VIDEO. “Cada vez más chicos son huérfanos de padres vivos”
Edición Impresa | 9 de Marzo de 2025 | 03:04

Alejandra Castillo
alecastillo95@hotmail.com
Daniela Leiva Seisdedos es Profesora de historia y de Trabajo y Ciudadanía en dos colegios importantes de La Plata, directora de una revista literaria llamada El Arcón de Clío y autora de varios libros (ver aparte), el último de los cuales acaba de ser publicado. Pero es también aquella chica que llegó a La Plata desde Bolívar y decidió estudiar la carrera de Derecho porque todos le decían- y ella misma se repetía-, que con el sueldo que cobraban los docentes en los primeros años de la década del ’80 no podría sobrevivir.
Cuando le faltaban 5 materias para convertirse en abogada decidió por fin escuchar esa otra voz que puede equivocarse, pero mentir nunca, que le decía que lo suyo era estar en un aula, sin que importara nada más.
Cuatro décadas pasaron desde entonces. Los sueldos siguen siendo malos, desafíos nuevos se presentan a diario y augura Daniela que “la docencia va camino a ser una profesión en extinción”, pero sabe que no se equivocó en elegirla: “Me encanta enseñar”, dice “y quiero que todos mis alumnos salgan mejores que yo, porque es la única manera de ver el valor de la superación. Es una tarea muy importante; si hasta los presidentes van al colegio”. De esto y mucho más charlamos en el mano a mano con esta docente de profesión y corazón.
CELULARES, ¿SI O NO?
Un relevamiento reciente realizado por el Observatorio de Argentinos por la Educación y Andrea Goldin (CONICET y Laboratorio de Neurociencia, Universidad Torcuato Di Tella), da cuenta de que el 54% de los alumnos consultados declararon utilizar todos los días el celular en la escuela y, de 80 países que participaron en PISA, Argentina encabeza el ranking de los chicos más distraídos por el uso de los teléfonos en clase (ver recuadro).
Para Leiva Seisdedos, “hay una polarización educativa” entre quienes apoyan el uso de estos dispositivos en clase y los partidarios de prohibirlos, “pero esas posiciones tienen que tener un punto de encuentro, porque en el mundo real los celulares están. Algunos o todos lo vivimos como una prolongación del cuerpo, lo cual es malo, aunque también es una herramienta. Gracias a ellos, en la pandemia se pudo continuar con el sistema educativo, incluso en casas donde había uno solo. Tenemos que aprender a usarlo, los grandes y los chicos. Hace un par de años hicimos una película en el colegio Nuestra Señora de Lourdes, íntegramente con el teléfono y los chicos aprendieron”.
Su experiencia la convenció de que la clave está, justamente, en la utilización que del dispositivo se haga. Y para ello “tiene que haber reglas”, insiste, porque “a veces son los grandes” quienes incurren en prácticas nocivas: “Muchos padres llaman a sus hijos en horario de clase porque se olvidaron de decirles algo y les piden que los atiendan”.
El teléfono, agrega, “es una herramienta, como una pala o una azada. Si las usás para sembrar, son buenas, si las usás para lastimar a alguien, son malas. No aprendemos el concepto de herramienta. Y la vida se resuelve hoy desde un teléfono”.
ADICTOS A LAS APUESTAS
Las escuelas fueron los sitios en los que se encendieron las primeras luces de alerta por un problema gravísimo que hoy es debatido en distintos ámbitos de decisiones: la ludopatía entre adolescentes. Y, en La Plata, Leiva Seisdedos fue una de las pioneras en advertirlo.
“Hace dos años publiqué un tuit (actualmente la red social X) contando que pasaba algo en las aulas que nadie estaba viendo y consumía a los chicos”, recuerda. Fue después de que un alumno suyo de sexto año, al que ella conocía bien de cursos anteriores, estrelló su teléfono celular en plena clase.
“En 2023 había perdido 40 mil pesos (por apuestas) y estaba mal. Yo lo vi retraído, pero seguí la lógica de pensar que era por amores o porque perdió su club. Luego de ese tuit llegaron notas y el tema comenzó a explotar porque les pasaba a todos los docentes. Me llamaron de España, que ya estaba legislando, y acá todavía no había nada.”
Profesores y maestros pusieron al tanto de la situación a las autoridades, y, con el correr del tiempo, se implementaron distintos protocolos para intentar frenar este drama que, por supuesto, excede a las aulas, como tantos otros.
