"Hijo mayor": una "ficción personal" sobre la experiencia de la diáspora coreana

Cecilia Kang, la directora de "Partió de mí un barco llevándome", debuta en la ficción ("aunque es una ficción con trampa") con la película que se verá mañana en el Fesaalp, gratis

Pedro Garay

Cuando todavía era vocero presidencial, Manuel Adorni contó que los cambios en el INCAA se justificaban porque nadie veía cine nacional. Y citó un ejemplo: “Partió de mi un barco llevándome”, de Cecilia Kang, había llevado según él 80 espectadores.

“Hubo que bancarselo”, se ríe Kang, con ironía. En realidad, el premiado documental había permanecido 10 meses en cartelera en el Malba, y también había pasado por la porteña Sala Lugones, con funciones a sala llena hasta que tuvieron que dejar la sala para permitir la proyección de otras películas. “En realidad, fueron más de 10 mil personas”, cuenta Kang sobre la película ganadora en los Premios Sur como mejor documental y premiada en el Festival de Mar del Plata.

Dos años más tarde, Kang vuelve a la cartelera con “Hijo mayor”, premiada en Locarno y que se proyectará mañana en el Festival de Cine Latinoamericano de La Plata, Fessalp (mañana a las 21 en Cine Select del Pasaje Dardo Rocha, gratis): una película donde continúa explorando historias relacionadas a la migración de la comunidad coreana. Pero en esta ocasión se trata de una ficción, la primera en su carrera. Aunque “en el sentido clásico uno podría decir que es mi primera ficción, pero es una ficción con trampa”.

“Es mi primera ficción, pero es la historia más personal que he hecho hasta ahora. Está basada en la historia de mi papá, de mi propia familia. Pero sentía que la única forma de ser honesta con esta historia era trabajar con el dispositivo de la ficción para alejarme un poco, poder concentrarme de lo importante. Porque si bien es una historia personal, es una historia que trata temas universales, como las consecuencias de ser migrantes, o hijes de migrantes”, afirma Kang en diálogo con EL DIA.

“La ficción”, dice, “te habilita a explorar emociones muy íntimas pero con un dispositivo, con herramientas, que te ayudan a alejarte. Si alguien me pidiera hacer un documental de mi familia, no podría. Pero sí había una historia que necesitaba contar, basada en esos recuerdos, inspirada en mi familia. Entonces, la ficción fue una ayuda para contar esa historia”.

Y entonces habla de la trampa: “Trato de no pensar en términos de ficción y documental: todos mis trabajos juegan un poco con el límite de esas dos definiciones. Y creo que la potencia del cine radica en poder jugar con ese límite: en realidad todo es ficción: uno pone la cámara ante cualquier situación, real o construida, siempre está armando un marco. Entonces la magia del cine está en ver cómo jugar con esos límites que uno dibuja”, explica.

De hecho, en “Hijo mayor” hay un tercer acto documental, o “más documental”: la película sigue a una familia coreana que decide buscar nuevas posibilidades en Argentina y encuentra formas de duelar lo perdido en el camino. Lila, una adolescente coreana-argentina aún no ha encontrado su lugar en el mundo. Mientras tanto, su padre, Antonio, llega a Latinoamérica 18 años antes como un joven en busca de nuevos horizontes, y decide apostarlo todo a la promesa de un sueño de joven inmigrante. Es él quien protagoniza esa tercera parte.

- En tu cine, siempre has hablado de la migración, y en estos años se ha vuelto un tema caliente, que genera puntos de vista contrapuestos, tensión, reacciones conservadoras… ¿Cómo ha afectado tu cine?

