Pappo, según Juanse: “El Carpo no se puede relatar, es de otra galaxia”

El líder de Los Ratones Paranoicos llega a la Ciudad con su homenaje a quien fue “uno de los pilares de mi oficio y mi vida”. En diálogo con EL DIA, recuerda sus días con el blusero

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pgaray@eldia.com

“Desde el punto de vista musical está clara la importancia que tuvo Pappo en nuestra formación”, dice Juanse, que llega esta noche a la sala de 58 entre 10 y 11 para hacer “Juanse x Pappo”, show homenaje al maestro. “Es uno de los pilares de mi oficio”, sigue. “Pero también de mi vida. Lo personal y lo musical no se pueden separar: es como si fuera un familiar, y es algo que no me ha pasado con casi nadie, quizás con Luis Alberto”.

Entonces, hace una pausa. Y se ríe, recordando las mil historias que vivieron juntos: “Lo del Carpo no se puede relatar, es de otra galaxia”, tira. Igual, se lanza, y, en diálogo con EL DIA, intenta relatar “un viaje con idas, con venidas, subidas y caídas, viajes…”

La historia empieza cuando Juanse todavía no era el líder de Los Ratones Paranoicos sino un chico. En aquellos años, “El Carpo era un músico que no era tan dinámicamente famoso para nuestra generación”, explica. Él escuchó a Pappo con 9 años por primera vez, cuando el blusero ponía su guitarra al servicio de Los Gatos. “A partir de ahí, empieza su exposición en la nueva ola de bandas que reproducía la estética de Los Beatles, aunque Los Gatos, desde la imagen, estaban más identificados con los Stones. Y eso tapó un poco lo que fue el inicio del Carpo en el rocanrol: la exposición que le dio ser miembro de Los Gatos… Se traspapelaron las cosas”, cuenta Juanse. Por eso, “su primer disco tuvo su impacto en el medio, pero no fue de impacto popular”.

De familia musical, Juanse tenía un primo que era plomo de Pescado Rabioso, y lo acercó al segundo disco de Pappo, “Pappo’s Blues Volumen 2”. Ahí suenan “Pobre Juan”, “El tren de las 16”, “Desconfío”... “Ahí sí me explotó la cabeza, porque yo lo tenía como un miembro de Los Gatos”. Juanse, del 62, tenía 10 años. “Me había armado una batería de cartón en el cuarto, tocaba con unos lápices Stadler, con punta de masilla, estaba todo el tiempo con ese disco, siguiendo los temas. Ese fue el comienzo de mi relación con él”, relata.

Un tiempo después, imposible saber cuánto porque “no soy un calendario”, el tío de Juanse estaba en pareja con una persona cuya hija empezó a salir con Pappo. “Y ahí fue cuando lo conocí: estaba jugando en el pasillo de casa y vi una figura que me causó cierto temor al principio, Me dijo ‘hola, cómo te va’, fue lo único que me dijo. Atrás vinieron mi viejo y mi tío y me dijeron que era Pappo. Yo quedé electrocutado”, recuerda Juanse.

Fueron los primeros acercamientos. Algunos años más tarde, ya adolescente, Juanse empezaba ya a tocar la guitarra y a juntarse con amigos a tocar. “Un día me invitaron a una zapada con Alex del Prado, y ahí me encontré a Gabriel Carámbula: fue el origen de Los Ratones primitivos, Teníamos 15, 16 años. Y encima escuchábamos una música que acá no se escuchaba ni a palos: Humble Pie, Faces… y los Stones, claro. Y los bluseros: Muddy Waters, Chuck Berry… Gabriel era más chico, y ya hacía todos los solos de Johnny Winter, de ‘Hey Hey Rock and Roll’: había un desnivel técnico enorme entre nosotros, que estábamos empezando a dominar el instrumento recién”.