Las respuestas suelen ser lentas, reconoce la docente, “porque vivimos detrás de los problemas, y cuando estallan no estamos preparados”. En los colegios donde ella da clases, el San Cayetano y Nuestra Señora de Lourdes, “hay charlas, protocolos y hacemos jornadas de educación digital desde hace más de seis años”, aunque aclara que lo que sucede en la escuela es una “caja de resonancia de la sociedad. Lo que pasa afuera, se refleja en 30 o 40 chicos.”
HOSTIGAMIENTO, INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y FESTIVAL DE SIGLAS
El año pasado, la comunidad del Colegio San Cayetano se conmocionó por el caso de un alumno de 13 años que había trucado fotos de sus compañeras para mostrarlas desnudas y viralizarlas. Luego trascendieron otros episodios parecidos, en distintas instituciones educativas de todo el país.
“Les explicamos lo que es el derecho de imagen, pero también les sacan fotos a los profesores dando clases y las ridiculizan”, cuenta Leiva Seisdedos; “siempre hay que dialogar, aunque es difícil, porque en el colegio pasan seis o siete horas, y el resto del día están en la casa. No es un conflicto que se genera en la escuela”.
Con cada ciclo lectivo arrancan también una seguidilla de tradiciones que levantan polémica, como la del “último primer día (UPD)”, por la cantidad de chicos que protagonizan disturbios, causan destrozos, acuden borrachos a clase o padecen accidentes graves como el que le pasó a un adolescente rosarino, que sufrió la amputación de una mano por la explosión de un mortero.
“Y cada vez hay más siglas”, acota Daniela, “pronto viene la presentación de la campera y antes de las vacaciones de invierno el UVI”, que alude a las últimas vacaciones de invierno. Llegan después el viaje a Bariloche y el UUD (Último Último Día), como piezas de un largo etcétera.
“En algunos colegios de CABA comenzaron con el Último día del Estudiante y el Último Primer Día de Primaria. En el secundario tiene lógica porque terminan una etapa, pero en algunos colegios el cambio solo implica subir un piso”, comenta Daniela, segura de que “son los padres los que fomentan eso, porque son los que alquilan los lugares”.
Leiva Seisdedos considera que la mayoría de estas problemáticas confluyen en lo que popularmente se conoce como generación de cristal: “Ayer tuve un problema en una clase de primer año con un chico que se había olvidado una regla para subrayar algo que les pedí. Y se trabó, no se dio cuenta de que podía hacerlo de otra manera. No los estamos preparando para lo que viene. Los encoframos y surgen problemas como la violencia, que no pueden resolver ni los chicos ni los grandes”.
En más de un tramo de la charla la profesora corre el foco de debate de los chicos a los adultos responsables, con quienes, asegura, las instituciones educativas procuran fomentar los encuentros.
“Muchas veces la tarea de los docentes se convierte en burocrática porque tenemos que hacer notas, protocolos y reuniones con los padres, pero la mayoría no va porque no puede. Yo vengo de una ciudad como Bolívar, donde mis padres no iban nunca al colegio pero estaban siempre presentes”.
Por eso cree “que muchos chicos hoy son huérfanos de padres vivos que dicen ‘que se encargue el colegio’”. Desde esa misma posición, por caso, cada vez más adultos optan por no vacunar a sus hijos: “Porque no tienen tiempo o porque no creen, pero desde la escuela tampoco podemos obligarlos”, resalta.
Leiva Seisdedos es crítica también del nuevo sistema de evaluación en la Provincia de Buenos Aires, que eliminó la repitencia en el secundario para impulsar la intensificación de los saberes en las asignaturas que los alumnos no lograron superar.
“No van a repetir –reflexiona- pero van a estar un año o dos recursando la misma materia en distintos tiempos. Lo único que van a lograr es convertir a los colegios en guarderías, para que salgan cuando cumplen 18”.
¿Y después? Una problemática distinta, no menos complicada.
“Doy clases en tres sextos, es decir que son noventa chicos, además de talleres preuniversitarios. Ya tengo 15 que abandonaron al tercer día de la facultad porque no entendían las palabras. No tienen tolerancia a la frustración. Todos hemos desaprobado exámenes y seguimos, porque la vida es eso”.
A la hora de responder qué es lo mejor y lo peor de su trabajo, Daniela no duda en decir que le “encanta” el oficio de estar frente a sus alumnos, pero le molesta que “cada vez se enseñe menos, no por los programas, sino por la cantidad de cosas que los docentes tenemos que resolver antes de empezar a dar clases”.
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