“Severino, el infierno tiene nombre”: el fusilado que habla y pone el cuerpo
Edición Impresa | 11 de Mayo de 2024 | 04:04

Pedro Garay
pgaray@eldia.com
El muerto que habla, el muerto que camina: ¿cómo son los minutos finales de un hombre condenado a muerte? “Severino, el infierno tiene nombre”, dirigida por Mariano Dossena, pone en escena ese infierno, al contar los últimos minutos del anarquista Severino Di Giovanni en el calabozo de la Penitenciaria Nacional, antes de ejecutarse su pena de muerte durante la Dictadura de Uriburu en 1931.
La obra, que se verá esta noche en el Teatro Estudio (3 entre 39 y 40), es el monólogo solitario y final de Severino, encarnado por Juan Manuel Correa, nominado al ACE por el papel.Actor, director, docente, formado con Cristina Banegas, Pompeyo Audivert y Rhea Volij, entre otros, Correa da vida a una figura crucial en el anarquismo latinoamericano, y también, “uno de los más violentos, en busca de ese cambio radical: puso bombas, causó muertes civiles”.
Por esas acciones, se dispuso su fusilamiento público, en una plaza, a la madrugada. Asistieron algunas personas de la aristocracia, algunos trabajadores, y entre ellos estuvo Roberto Arlt, que escribió una crónica, “He visto morir”. El poeta platense Gabriel Rodríguez Molina publicó en 2020 una novela de sobre el personaje, tomando inspiración del libro de Osvaldo Bayer sobre Severino y la crónica de Arlt, y esa novela es adaptada por Dossena para esta puesta unipersonal que retrata “sus últimos minutos en el calabozo: ¿qué pasa con un cuerpo que está maniatado y que sabe que va a morir, que en pocas horas va a ser un pedazo de carne? ¿Qué piensa?”
La conciencia de la muerte sobrevuela fantasmal por el monólogo de Severino, también la idea de la muerte como espectáculo, “un espectáculo que tiene como objetivo el escarnio público”, dice Correa, en diálogo con EL DIA.
Es una obra, en ese sentido, “profundamente romántica”, no en el sentido amoroso, sino en el trágico: “Severino es alguien que jugó fuerte y pagó, con la frente en alto, con los ojos abiertos: le quisieron vendar los ojos y se negó. La obra tiene ese espíritu romántico: va a morir, pero lejos de caer en la pesadumbre del final de su vida, no claudica en sus ideas. Puso el cuerpo por un mundo más justo”, cuenta Correa.
Pero “Severino” no es mero texto pronunciado: cuenta con “una partitura física y sonora”, dice Correa, donde a la puesta minimalista la acompaña el bandoneón ejecutado por Carla Vianello, que ejecuta música de Julio Coviello. Correa se mueve a través de ese espacio musical.
“Es una obra con una fisicalidad muy cercana a la danza. La puesta es minimalista para que se despliegue esta fisicalidad, como si fuese una partitura musical, con altos, con bajos, con una dinámica puesta no solo en la fuerza de la palabra, sino también en los ritmos físicos, que van a punto o contrapunto con el bandoneón, y con el texto como partitura central”, explica.
Por supuesto, eso carga de exigencia al actor, que tiene todas las miradas puestas sobre él en escena: “Es intimidante”, acepta, “porque toda la respiración está puesta sobre un cuerpo: cómo lleva adelante el ritual teatral, con qué ritmo, con qué niveles de atención y distensión, con qué matices, cómo hace ese cuerpo para que todos respiremos en esa sala de la misma manera, con la misma fuerza. Como la música: si yo toco siempre la misma cuerda cualquiera se distrae, empieza a mirar el techo”.
Correa toca varias notas: su Severino expresa desde la fragilidad y la potencia de su cuerpo la mirada de un hombre que se volvió mito y busca, a través de un tono confesional, eludir el acontecimiento -el fusilamiento mismo- para destacar las reflexiones que un poeta se hace frente a la muerte, entre fantasmas y silencios, antes que los rifles lo callen para siempre.
Ese Severino que piensa hasta el final “se resignifica siempre” frente al presente donde le toca aparecer, dice Correa, “porque vuelve a plantearnos la necesidad de ponerle el cuerpo a las ideas, y la posibilidad de pensar la existencia, de pensar cómo mejorar colectivamente, pensar que todos tenemos derecho a lo básico, pero también a la belleza, al arte, a vivir amorosa, amistosa y armoniosamente. Volver a soñar con eso es volver a pensar que es posible”.
“Los métodos, las formas, las podemos discutir, pero debemos retomar la historia de nuestros antepasados”, cierra el actor. “Severino resignifica dar la vida por las ideas, los ideales, en un mundo donde pareciera que si tenés algo tenés posibilidades de pasar la tormenta, y si no tenés nada, tenés altas chances de que te lleve la marea. Volver a pensar eso, volver a sentir la fuerza colectiva, es lo que nos puede llevar a un mejor horizonte”.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE