Check list anti-transpiración: cómo prepararse mejor para no sufrir en el verano

Las axilas, un área muy sensible

El sudor es un aliado silencioso del cuerpo: regula la temperatura, elimina toxinas y nos mantiene frescos. Sin embargo, para muchos, especialmente aquellos que entrenan, caminan largas distancias o frecuentan gimnasios, el sudor viene acompañado de un compañero menos deseado: el olor. Y allí es donde los desodorantes y antitranspirantes entran en juego. Pero, ¿son realmente necesarios o su uso es más una cuestión de costumbre y comodidad social?

El mal olor corporal no proviene directamente del sudor, que es en su mayoría agua, sino de las bacterias presentes en la piel, como Corynebacterium, que descomponen compuestos del sudor generando el aroma característico. Los desodorantes tradicionales buscan justamente controlar esas bacterias, mientras que los antitranspirantes actúan un paso más allá: sus sales de aluminio forman un tapón temporal en los conductos del sudor, reduciendo la cantidad que llega a la superficie de la piel.

Para quienes hacen ejercicio intenso, esta combinación puede ser más que estética: ayuda a evitar irritaciones por fricción, humedad excesiva o la proliferación de hongos en las axilas. Aplicar estos productos sobre piel limpia y seca potencia su efectividad, y muchos expertos recomiendan hacerlo por la noche, cuando la transpiración es menor y los ingredientes tienen más tiempo para actuar.

Pero el uso de desodorantes y antitranspirantes no está exento de debate. Numerosos estudios muestran que alteran significativamente la microbiota de las axilas, modificando los tipos de bacterias predominantes y su diversidad. Aunque todavía no hay evidencia clara sobre los efectos de largo plazo de estos cambios, algunas personas pueden experimentar irritación, dermatitis o quistes si la piel es sensible o si se aplican productos con frecuencia excesiva. El mito de que el aluminio en los antitranspirantes provoca cáncer de mama ha sido desmentido en repetidas ocasiones por la comunidad científica, aunque sí hay recomendaciones puntuales de evitar estos productos antes de mamografías, ya que pueden interferir con las imágenes médicas.

El impacto del uso de desodorante varía según el tipo de actividad. Para deportistas y personas que entrenan en gimnasios, controlar el olor es una prioridad, por lo que un desodorante o un antitranspirante puede resultar muy útil. Los caminadores o quienes realizan actividad moderada podrían prescindir de productos fuertes si su sudoración es escasa y su objetivo principal es mantener la higiene y la frescura.

LE PUEDE INTERESAR

Hidratación consciente: qué tomar en verano y cómo sumar alimentos frescos para sentirnos mejor

LE PUEDE INTERESAR

Deporte antes de dormir : ¿Amigo o rival del sueño?

En todos los casos, la ducha y la limpieza de las axilas son esenciales: sin una higiene adecuada, incluso el mejor desodorante pierde eficacia.

Existe un equilibrio delicado entre comodidad, higiene y salud. Bloquear demasiado el sudor podría interferir con la termorregulación natural del cuerpo, por lo que quienes practican deportes de alta intensidad deben ser conscientes de este efecto. Para quienes sufren sudoración excesiva o problemas de olor persistente, los dermatólogos ofrecen alternativas médicas, que incluyen antitranspirantes clínicos o tratamientos especializados más allá de los productos comerciales.

En definitiva, el uso de desodorante y antitranspirante no es imprescindible para todos, pero sí puede mejorar la experiencia diaria de quienes se ejercitan o caminan largas distancias, sin descuidar la salud de la piel. La clave está en conocer nuestro cuerpo, elegir fórmulas adecuadas y mantener hábitos de higiene que permitan que la microbiota de nuestras axilas se mantenga equilibrada y saludable. El sudor, después de todo, es natural; el olor, gestionable. Y la comodidad personal, totalmente posible.

El mal olor no proviene del sudor, sino de las bacterias que habitan en el cuerpo humano

A cuidar los pies, fundamentales para moverse

Para muchos, el cuidado de los pies se limita a lavarlos y secarlos al final del día. Sin embargo, caminadores frecuentes, deportistas y quienes pasan varias horas en el gimnasio saben que los pies son una zona propensa a sudoración, humedad y mal olor, factores que pueden afectar tanto la comodidad como la salud. Aquí es donde entran en juego los desodorantes y polvos para pies, productos que a simple vista pueden parecer un lujo, pero que los especialistas consideran aliados estratégicos para la higiene y el bienestar.

Los pies sudan más de lo que uno imagina, y ese sudor atrapado dentro de medias y calzado cerrado se convierte en un caldo de cultivo ideal para bacterias y hongos. La proliferación de microorganismos es la principal responsable del mal olor, y también aumenta el riesgo de infecciones como el pie de atleta. Aplicar desodorante o talco para pies ayuda a controlar la humedad, absorbiendo el exceso de sudor y reduciendo la actividad bacteriana. Además, muchos de estos productos contienen agentes específicos que combaten el olor sin interferir con la transpiración natural de la piel.

