Sembrando terror en Abasto: pesadilla para una familia de agricultores

El ataque fue de madrugada en una vivienda de las calles 203 y 517. Los ladrones se movieron al amparo de la oscuridad y se apoderaron de 10 millones de pesos y una camioneta. Las víctimas quedaron maniatadas

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La inseguridad volvió a golpear con fuerza en las afueras de La Plata. En la madrugada de ayer, una familia de agricultores vivió momentos de extrema tensión cuando una banda de cinco delincuentes irrumpió en su vivienda de madrugada, los redujo a punta de pistola, los ató y escapó con una millonaria suma de dinero y una camioneta.

El episodio ocurrió alrededor de la una de la mañana a la altura de las calles 203 y 517, una zona plenamente rural del partido, donde la oscuridad y la escasa presencia policial suelen ser terreno fértil para los asaltos.

Según pudo saberse, ladrones atacaron cuando la familia estaba vulnerable. Seguro que algunos ya dormidos y otros en planes de hacerlo.

Se sabe que la vida de campo es muy dura, que suele comenzar temprano, casi con las primeras luces del día, por lo que pasadas las 10 de la noche ya las energías van en franco declive y por eso es tan necesario el descanso.

Sin embargo, en este caso, el relax se convirtió en una pesadilla de violencia, ya que apenas pusieron un pie en la construcción, los asaltantes empezaron a sembrar terror.

Bajo amenazas, los maniataron en una habitación, mientras revolvían cada rincón de la construcción en busca de efectivo y otros elementos de valor.

Así, tras varios minutos de tensión, lograron hacerse con unos 10 millones de pesos, joyas, cuatro teléfonos celulares, una cocina, un televisor, un parlante y una camioneta Ford Ranger blanca, patente AC373QI.

Los vecinos de la zona relataron que no escucharon ruidos ni observaron movimientos extraños.

“Vivimos con miedo. Acá no hay controles ni patrulleros; si pasa algo, tardan horas en venir”, contó un frentista que pidió reserva de identidad y en atención a la particular geografía del lugar.

El caso es investigado por efectivos de la seccional séptima, con conocimiento de las autoridades de la UFI N°9, que mandó a pedir un relevamiento de pruebas en busca de elementos para identificar a los autores del ataque.

Si hay cámaras de seguridad en la casa o en los accesos, todo se verá con el tiempo y la situación deberá ser informada a la dependencia judicial interviniente.

Sin dudas, las comitivas policiales deberán recorrer los caminos rurales para intentar reconstruir el recorrido de los ladrones. No se descarta que la banda haya actuado con información previa sobre la presencia del dinero en el domicilio.

El violento robo reaviva el reclamo de los vecinos de la periferia platense, que vienen denunciando un crecimiento sostenido de hechos delictivos en los últimos meses, especialmente en localidades como Abasto, El Peligro, Melchor Romero y Olmos.

Allí, las calles poco iluminadas y la distancia entre viviendas favorecen la acción de grupos armados que operan de madrugada o al caer la noche.

“Estamos cansados de vivir con miedo. No alcanza con los retenes eventuales; necesitamos presencia policial permanente”, expresó una habitante de la localidad.

Los investigadores no descartan que en varios de los últimos casos pudieran haber actuado los mismos delincuentes que se desplazan entre partidos vecinos aprovechando la falta de vigilancia constante. Tampoco que tengan base operativa en la zona sur del Conurbano bonaerense.

Mientras tanto, la familia víctima del asalto permanece en estado de shock. Si bien nadie resultó herido, el mal momento seguramente tardará tiempo en pasar al olvido.

El miedo, la angustia y la desconfianza suelen quedar grabados en quienes padecen un hecho violento. Detrás de cada asalto no solo hay pérdidas materiales: también existe un daño emocional que, muchas veces, se prolonga mucho más allá del hecho.

Los psicólogos coinciden en que una víctima de robo o violencia urbana atraviesa un proceso de trauma que puede durar semanas, meses o incluso años.

El episodio irrumpe de manera abrupta en la vida cotidiana y genera una sensación de vulnerabilidad extrema.

Entre los síntomas más frecuentes se encuentran el insomnio, la irritabilidad, los sobresaltos ante ruidos, la dificultad para concentrarse y los pensamientos intrusivos que remiten al momento del asalto. En casos más severos, puede desarrollarse un cuadro de estrés postraumático, caracterizado por pesadillas recurrentes, evitación de lugares o situaciones asociadas al hecho y una constante sensación de alerta.

 

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