“Hacer reír es dificilísimo, es mucho más fácil hacer llorar”

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“La cena de los tontos” es un clásico del teatro de Corrientes, luego de la versión de Suar y Francella, y cuenta el director de la nueva versión, Marcos Carnevale, que la dupla hacía rato quería reeditar el éxito, “pero sin hacerla ellos: querían alguna figura, que pudiera ponerse a la altura de la puesta que hicieron ellos”.

No encontraban, sin embargo, al protagonista. “Hasta que apareció Martín (Bossi), y se empezó a armar”, explica Carnevale, que fue convocado luego por Suar, Hoppe, Bossi y compañía, con quienes ya había trabajado. “Una reunión de amigos”, dice.

Claro, no se pudo negar: “La comedia es mi género preferido”, confiesa el director que ha trabajado con la comedia en cine habitualmente. “Y esta es un clásico total”.

Un clásico puede implicar un peso, sin embargo, pero Carnevale no lo ve así: “Que se haya hecho en cine y teatro sirve de referente, te orienta para resolver distintas situaciones en la pieza”, cuenta. Y dice que “el desafío más grande de la adaptación es que la pieza es de 1980: había una mirada humana, del trato con el otro, bien distinta. Sobre todo en relación a la mujer y al bullying: ‘La cena de los tontos’ trata de alguien que se ríe de alguien. Y hoy creemos que eso se estabilizó, que el bullying se acabó, pero a la vez estamos en una era de mucho hater, de mucha gente juzgando gente, diciendo cosas horribles… Así que la obra puede funcionar como un espejo para lo que somos, para lo que siempre somos, y para lo que creemos que somos: creemos que fuimos para menos, pero quizás fuimos para más”.

La obra atravesó entonces un proceso de reescritura (la versión es de Fernando Masllorens y Federico González del Pino), en particular “los conceptos, la forma de pensar de los personajes”, para traer la acción a 2025. implicó “redialogar bastante, pero la trama sigue igual: eso puede ocurrir en cualquier siglo y es siempre lo mismo, el opresor que oprime al más débil”. También implicó, claro, la aparición de los celulares y las Alexas, que toman el centro de la escena.

Y para Carnevale llevar “La cena de los tontos” implicó también lidiar con dos talentos díscolos, como Bossi y Amigorena. Con Martín, afirma, “el desafío fue dejar de lado el showman, no hay que romper acá la cuarta pared”. De Mike dice que “trae un color muy particular: tiene un humor muy propio, es de él, y eso permitió crear un barrantes no obvio, distinto. Y la mezcla de ellos dos, que vienen de planetas distintos, funciona bien: en la comedia los opuestos son clave”. Laurita, en tanto, es su protegida, “sumamente talentosa” y “la más laburante”.

Con el trío, Carnevale vuelve a la comedia, un género que le queda bien, opina, por genética: “Soy un hombre de carácter italiano”, se ríe. Pero no quiere hacer cualquier comedia: “Me gusta entrar con humor pero hacer pensar, no me gusta la comedia livianita, el gag por el gag. Me gusta que perdure”.

“Hacer reír es dificilísimo, es mucho más fácil hacer llorar”, reflexiona. “La comedia es música. Es timing. Y tiene que tener verdad, al mismo tiempo: es una manera de interpelar al espectador, hacerle ver a la gente su parte buena y su parte mala. El drama es más difícil, cuando te ponés a interpelar te ponés serio… y pasa en la vida: si tengo que decir alguna cosa que no me gusta, si lo hago con humor entra más fácil. Si me pongo serio se arma un sistema de defensa… y termina en un quilombo bárbaro. Y el drama puede llegar a invitarte a pecar de soberbio, de bajador de línea, de ‘vení, te enseño cómo es la vida’”.

Además, afirma, es un buen momento para la comedia. “Uno camina la calle y ve las caras largas, los ánimos golpeados. La gente necesita reírse, el país necesita reírse. Hace rato que acá es un buen momento para hacer comedia”.

 

 

La cena de los tontos
Marcos Carnevale

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