El operativo Osinde y una emboscada que terminó en masacre: el día que Perón volvió al país, un regreso teñido de sangre
| 20 de Junio de 2025 | 08:09

Lo que debía ser una jornada histórica de reencuentro y júbilo popular terminó en uno de los episodios más sangrientos de la historia política argentina. En medio de una multitud de más de dos millones de personas que se acercaron a recibir al general Juan Domingo Perón tras 18 años de exilio, una emboscada armada organizada por sectores de la derecha peronista dejó al menos 13 muertos y más de 300 heridos. La fecha quedó grabada en la memoria colectiva como la Masacre de Ezeiza.
En ese entonces, la Argentina de 1973 vivía una efervescencia política sin precedentes. Tras el fracaso del autodenominado "Gran Acuerdo Nacional" impulsado por la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, se convocaron elecciones libres, pero con una condición: Perón seguía proscripto como candidato. Por eso, el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) impulsó la fórmula Héctor Cámpora - Vicente Solano Lima, con el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
El 11 de marzo, Cámpora ganó las elecciones y asumió el 25 de mayo en medio de una plaza colmada y una primavera política. Apenas un mes después, Perón decidió regresar formalmente, y Cámpora preparó su renuncia para allanar su candidatura en elecciones futuras. La movilización para recibirlo fue impulsada por todo el arco del peronismo. Pero el movimiento estaba fracturado: de un lado, la Juventud Peronista, Montoneros, FAR y otras organizaciones revolucionarias; del otro, el sindicalismo ortodoxo, sectores del peronismo tradicional y grupos armados de derecha, que ya se preparaban para disputar la conducción.
Fue así que el acto de bienvenida al líder del peronismo, quien regresaba tras su exilio en Madrid aquel 20 de junio de 1973, fue montado en una zona próxima al aeropuerto internacional de Ezeiza. Desde temprano, columnas enteras de la Juventud Peronista, Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) comenzaron a concentrarse, cantando consignas, portando banderas y esperando el regreso de Perón.
Sin embargo, desde un palco especialmente montado y fuertemente custodiado, francotiradores y hombres armados abrieron fuego contra los manifestantes de izquierda, en lo que muchos consideran una emboscada premeditada. Los tiradores estaban apostados en techos, árboles y vehículos elevados, utilizando armas de guerra y apuntando directamente a las columnas más identificadas con la militancia revolucionaria.
El operativo de Osinde
El dispositivo de seguridad del acto había sido confiado al coronel retirado Jorge Osinde, un militar vinculado a la derecha del peronismo y de estrechos lazos con el entonces ministro José López Rega. Osinde contrató a civiles armados, muchos provenientes de sindicatos ortodoxos, barrabravas e integrantes de grupos parapoliciales.
Los disparos comenzaron cerca del mediodía. Algunas crónicas, como la del fotógrafo Carlos Pesce, describen “una lluvia de balas” desde el palco principal. El caos se desató rápidamente: familias enteras corrieron a campo traviesa para salvar sus vidas, mientras decenas de cuerpos quedaban en el barro.
Los registros oficiales hablaron en su momento de 13 muertos y entre 300 y 365 heridos, aunque testigos aseguran que el número real de fallecidos fue mucho mayor. Muchos heridos no llegaron a los hospitales o fueron atendidos de forma clandestina por miedo a represalias. Incluso algunas víctimas murieron días después por la gravedad de las heridas.
Las palabras de Perón
Perón nunca descendió del avión durante el tiroteo. Al día siguiente, en una breve aparición, expresó con amargura: “Yo ya estoy viejo y amortizado, pero he vuelto para ayudar. Si no lo comprenden, allá ellos”, dijo, sin condenar explícitamente el accionar de la derecha peronista.
Su falta de condena clara a los hechos fue interpretada como un respaldo tácito al ala conservadora del movimiento, encabezada por López Rega, y como el principio del fin de la convivencia interna dentro del peronismo.
De esta forma, la Masacre de Ezeiza marcó el quiebre definitivo entre las vertientes del peronismo: la revolución de los jóvenes contra la ortodoxia sindical, el idealismo armado frente al verticalismo burocrático. Meses más tarde, el propio López Rega fundaría la temida Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo parapolicial que perseguiría y asesinaría a militantes de izquierda, abriendo el camino a los años más oscuros del terrorismo de Estado.
A 51 años de este hecho sangriento, el recuerdo no hace más que representar una de las mayores traiciones de la historia del peronismo. En lugar de recibir a su líder, la militancia fue recibida con metralla. En lugar de una fiesta, hubo muerte. En lugar de unidad, hubo fractura.
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