A la espera del Gobierno por las reformas estructurales

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Jorge Colina

eleconomista.com.ar

Cuando se mira las encuestas sobre la marcha de la economía aparecen datos diversos aunque a grandes rasgos con una tendencia compartida. Se puede decir que la mitad cree que la situación económica está mejor que el año pasado (seguramente pondera la estabilidad de precios) y la otra mitad que está peor que el año pasado (seguramente pondera la falta de crecimiento de la actividad). Por color político surge lo intuitivo de la brecha. Los que votaron La Libertad Avanza, aunque estén disconformes, mantienen la esperanza, los que votaron Unión por la Patria, aunque estén mas tranquilos por la baja de la inflación, mantienen la hostilidad. Nada raro bajo el sol.

¿Qué dicen los datos? A mayo de 2025, el Indec informa que el nivel de actividad subió 5% respecto de mayo 2024. No es mal dato porque mayo 2024 fue mejor que mayo 2023 (que pegó fuerte la sequía) y se iguala con mayo 2022 (que fue bueno por el envión de recuperación de la pandemia y los buenos precios internacionales por la guerra de Ucrania). Cuando se miran los datos de tendencia confirman que la situación en 2025 tiende a ser similar a la de 2022 lo que implica que se van superando dos muy malos años que fueron 2023 y 2024. Sin embargo, para la gente igual habiendo gusto a poco.

Es como que la economía va andando pero la demanda social es a que, más que andar, empiece a carretear y despegue de una buena vez. ¿Qué haría falta para despegar?

La contabilidad nacional dice que el PBI es la suma del consumo privado, la inversión privada, las exportaciones y el gasto público neto de impuestos. Entonces para que el PBI empiece a crecer estos componentes tienen que crecer.

Los heterodoxos (que en Argentina son más bien los “ortodoxos” porque recomiendan hacer lo que Argentina siempre hizo) dicen que el consumo privado debería fogonearse con aumentos generosos de salario en las paritarias y darle duro al gasto neto de impuestos (déficit fiscal) aumentando jubilaciones, planes asistenciales y obra pública. Por eso siempre critican al Gobierno por el lado de que el consumo no crece. El problema de esta “ortodoxia” es que termina siempre con alta inflación (y sin crecimiento del PBI).

Para el Gobierno el camino es otro. Hay que cerrar el gasto neto de impuesto (equilibrio fiscal) y promover a que aumenten el consumo privado (de aquí el pedido del Ministro de Economía que usen los dólares del colchón para consumir), las inversiones (de aquí los RIGI y los coqueteos con inversores extranjeros) y las exportaciones (de aquí la baja de los derechos de exportación y las desregulaciones al comercio exterior).

Sin embargo, hasta ahora no hay resultados. La gente en lugar de consumir más, compra más dólares para el colchón. Según el Banco Central, en junio 2025 un millón de personas compraron dólares por homebanking por US$ 2.400 millones y sólo medio millón vendió por US$ 400 millones. Claramente, los que vendieron no fue para consumir más sino para mantener el consumo porque no llegan a fin de mes.

Inversión y exportación

Las inversiones tampoco llegan. Los inversores extranjeros tienen buena vibra con Argentina pero se mantienen expectantes. En el balance de pagos el rubro inversión directa de no residente está negativo en US$ 1.500 millones en los primeros 6 meses del año, aunque los préstamos del exterior están positivos en US$ 7.500 millones. O sea que los inversores extranjeros prestan a los inversores residentes en Argentina, pero no plantan -por ahora- inversión propia. Por eso el despegue de la inversión privada se está haciendo rogar.

Las exportaciones no vienen mal. De hecho, en mayo y junio entraron por este concepto US$ 8.000 y US$ 9.000, respectivamente que incluso revirtieron -momentáneamente- el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos. Pero son las exportaciones de siempre. Para mover el PBI se necesitan más exportaciones todavía.

Desde la instalación de la banda cambiaria en abril el dólar real subió 16%, igual que el tipo de cambio real multilateral, o sea que la presión cambiaria aflojó bastante. El tema es que es tan pesado el déficit de infraestructura y logística, las distorsiones impositivas fundamentalmente de Ingresos Brutos y tasas municipales a las ventas y las arcaicas regulaciones laborales regidas por convenios colectivos de las décadas de 1970 y 1980 que multiplicar exportaciones con este “costo argentino” sería virtualmente milagroso.

Lo que está pasando es que los consumidores, los inversores y los exportadores están expectantes antes de mover ellos. Por eso el Gobierno tiene que mover primero con las reformas estructurales.

El Gobierno dice que va a mover después de las elecciones cuando tenga un triunfo electoral apabullante. El tema es que por más apabullante que sea el triunfo no va a lograr mayoría en ninguna de las dos cámaras y tendrá además a los mismos gobernadores.

No debería perder tiempo y, en paralelo con su campaña electoral de cara a su apabullante triunfo, debería tejer una alianza de gobernabilidad (no electoral) con una mayoría de gobernadores para avanzar juntos por el camino de las reformas estructurales a fin de mejorar la infraestructura, los impuestos y las regulaciones laborales.

El gran riesgo es que el Gobierno después de su apabullante triunfo electoral tampoco mueva. Siendo así ni consumidores, ni inversores, ni exportadores van a mover y el estancamiento económico se va a prolongar y el humor social a desmoronar.

 

 

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