De la cultura del chirlo y el chancletazo a poner límites sin violencia
Edición Impresa | 22 de Septiembre de 2024 | 09:13

Un chirlo, una zamarreada, un grito después de que se hayan mandado una macana. Todo eso pareció durante décadas algo habitual en la crianza de los hijos.
Sobre este tema también se explaya Claudia Portillo en El Día Perfecto. “Poner límites está bien, pero violentamente no. Está prohibido desde el año 2015 a través del Código Civil y Comercial. Los límites son necesarios como ‘no cruces la calles, no toques ese enchufe’, pero no violentamente”.
“Todo lo que implica golpes, tirones y la famosa chancleta es considerado violencia, así también como la psicológica”, aclaró.
La consecuencia en estos casos, agrega, es que “los niños empiezan a naturalizar la violencia, porque si creen que los padres lo hacen ellos lo pueden hacer con los compañeros o con una novia en la adolescencia”.
Diversos estudios de varias universidades coinciden en que los chicos que padecen maltratos desarrollan actitudes más antisociales, son violentos y pueden desarrollar problemas mentales.
En un estudio publicado por Unicef reveló que en nuestro país el 46,4% de los adultos reconoció que utiliza la violencia física para criar a sus hijos e hijas, lo que demuestra que hay una fuerte naturalización de la violencia como forma de crianza.
Es decir que la violencia se ve como algo natural. Si el uso de la violencia se vuelve habitual en la crianza, es imposible construir contextos libres de maltrato para los chicos y las chicas.
Es necesario desnaturalizar. Es decir, no tomar como “normal” la idea de que los golpes son una forma de enseñar algo positivo o que constituyen un “derecho de los padres y madres” frente al que no hay que intervenir.
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