Ambientalistas alertan por la protección de la selva amazónica

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Alexis Damancio Silva no puede olvidar las dificultades en su pueblo de Puerto Nariño, en el extremo sur de Colombia, el año pasado cuando una sequía extrema casi secó el río Amazonas. Murieron delfines rosados y peces. Los cultivos se secaron. El pueblo perdió su fácil acceso a los mercados.

Silva tiene la esperanza de que Estados Unidos ayude a financiar proyectos que podrían hacer que comunidades indígenas como la suya sean más resilientes, como paneles solares para refrigerar pescado, por ejemplo, o cisternas para captar el agua de lluvia.

“Pedimos al gobierno del presidente Trump... que nos envíe recursos”, para ayudar a los indígenas de la región, dijo. Poco viene del Estado, añadió.

Los grupos ambientalistas dicen que es poco probable que eso ocurra, y eso fue incluso antes de que el presidente estadounidense Donald Trump congelara fondos para casi toda la asistencia extranjera.

Temen que la segunda administración de Trump no traiga nada bueno para la selva amazónica.

Además de la decisión de Trump de retirarse del acuerdo climático de París, temen que recortará los fondos para acciones policiales contra la tala ilegal, la minería y otras cosas que han dañado la selva tropical.

También les preocupa que respalde a políticos de derecha que favorecen un desarrollo agresivo en el Amazonas, que es crítico para almacenar dióxido de carbono que de otro modo calentaría el planeta.

“Las implicaciones de la administración Trump para la selva amazónica van desde muy preocupantes hasta horribles”, estimó Andrew Miller, director de la ONG Amazon Watch.

La primera semana de Trump estuvo cargada de órdenes que priorizaban los combustibles fósiles, incluyendo una emergencia energética y su intención de eliminar barreras para desarrollar petróleo y gas.

La ministra de Ambiente de Brasil, Marina Silva, dijo que el regreso de Trump representa una prueba significativa para la democracia de Estados Unidos y las instituciones internacionales, y que como el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero, es “crucial” que Estados Unidos cumpla con sus responsabilidades.

 

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