La Marcha de San Lorenzo: un himno que conquistó el mundo y mantiene vivo el legado de San Martín
Edición Impresa | 17 de Agosto de 2025 | 03:42

Considerada una de las cinco mejores marchas militares del planeta, la Marcha de San Lorenzo nació de la inspiración del músico uruguayo Cayetano Alberto Silva en la ciudad santafesina de Venado Tuerto. Desde su estreno en 1902, la composición trascendió las fronteras argentinas para convertirse en una pieza de alcance universal. Su fuerza marcial, su capacidad narrativa y la intensidad de su melodía han hecho que sea interpretada en algunos de los escenarios más solemnes y significativos del mundo.
Su trayectoria internacional es extensa y variada: en 1911 fue ejecutada en la coronación del rey Jorge V y, décadas después, en la asunción de la reina Isabel II. Durante años, formó parte del protocolo del cambio de guardia en el Palacio de Buckingham, hasta que la Guerra de Malvinas llevó a suspender su uso allí. Incluso fue utilizada en 1940 por tropas nazis al entrar en París y, en 1945, como símbolo de liberación, por las fuerzas aliadas del general Dwight Eisenhower. Hoy integra el repertorio de bandas militares de Alemania, Brasil, Uruguay, Irlanda y Polonia, y ha aparecido en películas y ceremonias oficiales internacionales.
El homenaje a San Martín en su aniversario
Cuando se cumplen hoy 175 años del fallecimiento de José de San Martín en Boulogne-sur-Mer, Francia, la Marcha de San Lorenzo volverá a ocupar un lugar destacado en actos conmemorativos. Su ejecución no es solo una tradición protocolar: es un puente sonoro que conecta el presente con uno de los momentos más recordados de la historia militar argentina.
La obra revive el amanecer del 3 de febrero de 1813, cuando los Granaderos a Caballo, bajo el mando de San Martín, se enfrentaron a las fuerzas realistas en un combate breve pero decisivo junto al Convento de San Carlos, en la localidad santafesina de San Lorenzo.
Cómo nació la marcha
La génesis de la obra se remonta a 1901, cuando Silva, director de la banda del Regimiento 7 de Infantería, comenzó a componerla con su violín. La estrenó el 28 de octubre de 1902 en un acto militar en las cercanías del convento, como tributo a la memoria de San Martín y a los granaderos caídos. Su impacto fue inmediato, y en poco tiempo fue adoptada como Marcha Oficial del Ejército Argentino.
En 1907, Carlos Javier Benielli, poeta y docente mendocino, le dio letra. Según el testimonio de sus hijos, escribió los versos en los pizarrones de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, en Buenos Aires, relatando la secuencia de la batalla con un tono que mezcla la épica con la solemnidad.
El combate que inspiró la obra
Aquel amanecer de 1813, San Martín cumplía su primera misión en territorio argentino. Un contingente de 120 granaderos partió desde Buenos Aires para interceptar a las fuerzas realistas que hostigaban la zona por el río Paraná. Cerca de Rosario se sumaron 100 hombres al mando de Celedonio Escalada.
Aplicando tácticas napoleónicas, San Martín dividió sus fuerzas en dos columnas: una bajo su propio mando y otra dirigida por el capitán Justo Bermúdez. El choque duró menos de media hora, pero fue feroz. En medio de la lucha, el caballo del Libertador cayó muerto, atrapándole la pierna. El sargento Juan Bautista Cabral desmontó para socorrerlo, recibiendo heridas mortales. Su gesto heroico fue recordado en la letra de Benielli: “Cabral, soldado heroico, cubriéndose de gloria, cual precio a la victoria su vida rinde, haciéndose inmortal”.
Una letra y una música con fuerza propia
La Marcha de San Lorenzo está estructurada en dos estrofas y un estribillo que se repite. La primera evoca la claridad del amanecer y la expectativa previa al combate, con imágenes de gloria y honor. La segunda introduce la tensión de la batalla, la resistencia de los granaderos y el sacrificio de Cabral. El estribillo acelera el pulso y eleva el tono hasta llegar a la proclamación: “¡Honor, honor al gran Cabral!”.
La música de Silva combina un inicio ascendente y marcial, un pasaje intermedio más pausado que refleja la tensión y un cierre vigoroso que exalta la victoria. Esa estructura la convirtió en una obra de gran impacto emocional y en un símbolo de identidad militar y nacional.
El legado de sus creadores
La historia de la marcha también guarda un costado humano. Silva, nieto de esclavos, falleció en 1920 sin recibir los honores que merecía. Benielli murió en 1934, tras más de cuatro décadas dedicadas a la docencia. Hoy, los restos de ambos descansan en el cementerio del Convento de San Lorenzo, a pocos metros de donde cayó Cabral.
Cada año, el Regimiento de Granaderos a Caballo les rinde homenaje. Y en ese mismo cuartel, se mantiene una tradición que enlaza pasado y presente: al pasar lista, se pronuncia el nombre del “Sargento Juan Bautista Cabral” y el oficial más antiguo responde: “¡Presente! Murió en el campo del honor, pero vive en nuestros corazones. ¡Viva la Patria, granaderos!”.
Una melodía que sigue cabalgando
Más de un siglo después de su estreno, y en el marco de un nuevo aniversario de la muerte del Padre de la Patria, la Marcha de San Lorenzo sigue cumpliendo su doble misión: preservar la memoria de un combate que marcó el inicio de la carrera militar de San Martín en el Río de la Plata y proyectar, con música y poesía, un mensaje de valor y sacrificio que traspasa fronteras y generaciones.
En cada ejecución —ya sea en un acto escolar, en una ceremonia castrense o en un evento internacional—, sus notas parecen cabalgar de nuevo por aquel amanecer de febrero, llevando al mundo entero el eco de “la página mejor” de la libertad argentina.
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