Historias de “mototaxis”: ventajas y riesgos de viajar en dos ruedas
Edición Impresa | 20 de Abril de 2025 | 05:53

Alejandra Castillo
alecastillo95@hotmail.com
Por economía, rapidez, disponibilidad y, por qué no, también por gusto, hay un medio de transporte que se impone cada vez más entre las costumbres urbanas de La Plata: los “mototaxi” disponibles en dos aplicaciones de viajes.
Buena parte de los usuarios son jóvenes que los eligen, sobre todo, porque “llegan rapidísimo, van a cualquier lado y la tarifa es casi la mitad de la de un auto”, dice Candela, estudiante universitaria que tiene a este sistema como su modalidad de traslado de cabecera.
La contracara es que las motos son blanco recurrente de asaltos y accidentes viales graves (basta con ver con las crónicas policiales de todos los días), y más de uno tendrá que lidiar con ciertas fobias personales, como el miedo a la velocidad, tener que usar un casco que 5 minutos antes se quitó otra persona o la cercanía con un perfecto desconocido.
“Podés llevar tu propio casco, sujetarte de la agarradera y los que manejamos estas motos sabemos hacerlo muy bien”, retruca Sebastián, quien se sumó a estas aplicaciones casi desde su arranque y, antes, fue repartidor para zafar de la encerrona de la cuarentena. Dice que este trabajo le “encanta” porque no se aburre, a pesar de que hace poco más de un año dos motochorros le pegaron tres tiros que lo dejaron al filo de la muerte.
Edgardo Toloza tiene 44 años y también trabaja como mototaxi para una de las aplicaciones, aunque bien podría tomar viajes de las dos. “Acá hay libertad para manejar nuestras conexiones y desconexiones. Cuando hay baja demanda, la mayoría tiene encendidas las dos aplicaciones y cuando sale un viaje se desactiva de la otra”, explica este hombre que durante las mañanas es encargado de un edificio y por la tarde hace viajes con su moto. Podría decirse que esto es una changa para abultar su sueldo en blanco, pero el propio Edgardo reconoce que llevando pasajeros en su FZ 150 puede ganar, en una semana (con más horas, claro), su salario mensual.
Lo único seguro es que en este oficio sobran las anécdotas, de las buenas, las graciosas y también de las muy malas.
“TODOS LOS VIAJES Y TODOS LOS BARRIOS”
Edgardo trabaja desde hace muchos años con su moto, primero haciendo reparto para locales comerciales, después para aplicaciones y, desde hace un año, como chofer. Prefiere este sistema a tener que conducir un auto, sobre todo para una remisería: “Tenés que cumplir horario para una agencia, haya viajes o no, mientras que yo puedo conectarme desde cualquier ciudad donde funcione la aplicación”.
Para sumarse a la empresa, tuvo que presentar la documentación de la moto, la póliza de seguro actualizada, registro de conducir, DNI y antecedentes penales. Tienen que llevar dos cascos, el vehículo no puede ser eléctrico ni tener una cilindrada menor a 110 cc. Cumplidos estos requisitos, la empresa les envía a los nuevos conductores una serie de videos relacionados con diversidad de género, preguntas que no se deben hacer y hasta simuladores de manejo.
El uso de este servicio se fue ampliando, igual que la cantidad de vehículos disponibles: “Al principio teníamos clientes muy jóvenes que iban hasta la facultad o salían de los boliches, sobre todo extranjeros acostumbrados a los mototaxi, como brasileños, ecuatorianos o peruanos”, comenta Edgardo, aunque ahora la demanda se diversificó.
Asegura que “hoy en día gente grande también se sube”, sobre todo porque “el viaje vale casi la mitad de uno en auto”. Claro que eso tiene que ver con la ley de la oferta y demanda que rige a este sistema.
Cuando en la calle hay más clientes que choferes, se activa la “tarifa dinámica”, que puede elevar el precio de un traslado a casi el doble. “De 11 de la noche en adelante aumenta porque hay menos conectados y más pedidos, pero ahora eso cambió. Los chicos se arriesgan más, porque la madrugada tiene sus riesgos”, reconoce, y la tarifa dinámica también puede activarse de día, en horarios pico o con clima desapacible.
Los mototaxis lidian con más de un problema en las calles: el tránsito, los ladrones -a Edgardo dos motochorros le quitaron su vehículo y pudo recuperarlo gracias al GPS (fue a buscarlo con tres patrulleros)- y también el acoso de algunos clientes. Recientemente un chofer de Uber se volvió viral en las redes por denunciar que recibía ofertas sexuales prácticamente a diario.
“Me pasó con una chica que llevé a Villa Elvira y quería que nos encontráramos en un boliche a las 3 de la mañana, después de que se durmiera el novio, y también un pibe que me sugirió algo muy explícito al pedir el viaje”, cuenta Toloza.
En otra ocasión, en la que recuerda haberlo pasado “verdaderamente mal”, un pasajero le mostró su miembro una vez que llegaron a destino, situaciones que habilitan a los choferes a bloquear a ciertos clientes. De hecho, recientemente Edgardo aplicó esta sanción a un pasajero que viajaba todas las noches, a las 2 de la mañana, hasta “la casa del transa, en el barrio El Mercadito”.
Fuera de eso, aclara el muchacho, “yo llevo a todos. Tomo todos los viajes y entro a todos los barrios”. Es que personas de contextura grande u obesas han denunciado discriminación de parte de mototaxis que se niegan a trasladarlas porque “pueden desestabilizarlos”.
“PASARLA BIEN Y NO ABURRIRME NUNCA”
La vida de Sebastián estuvo ligada a las motos desde casi siempre. Tuvo una concesionaria, un taller, la usó para hacer repartos y poder estar en la calle durante el aislamiento por coronavirus (encima, recuerda, “se ganaba muy bien”) y, desde hace poco más de dos años, se sumó a una de las aplicaciones para ser mototaxi. “Tengo más de 5.000 viajes”, apunta.
Por tratarse de una actividad que no está regulada, no hay precisiones sobre la cantidad de vehículos y choferes habilitados, pero, solo en La Plata, serían más de 1.000.
“Se hizo muy popular porque para tomarte un micro tenés que caminar, esperar y regalarte en una parada, sobre todo de noche. A la moto podés pedirla desde la aplicación de tu celular, aparece y te lleva aunque vayas hasta una tranquera en medio de un campo”, ejemplifica Sebastián.
Más allá de algunos casos aislados como los ocurridos recientemente en la zona de barrio Aeropuerto, los choferes no temen de los pasajeros. “Es muy raro que haya pedidos truchos -dice Sebastián- suelen hacerlos con un DNI o un celular robado”; pero no abundan esos hechos. Y si la inseguridad es el tema, Sebastián puede dar una charla TED.
El 21 de enero de 2024 evitó que lo asaltaran dos pibes en una KTM 390 robada pero, a cambio, recibió tres tiros por los que casi se desangra. Uno le atravesó las piernas, otro quedó alojado en un muslo y el tercero le cortó una arteria, debajo de la rodilla.
“Lo malo fue la inseguridad, pero lo bueno fue cómo me curaron en el hospital público, que los fueron a buscar inmediatamente y los condenaron”, reflexiona (ver aparte).
Sebastián suele trabajar más de ocho horas y, aunque el horario lo maneja a su gusto y necesidad, mantiene cierta rutina. Arranca a la mañana, corta después del mediodía y retoma a la tarde, en un turno que, los fines de semana, puede extenderse hasta las 3 de la mañana, dependiendo del termómetro de la calle: si está “muy desolado” o ve motos con personas “con actitud rara”, se va a su casa.
No es un trabajo fácil, aunque, coinciden los choferes, se gana bien y tiene pocos gastos: pueden ganar unos 9.000 pesos por hora con un gasto de 5.000 pesos por día. Algunas mujeres se sumaron a la aplicación, aunque no abundan. “No todas se bancan ir a buscar a alguien que no conocés, a la 1 de la mañana, en un descampado”, opina Sebastián.
“Este trabajo me gusta mucho. Por mi edad no creo que pueda aguantarlo mucho más, pero me encanta. Si un genio saliera de una lámpara y me concediera un deseo, no pediría plata, ni mujeres, ni autos: quiero pasarla bien y no aburrirme nunca y en este trabajo la paso bien y no me aburro. La felicidad la lleva cada uno. Y yo estoy vivo”.
En Argentina existen cinco aplicaciones de viaje y no están reguladas, con excepción de unos pocos distritos. En La Plata hay dos plataformas de mototaxi -Uber y DIDI- y aunque no son legales, su uso es cada vez más frecuente.
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