No habrá mejoras en el tránsito si no se educa a la población

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Mientras no exista un mayor nivel de educación en los conductores de vehículos, en las calles y rutas de la Región se seguirá jugando una peligrosa ruleta rusa en la vía pública. Y en ese panorama en donde, por lo visto, la suerte tiene más valor que las leyes, estará siempre en alto riesgo la vida y la salud de personas acaso incautas que creyeron en que los semáforos y otras señales son respetados por todo el mundo, cuando lamentablemente muchas veces no es así.

Tal como se dijo en este diario, el tránsito no para de dar malas noticias. Sólo en los pocos días que van de agosto hubo tres episodios con resultado mortal en la Ciudad. No corresponde ahora, que se encuentran bajo las primeras investigaciones periciales y judiciales, formular consideraciones acerca de esos últimos casos. Y sí advertir que a lo largo de 2024 ya son 32 las víctimas fatales a raíz de episodios ocurridos en calles, caminos y rutas de nuestra zona.

Las estadísticas tienen mucha importancia para extraer conclusiones valederas. Sin embargo, en el caso del tránsito, nunca se da a conocer cuántas de las personas que resultaron heridas pudieron haber fallecido muchos días o meses después. Ni tampoco se suelen ponderar las secuelas que quedan, las discapacidades psicofísicas que todo incidente vial puede causar.

Lo concreto e indiscutible es que el drama y la tragedia van de la mano en una sucesión de episodios que convierten a las vías camineras en verdaderas trampas mortales. Los datos policiales y judiciales existentes no dejan dudas acera de la seguidilla de graves incidentes viales que desnudan una triste realidad.

Pocos controles de velocidad, escasos operativos para impedir que, por ejemplo, la mayoría de los motociclistas crucen en forma sistemática los semáforos con luz roja, avancen en zigzag a velocidades de vértigo por calles y avenidas, carezcan de luces reglamentarias y pongan en riesgo a las personas que manejan vehículos o son peatones.

Aunque no faltan, claro, conductores de autos, camionetas, micros, camiones y otros vehículos que tampoco cumplen con las indicaciones y leyes viales. “Estamos a la buena de Dios...”, sintetizó hace meses un platense en este diario, al aludir al problema del tránsito.

Los especialistas lo han dicho ya en reiteradas oportunidades, a lo largo de las últimas décadas. Se estima que casi una tercera parte de la vida de las personas adultas transcurre, de una u otra manera y a lo largo de todas las jornadas, en la vía pública. Y que en los muchos años de educación escolar –sumados el jardín, la primaria y el secundaria- no se les inculca a los chicos ningún principio educativo acerca de cómo deben comportarse en las calles, sea como conductores, pasajeros o peatones.

Los gobiernos de distintas jurisdicciones entregan todos los días un registro de conducir a jóvenes que, además de algún mínimo conocimiento teórico, deben saber eludir vallas o estacionar. Pero esos chicos no tienen principios asentados sobre la responsabilidad que supone el tránsito callejero, sobre las obligaciones que les incumben y los derechos de terceros que deben respetar.

Mientras no se avance siquiera un paso en esa dirección, nuestro país seguirá contando, año tras año, las víctimas que dejan la irracionalidad, la indisciplina y la falta de educación Y en las rutas y calles seguirá en juego, como todos los días, una peligrosa ruleta rusa.

 

 

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