Gabriel era el hijo del mítico Berugo, que “se había hecho amigo de Pappo en alguna circunstancia”, relata Juanse. “Así que Pappo empezó a frecuentar la casa de Gabriel”. Una noche, fue a cenar. Los chicos “quedamos los dos incendiados. Gabriel estuvo toda la semana pidiéndole el teléfono de Pappo al padre. Berugo accedió, se ve que llamó a Pappo y le avisó que iban a llamar dos pibes y le iban a romper los quinotos…”

Con el teléfono, los dos pibes empezaron a llamar a Pappo. “Íbamos a un teléfono público, lo llamaba Gabriel, que era el que tenía la conexión, yo lo mandaba al frente. Dejábamos pasar uno, dos días, no más, sin llamar a Pappo: atendía la mamá, o el padre. Y un día atendió él. Se puso a hablar, y le dijimos que nos gustaría ir a verlo, para pedirle consejos, no recuerdo cuál fue el pretexto. Inexplicablemente Pappo accedió. Fue increíble: él venía de tener un problema de salud, se ve que estaba prisionero de la recuperación”.

Juanse relata la escena de aquella visita: “Estaba León Gieco sentado en la cama con la guitarra acústica, le estaba haciendo la gamba, y El Carpo estaba en calzoncillos viendo tele, comentando lo que pasaba en la tele”. La situación era algo incómoda, con silencios. Para colmo, en un momento, “de abajo se sintió ‘Norberto, tenés que tomar el yogur’. ‘Bueno, pará, mamá’, le gritó El Carpo, se ve que le daba medio vergüenza, la situación… Llegó el yogur, El Carpo se lo tomó muy a su disgusto…”

Pero “en un momento nos preguntó si tocábamos. Y le comentamos que teníamos una banda y le tocamos, con la acústica de León, ‘Rock del pedazo’, que salió mucho después pero que ya tocábamos todo el tiempo. Y se murió de risa con la letra, León también”.

Fue el comienzo de una relación más cercana. “Uno a veces quiere conocer a alguien que admira y queda descolocado, porque el tipo está en otra, no está esperando que vengan dos discípulos a visitarlo. Pero Pappo algo percibió en nosotros que le llamaba la atención”, cuenta Juanse.

El reencuentro

Los años pasaron. Juanse y compañía iban a ver Riff constantemente, ensayaban temas de Riff, mientras su propia banda nacía y crecía. Pappo empezó a frecuentar, en su Chevrolet 57, Villa Devoto, y pasaba por los ensayos de Óxido, el grupo de Sarco, otro Ratón. “Nosotros tomábamos mucha cerveza, y él venía a zapar y agarraba un envase del piso y tocaba el slide… nos quemó a todos. No podíamos creerlo, era Pappo, estábamos zapando con Pappo”.

Pero “nosotros estábamos preocupados por el sonido del rocanrol británico, queríamos darle rosca a eso, nos gustaba y no había una sola banda que practicara eso, era algo del pasado, y en ese momento 5 o 6 años eran una bocha de tiempo”. Pappo, blusero, estaba en otra. Y, además, cuenta Juanse, cada vez que conseguía un dinero de un disco, viajaba. “No fue una desconexión pero nosotros seguimos nuestro camino”, dice Juanse. El reencuentro se dio tiempo después, a fines de los 80. “Nosotros empezábamos a ser conocidos en el under, y él estaba terminando la etapa de Riff, con la mente puesta en su carrera solista. Cuando empezamos a tener más difusión, después del segundo disco, empezamos una relación de amistad, a salir de noche. Nosotros recién terminábamos de salir de la minoridad, y había lugares donde ni podíamos entrar, nosotros quedábamos por ahí, o íbamos a algún lugar donde aceptaran gente sin documentos y sin dinero”, recuerda Juanse esas noches con el Carpo.