Para los caminadores que recorren largas distancias, el uso de polvos desodorantes puede marcar la diferencia entre terminar la jornada con pies frescos o con sensación de humedad y roce incómodo dentro del calzado. En el caso de los deportistas y quienes asisten a gimnasios, la necesidad es aún mayor: el contacto con superficies húmedas, vestuarios y zapatillas cerradas durante entrenamientos intensos aumenta la sudoración y la exposición a hongos. En estos casos, los talcos y desodorantes no solo mantienen los pies secos, sino que también pueden aplicarse dentro del calzado para evitar malos olores y mejorar la sensación de confort.

No obstante, estos productos no son indispensables para todos. Personas con sudoración moderada o que alternan correctamente sus calzados y usan medias transpirables pueden prescindir de ellos sin problemas. También es importante considerar la sensibilidad de la piel: aplicar talco sobre pies irritados o con heridas puede empeorar la condición. El uso excesivo de estos polvos puede dejar residuos y generar una sensación de “masa” mezclada con sudor, por lo que los especialistas recomiendan moderación y aplicarlos únicamente sobre pies limpios y secos.

Más allá de los polvos, la higiene sigue siendo fundamental: lavar los pies a diario, secarlos con cuidado entre los dedos y alternar el calzado son hábitos imprescindibles. La elección del producto también es clave: hay fórmulas con ingredientes naturales, talcos absorbentes y sprays desodorantes con agentes antimicrobianos. Productos como Silka Odor‑Defense, Odor Eaters o Farewell Funk ofrecen alternativas que combinan absorción de humedad, control de olor y suavidad para la piel.

En conclusión, el uso de desodorante y talco para los pies puede ser un recurso muy útil para quienes caminan mucho, entrenan o permanecen largas horas con calzado cerrado. No reemplaza la higiene diaria, pero sí contribuye a prevenir mal olor, mantener los pies secos y reducir el riesgo de hongos. La clave está en aplicar el producto de manera correcta, elegir la fórmula adecuada según la sensibilidad de la piel y las necesidades de cada persona, y combinarlo siempre con hábitos básicos de cuidado diario.

Mantener los pies frescos y saludables no es solo una cuestión de confort, sino también de salud: un pequeño gesto diario puede marcar la diferencia en la prevención de infecciones y en la sensación de bienestar durante toda la jornada.

Prevenir irritaciones en las ingles

Caminar, correr, entrenar en el gimnasio o subirse a la bicicleta son actividades que movilizan no solo músculos y corazón, sino también una parte del cuerpo que muchas veces pasa desapercibida hasta que se siente el primer escozor: las ingles. Esa zona delicada, donde la piel se roza contra sí misma o con la ropa, se vuelve especialmente vulnerable al exceso de humedad y al sudor, factores que multiplican las probabilidades de irritación, enrojecimiento y hasta pequeñas heridas. Para quienes practican deporte con regularidad, la elección de productos para proteger esa área puede marcar la diferencia entre entrenar sin molestias o tener que parar por dolor.

Históricamente, los talcos han sido el recurso más popular. Su capacidad para absorber la humedad ayuda a mantener la piel seca y a reducir la fricción. Incluso los deportistas más experimentados recurren a polvos absorbentes en las zonas donde la piel se pliega, buscando prevenir irritaciones y la proliferación de hongos. Sin embargo, el talco tradicional no está exento de polémicas. Estudios señalan que ciertos polvos pueden tener riesgos para la salud, especialmente si se inhalan o se usan de manera prolongada en zonas genitales. Además, la humedad acumulada en combinación con el polvo puede formar grumos que irritan aún más la piel, transformando una solución en un problema.

Por eso, en la actualidad, muchos especialistas recomiendan alternativas más seguras y efectivas: las cremas o geles antirozaduras. Estos productos crean una barrera protectora que reduce la fricción de manera directa y, en algunos casos, contienen ingredientes que calman la piel, como siliconas o zinc. Son especialmente útiles para entrenamientos intensos o prolongados, donde el sudor es constante y el roce inevitable. Aunque pueden sentirse más grasosas o requerir reaplicación, su eficacia en proteger la piel y prevenir irritaciones suele superar a la de los polvos tradicionales.

Para quienes buscan prevenir o tratar la irritación en las ingles, no basta con aplicar talco o crema. La elección del producto debe combinarse con hábitos saludables: ropa adecuada que permita la transpiración, cambio de indumentaria húmeda apenas finaliza la actividad física, secado correcto de la piel y buena higiene diaria. La suma de estos cuidados permite que la piel respire, disminuye el riesgo de hongos y reduce significativamente la posibilidad de dolor o molestias que interrumpan la actividad.

Entre las opciones disponibles en el mercado, se destacan polvos absorbentes como Anti Monkey Butt o Neat 3B, y bálsamos y geles como Monistat Care Chafing Relief o Body Glide Skin Glide Balm. Cada uno ofrece distintos grados de protección, desde absorber sudor hasta crear una barrera resbaladiza que reduce la fricción. La elección depende del tipo de actividad, la intensidad del entrenamiento y la sensibilidad de la piel de cada persona.

En definitiva, no se trata de un capricho ni de un cuidado superficial. Mantener las ingles protegidas es parte de un enfoque integral para deportistas y caminantes, que combina prevención, higiene y productos adecuados. Elegir bien puede marcar la diferencia entre una jornada de entrenamiento sin interrupciones y una experiencia marcada por el dolor y la irritación.