- Siendo hija de migrantes, es un tema que me compete, más en este presente donde hay tanta política fascista, lo que pasa en Estados Unidos con ICE, lo que está ocurriendo en Palestina… ¿Cómo puede ser que estemos haciendo un retroceso a políticas que parecían superadas? Y no solo con la migración, con cualquier diversidad, en cuestión de género… Entonces, mis películas han ido dialogando con estos temas, con este presente. Una como cineasta lo que me queda hacer es eso: soy una persona como cualquiera, hago películas y siento esa responsabilidad, si tengo el privilegio de hacer películas, que sean películas que promematicen lo que está pasando, que aportan a que no volvamos atrás, que complementen estas luchas. Dar la discusión, ofrecer una mirada crítica: que personas con poder quieran llevar al mundo hacia un lugar, no significa que todo el mundo sea así. No dejar que avance ese tipo de humanidad tan necio: no hay nada más bello que poder vivir en un mundo diverso, donde las diferentes creencias, razas y demás compongan sociedades múltiples, complejas y por ende más ricas.

- ¿La situación para los migrantes coreanos ha cambiado en estos tiempos de k-pop? Corea del Sur ha permeado mucho en la juventud, con las novelas, con la música, también en Argentina. ¿Eso ha cambiado la situación de la comunidad coreana, con la que trabaja tu cine, en Argentina?

- En Argentina, ha habido una apertura muy grande de la comunidad coreana. Hoy, la comunidad tiene más visibilidad, por las políticas culturales que Corea del Sur gestiona: el soft power. El k-pop, las telenovelas… Gracias a eso, se ablandaron algunos prejuicios, la gente está interesada, quiere saber más. Pero me parece importante que Corea no solo significa eso, hay un montón de otras facetas y capas. Y, desde ya, no es lo mismo hablar de los coreanos que viven en Corea del Sur que los que viven en Buenos Aires, o en cualquier otra parte del mundo. 

- Hace poco leí una entrevista ya hablabas de “Hijo mayor” hace más de una década. ¿Por qué llevó tanto tiempo?

- Son los tiempos de la ficción en Argentina, hay que buscar fondos: esta es una coproducción argentino-francesa, llevó muchos años encontrar la financiación, y después la situación que estamos viviendo en Argentina demoró aún más el proceso. Nosotros teníamos el interés del INCAA, pero este Gobierno vino con todo a eliminar la estructura del Instituto, y como muchas otras películas nos vimos afectados por eso. Hacía que entramos en un proceso de espera, de paciencia. Y de reescrituras, se volvían inevitables porque no teníamos la plata suficiente. Entonces pensábamos cómo reescribir para hacer la película con los fondos que había. Un proceso largo, un diálogo entre las limitaciones productivas y la creatividad: en los momentos de crisis más explota la creatividad, porque es necesaria, porque necesitamos hacer las películas que queremos hacer, no nos queda otra. En un contexto donde la realidad te enseña a ser mezquino, a no dar nada, te quieren quitar todo, mucha gente puso mucho amor para hacer la película: hacer “Hijo mayor” fue una experiencia de humanidad.

- Y después de todo ese trabajo, ¿cómo es estrenar una película en un país donde no hay pantallas para el cine nacional, donde parece que el cine argentino no se puede ver en cines?

- Es difícil. Justamente, en Fuera de campo (el festival de cine que se realizó en paralelo al Festival de Mar del Plata), participé de una mesa de debate donde hablamos sobre la relación entre las películas argentinas y la audiencia. Creo que es un problema complejo, muy grave a nivel estructural por la falta de salas. Y eso es debido a las políticas públicas que están siendo ejecutadas en este momento. Uno no puede decir que a los argentinos no les gusta el cine argentino, es una tontería. Pero a la mayoría de las personas no les llega la información: si hubiera más y mejor comunicación sobre nuestras películas, mucha más gente de la que va iría a ver cine argentino. Hay que cambiar las políticas que generan esta falta de visibilidad de las películas. Es algo que me supera a mí, y mientras tanto, trabajo de hormiga, pelear los espacios y demostrar que estamos, que el cine argentino no solo es premiado en el mundo, también les gusta a los argentinos.

Cine
Cecilia Kang

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