Los Ratones crecían. Y a principios de los 90, vino Andrew Loog Oldham, el descubridor de los Stones, a producirlos. “Aparecían bandas que nos copiaban, fue una explosión muy masiva, nos cambió la vida”, cuenta Juanse. En ese momento, en paralelo, “la relación de Pappo y Riff se había desgastado mucho, y buscaba una especie de reinserción. Y como a nosotros nos iba bien, podíamos brindarle espacios: él lo tomó”.

“Xxxx

“Pappo tenía un problema: el hijo de Tato Bores le hizo grabar un tema que a él no le gustaba, ‘Mi vieja’. Fue un éxito, y él se quería matar

Pappo, cuenta, “estaba desanimado con la industria”. Quizás no había administrado del todo bien sus éxitos, quizás no se había dedicado a promocionar sus discos, a hacer giras, había privilegiado los viajes. Cuando Pappo apareció, recuerda Juanse, también había aparecido Sui Generis, “y había relegado mucho el blues, el rocanrol, la gente escuchaba en todos lados ‘Confesiones de invierno’”.

Y además, opina Juan Sebastián Gutiérrez, “tenía un problema: el hijo de Tato Bores le llamó y le hizo grabar un tema que a él no le gustaba, ‘Mi vieja’. Y se quería matar, no le gustaba el tema ¡pero el tema había pegado! Entonces por deshacerse de eso quiso armar Riff de nuevo, en fin, todo así”.

El regreso

En medio de esos vaivenes, “en el 92, él ya se había retirado”, dice Juanse. “Nosotros tocábamos en Vélez con Keith Richards, era la primera vez que un Stone tocaba en Argentina, y Pappo ya se había retirado: lo tuve que ir a buscar al taller mecánico, estaba metido abajo de un Torino arreglando la caja de cambios…”

Pero era un retiro involuntario, evidentemente. “Mientras le hablaba para que venga a tocar desapareció. Y reapareció todo vestido de cuero, todo listo para actuar”, cuenta. Era el apogeo de Los Ratones: “Lo guardamos cuatro o cinco temas, y cuando lo sacamos explotó todo”, recuerda. “Ahí empezamos a interactuar mucho con él”.

“Uno a veces conoce a su ídolo y el tipo está en otra, pero Pappo algo percibió en nosotros que le llamaba la atención”

Los Ratones se fueron a Memphis a grabar “Hecho en Memphis”, con Mick Taylor, pero “cuando presentamos el disco en Argentina, lo trajimos a Mick y también lo subimos a Pappo. Y se pelearon”, se ríe Juanse. “Todo arriba del escenario”.

La relación se estrechó y “un día me pasó a buscar con una caja de botas llenas de casetes. Me los dejó: ‘Fijate qué podemos hacer con eso’”. Juanse, ocupado con Los Ratones, no pudo evitar la curiosidad: le pidió el estudio a Lerner para escuchar las cintas y “lo que encontré fue espectacular. Llamé a Pappo y le dije: ‘Esta es la llave para regenerar la historia’”.

“Y fue tal cual”, sigue el relato. “Produjimos Pappo’s Blues 8, un disco que funcionó muy bien, pero además pasó algo que nos cambió la vida a los dos. Faltaba un tema, y encontré en un disco que habíamos grabado unos años antes, con El Zorro y Black Amaya, que se editó hace poco, ‘Juanito y el Carposaurio’, una versión de ‘Ruta 66’ que estaba buenísima. La volvimos a grabar, en castellano. Esa traducción es la que cantan en todo el mundo. Aunque te parezca mentira eso hizo que el disco tuviera otro carácter: ya no importaba tanto la venta como que esa canción se había viralizado”.

Ahí, dice Juanse, “Pappo volvió al ruedo. Se recuperó, aparecieron discos muy buenos. Y todas las bandas lo invitaban a tocar”. Siguió tocando con Los Ratones, claro: Juanse seguía siendo ese chico que lo miró electrocutado al conocerlo por primera vez. “Tenerlo en los discos, haber tocado juntos”, dice, “es un sueño”.

 

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