Kevin Johansen y Liniers “Lo que se sube al escenario es la amistad”
Edición Impresa | 12 de Diciembre de 2025 | 04:10
Kevin Johansen y Liniers llevan subiendo al escenario más de dos décadas: una unión impensada, que funcionó, dicen, porque fue una especie de encuentro entre dos almas afines, que sienten lo que hacen de manera similar, que comparten un sentido del humor cálido pero con algún retorcimiento. Y que se admiran: Kevin, músico pero “hijo de una esteta” que lo llevó por el camino del arte visual, admira a los artistas visuales; Liniers, dibujante, quiere tener “eso que tiene Kevin, a mi no me vino en el software”. Y como todos los dibujantes “soy muy melómanos: los dibujantes somos solitarios, pasamos el día solos dibujando, y la manera más fácil de sobrellevar la soledad es con música. Yo soy muy obsesivo con la música, Kevin lo sufre”.
El resultado es una experiencia difícil de contar, que empezó siendo una especie de show ilustrado en vivo y terminó convirtiéndose en una fiesta de música, humor e ilustración, festiva y caótica, que llega a la Ciudad esta noche: Kevin, Liniers y los The Nada se presentarán en la sala de 58 entre 10 y 11 para cerrar el tercer año desde su regreso a los escenarios.
La dupla comenzó a subir al escenario en 2002, pero tuvieron un parate de más de un lustro hasta que en 2022 decidieron hacer un último show, a modo de despedida. Liniers, establecido en Vermont, volvió para la ocasión, aprovechando además que Argentina jugaba la final del Mundial y era preferible verlo en Buenos Aires y no en Estados Unidos. “Fue tal la felicidad”, del show, del campeonato mundial, se ríe Liniers, que “por eso seguimos haciéndolo dos años más”. “Y fue como un revival”, agrega Kevin, “que la gente recibió muy bien y abrazó. Así que tendremos que hacer un Adiós, Chalchaleros, 20 años más dibujando y tocando”.
De emprender esa larga gira del adiós, serán 40 años de Kevin y Liniers sobre escena, desde aquellos días donde Liniers todavía hacía “Bonjour”, en Página 12, días previos a “Macanudo”, y donde Kevin era el de la música de “Resistiré”. Johansen cuenta que Liniers “había dicho que mi nombre era en realidad Juan Pérez, no Kevin Johansen, y que era de la CIA, así que ya me caía bien”. Y Liniers cuenta entre risas que “escuché a Kevin cantando en la radio y lo fui a visitar, convencido de que iba a conseguir trabajo por los próximos 23 años”, aunque después confiesa que, amante de los músicos, se acercó a él “como quien pone la ñata contra el vidrio” y “de repente me caí del otro lado”.
Así se hicieron amigos, “de comer asados, de charlar de tonterías. Y en algún momento alguien dijo: tenés el escenario en blanco, vacío, tu amigo dibuja, ¿por qué no se juntan? Y en un gesto de confianza ciega de Kevin, y en ese decir sí a cosas que no se hacer mío, nos juntamos”, dice Liniers. “Un gesto de inconciencia”, completa Johansen.
Pero el formato no estuvo claro en un principio. Empezaron colaborando con dibujos para los discos, con un mural para poner atrás en el escenario cuando Kevin tocaba. Después, Liniers apareció en vivo, pero detrás de bambalinas “dibujando en su computadora en penumbras, aportando algo visual al show”.
“Hasta que llegamos al formato actual: él con su escritorio de dibujante en el escenario, haciendo comentarios visuales y verbales”, relata Johansen. Ahora, “Liniers aporta a la música no solo bromas”. Hay una especie de contrapunto entre los dos, “y quizás él es el que está emocionando al público con un dibujo, y yo estoy tirando algo más irónico”.
Es un juego, ante todo. “Todo es un poco improvisado”, admite Liniers, “aunque cuando algo funciona por ahí lo repetimos en otros shows… hasta que nos olvidamos. Porque es lo que a los dos nos divierte, la sorpresa de lo que sucede en el escenario”.
“Y como nos hicimos amigos antes de subir al escenario, lo que subió al escenario fue esa amistad”, sigue Ricardo Siri. La sorpresa, dicen, emerge de la espontaneidad de esa amistad: “De ahí viene una confianza, pero también la posibilidad de la traición”, dice Johansen entre risas. “Esa confianza de la traición es super importante: nos da lugar a sorprender al otro, a hacer una picardía. Yo puedo improvisar una canción que él nunca escuchó en su vida y ver qué pasa, y él, obviamente, tiene una gran cantidad de tretas visuales para hacer conmigo, cosas que veo que hacen reír a la gente, y se ríen de mí, básicamente”.
Están unidos, evidentemente, por una manera de ver la vida, un sentido del humor, que quizás sea lo mismo. “Cuando nos hicimos amigos, sentimos que el otro tomaba lo que hacía de manera similar”, dice Liniers al respecto. “A Kevin le gusta todo tipo de música, de repente hace un tango, pop, bossa nova. Y a mí me pasa con la historieta, a mí me gustan todo tipo de sentidos del humor. Y además él tiene un gran sentido del humor cuando escribe música, sin ser un escritor humorístico. Tomá Ricardo, devolvela”.
“Y Ricardo es como Pollock”, lanza Kevin. “Claro”, responde, en una pequeña muestra del ida y vuelta que ocurre en escena, “mancho a toda la gente de la banda”.
Ese desparpajo es gracias, otra vez, a la confianza que se tienen. Liniers siempre fue solitario y se consideraba hasta tímido. Hasta que subió al escenario. “No padece el escenario”, se ríe Johansen. Uno quiere estar en el escenario con gente que está a gusto, con alma de anfitrión, que la pase bien para proyectar algo que la gente disfrute. Pero… hemos creado un monstruo”.
“Fue medio sorpresa para todos”, se ríe Liniers. “Descubrí que nadie sabe quién es en un escenario hasta que pisa el escenario. El alma de la fiesta lo ponés en el escenario y se vuelve para adentro, y el que está en un rincón de la fiesta lo ponés en el escenario y se pone insoportable, como yo”.
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