Tensión dentro del peronismo: las negociaciones en la Casa Rosada alimentan rumores de fractura del bloque

En los pasillos del poder, se percibe una creciente preocupación por la estrategia de diálogo del gobierno con varios gobernadores, que podría socavar la unidad del bloque Unión por la Patria (UP). El eje del debate gira en torno a los acercamientos que desde la Casa Rosada se están impulsando con mandatarios provinciales, un movimiento que para muchos dirigentes peronistas representa un riesgo político serio.

Según fuentes que conocen las negociaciones, el vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli, ya mantuvo reuniones con mandatarios como Javier Jalil (Catamarca) y apunta también a acercarse a dirigentes como Sergio Ziliotto (La Pampa), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Jaldo (Jorge Jaldo) (Tucumán) y Sergio Sáenz (Salta). Este tipo de gestos generan alarma en la estructura del peronismo nacional ante la posibilidad de que parte de esos mandatarios se alineen fuera del bloque tradicional. 

Desde el interior de la UP se plantea que la estrategia gubernamental puede derivar en una “desbandada” de provincias que históricamente se consideraban parte del núcleo peronista. El temor principal es que estos mandatarios utilicen la negociación con el Poder Ejecutivo para conseguir beneficios puntuales —como recursos, obras o flexibilización de exigencias—, sin comprometerse con la disciplina partidaria.

Para muchos analistas, esto supondría un hito: el bloque que agrupa a los peronistas en el Congreso podría ver su mayoría interna resquebrajarse, alterando no solo la estrategia electoral del 2027 sino también la operatividad legislativa.

Consecuencias políticas inmediatas

El debilitamiento de la cohesión en la UP podría repercutir de varias maneras. Por un lado, cambio en la dinámica de poder interno del peronismo, donde los gobernadores podrían devenir jugadores clave con mayor independencia.

También la pérdida de control del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, lo que dificultaría la aprobación de proyectos de peso para el Gobierno. Y además provocaría la reformulación del mapa político provincial y nacional, con posibles migraciones de apoyos hacia el oficialismo o hacia espacios intermedios.

Lo cierto es que el momento político no ayuda: el Gobierno atraviesa su fase inicial de gestión, y sus interlocutores se mueven en un contexto de expectativa y vigilancia constante. En este marco, cada encuentro provincial, cada “abrazo político” y cada anuncio de obras quedan bajo la lupa de la dirigencia peronista, que busca contener la hemorragia antes de que se transforme en fuga.

En definitiva, el reloj está corriendo para el peronismo: si no logra contener esta oleada de negociaciones provinciales independientes, la unidad del bloque “tradicional” podría verse comprometida, y con ella, la estrategia política de cara a los próximos años.

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