Entraron mientras dormía y los echó a los gritos

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El silencio de la madrugada se rompió de forma brutal en una vivienda de calle 59 entre 13 y 14, cuando un jubilado de 80 años fue despertado por ruidos extraños que terminaron revelando una escena de pesadilla.

Eran cerca de las tres de la mañana cuando el hombre, que dormía en su habitación ubicada en la planta alta del domicilio, escuchó golpes que creyó en un primer momento provenientes de una vivienda lindera.

Sin embargo, el sonido persistente, cada vez más definido, pronto lo obligó a enfrentar una verdad inquietante: había intrusos dentro de su propia casa.

Despertar en la oscuridad y comprender que el peligro está a solo metros es una experiencia difícil de dimensionar, pero aún más para alguien de edad avanzada, en completa soledad.

Con el corazón acelerado y la incertidumbre latiendo en cada rincón, el jubilado comenzó a gritar con fuerza, intentando ahuyentar a los desconocidos. Desde su ventana logró ver cómo al menos dos o tres sombras humanas huían por la calle.

Uno de ellos, en un movimiento que heló la sangre del damnificado, pareció regresar brevemente hacia la casa, como si buscara algo o se replanteara la fuga.

Finalmente se alejó, pero el temor de que aún hubiera alguien más adentro llevó al hombre a comunicarse de inmediato con la línea de emergencias 911. El pánico no había terminado. La duda, el descontrol y la oscuridad completaban el cuadro de una madrugada que jamás olvidará.

Pocos minutos después, efectivos policiales llegaron al lugar. Tras realizar una inspección exterior, observaron que los vidrios de una ventana que da a la vereda estaban rotos. La puerta de ingreso, del tipo garaje, permanecía trabada, lo que indica que el ingreso se dio únicamente por el sector de la ventana. Los policías ingresaron por allí, pisando restos de vidrio, y encontraron el sector del escritorio completamente revuelto: cajones abiertos, papeles desparramados, armarios violentados. Todo indicaba que los delincuentes habían recorrido con tiempo cada ambiente del hogar, seleccionando cuidadosamente qué llevarse, y que solo el grito desesperado del dueño de casa precipitó la huida.

El estado emocional del hombre era tal que no pudo realizar un inventario de los elementos robados. La angustia, el shock y el temor seguían presentes horas después del episodio.

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