Solo puedo dormir si tomo pastillas: medicamentos que generan dependencia

La tendencia creciente hacia el consumo de fármacos para descansar de noche revela una problemática profunda. El efecto del estrés, la ansiedad y las condiciones de vida actuales

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En las últimas décadas, Argentina ha experimentado un aumento significativo en la cantidad de personas que recurren a medicamentos para poder conciliar el sueño. Este fenómeno responde a una multiplicidad de factores vinculados con el estrés cotidiano, las exigencias laborales y personales, así como a la creciente prevalencia de trastornos del sueño que afectan a distintos grupos etarios. Los psicólogos advierten que el insomnio ha dejado de ser un problema ocasional para convertirse en una realidad cotidiana para un amplio sector de la población, que busca en los fármacos una solución rápida y efectiva para enfrentar las noches de vigilia.

Entre los medicamentos más comúnmente utilizados en el país para facilitar el descanso nocturno, las benzodiacepinas ocupan un lugar central. Fármacos como el clonazepam, el alprazolam y el diazepam son recetados con frecuencia debido a su capacidad para inducir el sueño y reducir la ansiedad. Sin embargo, los médicos clínicos argumentan que este tipo de medicamentos debe ser utilizado con extrema precaución, pues presentan un alto potencial adictivo. El consumo prolongado puede generar dependencia, haciendo que el paciente necesite dosis crecientes para conseguir el mismo efecto. Además, estos medicamentos pueden provocar somnolencia excesiva durante el día, dificultades para concentrarse y problemas de memoria, lo que afecta la calidad de vida de quien los toma. Un dato alarmante que subrayan los especialistas es el riesgo aumentado de caídas, especialmente en adultos mayores, debido a los efectos sedantes y al deterioro del equilibrio que estas sustancias provocan.

No solo las benzodiacepinas forman parte de este panorama. Los antihistamínicos, como la difenhidramina, también son utilizados para inducir el sueño, en parte por su fácil acceso y la creencia errónea de que son menos riesgosos. Sin embargo, los psiquiatras comentan que su abuso o uso inadecuado puede conllevar graves efectos secundarios, que van desde confusión y alucinaciones hasta arritmias cardíacas y, en casos extremos, el coma. Este tipo de complicaciones ponen en evidencia la importancia de un consumo controlado y supervisado, lo que muchas veces no sucede en la práctica cotidiana.

El interés por la suplementación

Ante este escenario, crece paralelamente el interés en el uso de suplementos naturales para mejorar la calidad del sueño, buscando opciones menos riesgosas y sin los efectos adversos de los medicamentos tradicionales. La melatonina se destaca como uno de los suplementos más estudiados y utilizados en Argentina. Esta hormona, que regula el ciclo circadiano, resulta especialmente útil para quienes padecen insomnio ocasional o trastornos relacionados con el desfase horario, como los viajeros frecuentes. Los médicos clínicos destacan que, cuando se emplea adecuadamente, la melatonina puede ayudar a regular los patrones de sueño sin causar dependencia.

Otro suplemento que ha ganado popularidad es el magnesio, un mineral esencial que contribuye a la relajación muscular y a la calma del sistema nervioso, factores clave para un descanso profundo y reparador. Los psicólogos y nutricionistas comentan que el déficit de magnesio en la dieta cotidiana puede estar asociado a dificultades para conciliar el sueño, por lo que su suplementación puede ser un complemento valioso. En la misma línea, la valeriana, una planta con propiedades sedantes naturales, es recomendada para reducir el tiempo que se tarda en quedarse dormido y mejorar la calidad del sueño sin los riesgos de la farmacología tradicional.

Además, otros suplementos como la L-teanina —un aminoácido presente en el té verde que favorece la relajación sin causar somnolencia al día siguiente—, la ashwagandha —una planta adaptógena que ayuda a mitigar el estrés y mejora la calidad del descanso— y la glicina —un aminoácido que puede ayudar a reducir la temperatura corporal durante la noche favoreciendo el sueño profundo— están comenzando a incorporarse en las recomendaciones de profesionales de la salud interesados en enfoques integrales y menos invasivos.

Los psicólogos advierten, sin embargo, que ninguno de estos suplementos debe ser visto como una solución mágica. La mejora real en la calidad del sueño requiere un enfoque multidimensional que incluya hábitos saludables, como mantener horarios regulares para acostarse y levantarse, evitar el consumo de estimulantes como la cafeína o el alcohol en horas cercanas al descanso y crear ambientes propicios para el sueño, con una temperatura adecuada y la mínima exposición a pantallas. Estos aspectos, sumados a la consulta profesional y el uso responsable de suplementos y medicamentos, forman la base para un descanso efectivo y duradero.

Los médicos clínicos y psiquiatras coinciden en la importancia de una evaluación médica personalizada antes de iniciar cualquier tratamiento para el insomnio, ya sea con medicamentos o suplementos naturales. Esto es fundamental para descartar causas subyacentes, evitar interacciones medicamentosas y prevenir posibles efectos adversos. En particular, insisten en que el uso de benzodiacepinas y otros fármacos sedantes debe limitarse en tiempo y dosis, y siempre bajo estricta supervisión médica.

El fenómeno se debe a una multiplicidad de factores vinculados con el estrés cotidiano

 

 

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