagros existen, pero nunca suceden”

 

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