“Doble y nada”: una banda ejecutó su más cruel jugada y desvalijó una casa

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Una de las frases más repetidas en los barrios de la Ciudad a la hora de analizar el tema de la delincuencia es “ya no se puede vivir tranquilo”.

Y con esto, muchos de los vecinos consultados buscan reflejar la impotencia y la incertidumbre con la que prácticamente están obligados a convivir ya que no saben en qué momento pasarán a formar parte de la interminable lista de víctimas del terrible flajelo de la inseguridad.

“Ya no se puede vivir” para muchos implica no salir de paseo, no visitar a los parientes o a los amigos, no salir después de las 18 ni al almacén o no tardar mucho al guardar el auto. Porque una situación caótica y violenta puede estar a la vuelta de la esquina.

Incluso hay quienes llegan a analizar hasta qué punto conviene acudir a un trabajo si existe la chance de que al regresar a sus hogares se encuentren con que han sido desvalijados.

Un episodio de inseguridad ocurrido en las últimas horas se convirtió en una prueba cabal de esta terrible situación. Una mujer sufrió en cuestión de horas dos escruches en su morada ubicada en un sector de barrio Aeropuerto.

Según pudo averiguar este diario, el hecho tuvo lugar en 608 bis entre 3 y 4. El pasado jueves, mientras llevaba adelante sus tareas laborales su vivienda fue saqueada por al menos dos sujetos que se llevaron un televisor, $24.000, un mueble, una sandwichera y unos auriculares bluetooth, entre otros objetos de valor.

Por la tarde, cuando retornó a su casa la víctima no sólo debió enfrentarse a las pérdidas materiales sino que también al desafío de ordenar y reparar el desastre que causaron y a intentar reponerse desde el punto de vista anímico.

Así que luego de que el cerrajero terminara de reforzar puertas y ventanas, la damnificada se dispuso a descansar para enfrentarse al día siguiente a otra jornada de trabajo.

Mientras iba conciliando el sueño, en sus pensamientos rondaron varias ideas. Sobre todo el interrogante de cómo iba a hacer para reponer todo lo que le habían sacado. Al menos lo esencial. Jamás se le cruzó por la mente que al día siguiente, sufriría una nueva embestida delincuencial.

Todo apunta a que se trató del mismo clan delictivo que en su acto final decidió llevarse lo último que quedaba en la casa: la garrafa de gas.

 

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