Aprovechar la oportunidad
Edición Impresa | 15 de Octubre de 2025 | 03:11

Daniel Artana
Iinfo@fiel.org.ar
Las fuertes turbulencias que afectaban a la economía argentina se pausaron al conocerse el fuerte apoyo del gobierno de Estados Unidos al país. En la previa y luego de las elecciones de la Provincia de Buenos Aires, la combinación de un riesgo político en ascenso y algunas debilidades del programa económico generaron la sensación de “frazada corta”. El consenso parecía ser que no habría divisas suficientes para sostener el techo de la banda cambiaria y cumplir con los pagos a los bonistas de enero 2026.
El pánico parecía algo exagerado. En definitiva, con un traslado de la depreciación del tipo de cambio a precios bastante contenido, la falta de acceso a los mercado obligaba al gobierno a comprar dólares en el mercado para servir la deuda y eso, en el corto plazo, habría presionado al alza al tipo de cambio real y seguramente habría obligado a terminar con la banda de flotación cambiaria o, alternativamente, a subir el techo.
De hecho, si se observa el programa acordado con el FMI se preveía un acceso al mercado por US$ 4.000 millones en 2026 y US$ 5.000 millones en 2027 y mejoras en las reservas equivalentes a US$ 1.000 millones por mes. Reemplazar con más compras en el mercado los US$ 9.000 millones no parecía de una entidad tal para derrumbar el programa económico. Eso no significa que pudiera cumplirse con las metas de acumulación de reservas más esas compras adicionales dentro de la banda cambiaria vigente, pero no implicaba que caminábamos inexorablemente al default.
Pero la política había metido la cola al tratar de moderar la depreciación del tipo de cambio. Eso se había concretado a través de ventas de futuros, restricciones a la liquidez y subas en la tasa de interés y, al final, con alguna venta de dólares spot. El impacto sobre la economía fue negativo. Por ejemplo, desde la fecha de inicio del programa (el 14 de abril) y mediados de julio, la tasa de adelantos en cuenta corriente para empresas promedió un 38% nominal anual. Desde entonces, subió a niveles inusitados, alcanzando un máximo de 93% el 18 de agosto. Claramente, eso tuvo un impacto negativo en la economía real que ya mostraba algunas señales de estancamiento.
Luego de que expirara la ventana de 3 días para liquidar exportaciones del agro sin retenciones, la tensión en el mercado financiero reapareció. Hay incertidumbre acerca de cuál será el régimen cambiario post elecciones de octubre. Parecería que el gobierno ha abandonado la idea de controlar el problema vía aumentos de tasas (que no funcionó). De hecho, a finales de septiembre la tasa de adelantos en cuenta corriente para empresas se había reducido a 45%.
Se optó, en cambio, por introducir algunas mínimas restricciones a la operatoria de personas físicas en el mercado cambiario y el costo a pagar fue que reapareció la brecha cambiaria.
El apoyo del Tesoro de Estados Unidos debería reducir los temores al default y en particular el swap de monedas podría utilizarse para moderar la volatilidad en el mercado cambiario, aún en un contexto sin bandas.
Corregir errores
Pero eso no significa que se arreglaron mágicamente todos los problemas. Más bien, es un puente que habrá que aprovechar para corregir algunos errores políticos y económicos.
Desde que comenzó la gestión del Presidente Milei, el Congreso migró de un apoyo inicial a romper los vetos. Además, cualquiera sea el resultado de la elección del 26 de octubre, el gobierno no alcanzará la mitad más uno que necesita para aprobar leyes. Por ello, inexorablemente, deberá negociar con la oposición moderada.
Un avance importante sería lograr que se vote un presupuesto para 2026 que mantenga el orden fiscal pero que, al mismo tiempo, acomode algunos reclamos de esa oposición. Ese primer paso debería ir seguido por la reforma laboral y la tributaria.
En definitiva, la mayoría de los gobernadores tiene incentivos para apoyar medidas que eviten sobresaltos económicos porque éstos también afectan su gestión.
Luego de las elecciones de octubre habrá que abandonar la idea de que el Banco Central sólo compra en el piso de la banda y reconocer que la acumulación de reservas es necesaria para reducir el riesgo país y eventualmente administrar una flotación libre del peso. Y si se cumple con lo previsto en el programa firmado con el FMI, una parte de esas compras pueden hacerse con emisión no esterilizada porque la economía debería remonetizarse en pesos, según lo previsto allí, lo que además está avalado por el bajo nivel de los agregados en pesos comparado con momentos de similar tasa de inflación. En definitiva, sólo la emisión en exceso de lo que pida la demanda de dinero genera presiones inflacionarias.
Eso requiere también abandonar la idea de la dolarización, ya que tiene costos importantes para el funcionamiento de la economía a largo plazo, más allá de que aceleraría la reducción en la tasa de inflación.
En resumen, luego de que se conozca la fuerza de cada actor político en el Congreso el 26 de octubre, hay una enorme oportunidad de avanzar hacia una economía más normal, aunque probablemente el crecimiento y la desinflación avancen a pasos más lentos que los que habrían sido posibles si no se hubiesen cometido errores. Pero esos avances son claves para abandonar la decadencia a la cual nos ha sometido el populismo.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE