Les robaron mientras dormían en un barrio privado

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La paz del domingo en el barrio cerrado “Nuevos Aires”, enclavado sobre la calle 44 entre 162 y 164, se vio brutalmente quebrada por un hecho que hiela la sangre: un robo perpetrado con tal sigilo, frialdad y precisión que, por momentos, parece sacado de una película de espionaje. Eran alrededor de las 10.05 de la mañana cuando el silencio fue interrumpido por un tenue chirrido.

Una pareja dormía plácidamente, sin saber que el peligro ya había cruzado el umbral de su hogar. Fue el instinto, o quizás la intuición aguda de lo extraño, lo que llevó a uno de los dos a despertar. Inmediatamente revisó las cámaras de seguridad y captó el momento exacto en el que dos sujetos salían de su casa. Para ese entonces el robo ya estaba consumado.

Al revisar las filmaciones, la verdad emergió con una crudeza escalofriante: se habían movido con la destreza de expertos, con el aplomo de quienes conocen el tiempo exacto que deben permanecer y cada movimiento que deben evitar. Lo más aterrador: recorrieron toda la casa, habitación por habitación, probablemente incluso la principal, donde dormían sus dueños. Lo hicieron sin provocar un solo ruido, sin dejar una sola marca, sin despertar a nadie. Como fantasmas.

Solo al final cometieron un error: cerraron la puerta de forma que alertó a la pareja. Ese mínimo acto, apenas un descuido, fue lo que impidió que el golpe fuera perfecto.

Al momento de ordenar y hacer el inventario descubrieron que se llevaron dos celulares, una PlayStation 5, dos notebooks y una billetera con $50.000 en efectivo y 500 dólares.

El profesionalismo y la experiencia delictiva con el que estos intrusos perpetraron el atraco se puede observar en el plan que pusieron en marcha para huir. Las cámaras captaron cómo apenas tuvieron acceso a la propiedad tomaron un tablón que había en la propiedad y lo ubicaron sobre un paredón de dos metros de altura. Este “puente a la impunidad” cumplió con su finalidad ya que cuando debieron abandonar la finca, lo cruzaron en segundos y desaparecieron.

Lo sucedido vuelve a poner en el centro de la escena el “modo ghost”, esta nueva clase de amenaza que no irrumpe con violencia, sino que se infiltra con inteligencia. No rompen ventanas. No fuerzan cerraduras. No gritan. Solo entran, se deslizan, y toman lo que quieren mientras las víctimas duermen a escasos metros.

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