“La vida es una ruleta (rusa)”: qué se sabe del hombre que se pegó un tiro en La Plata

La víctima, de 33 años y múltiples antecedentes penales, se encuentra internada en estado desesperante en el hospital de Gonnet. El hecho ocurrió en una casilla de 137 y 511. No se descartan otras hipótesis. Estupor

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“La vida es una ruleta”, reza una vieja expresión, que resume lo impredecible del destino y los altibajos que puede tener cualquier persona con el paso del tiempo. El problema es cuando te jugás la vida en la “ruleta rusa”, una práctica potencialmente mortal, que crece en contextos de desesperanza, violencia y consumo y que consiste en colocar un proyectil en el tambor de un revólver, hacerlo girar hasta que se detenga solo y apretar el gatillo. Con mucha fortuna, si la bala no está, se habrá ganado la prueba. El drama, como se sospecha que acaba de suceder en una precaria casilla en la localidad de Hernández, aparece cuando el plomo queda alojado dentro de la recámara que es impactada por el martillo del arma.

Alan Jorge Castro se llama la víctima, de 33 años, quien fue internada en el hospital San Roque de Gonnet, en estado desesperante. Lucía un orificio en la cabeza.

Fuentes de ese centro médico contaron que “se le colocó un drenaje cerebral para aliviar la presión del sangrado. El proyectil ingresó por la sien y terminó en la base del cráneo”.

El hecho ocurrió en las calles 137 y 511 cuando, de acuerdo al reporte oficial -y en base a lo que mencionó un testigo presencial-, “en circunstancias en que me encontraba en el domicilio de la víctima junto a seis personas, una de ellas una mujer, es que Alan tenía un revólver en la mano y dice `vamos a jugar al juego de la ruleta rusa`. Ahí se la arrimó a la cabeza y gatilló”.

Enseguida, contó la misma fuente, lo cargó en una moto y con ayuda de la joven que estaba con ellos, lo trasladó al citado centro asistencial.

Los voceros del caso indicaron que, con el aviso del nosocomio acerca de lo sucedido, “se comisionó personal policial a la casa, pero el arma no fue encontrada, así como tampoco el resto de los amigos”.

El hombre, se indicó, cuenta con múltiples antecedentes penales por resistencia a la autoridad, infracción a la ley de drogas, encubrimiento, delitos contra la propiedad y tenencia de arma.

Un portavoz explicó que vivía en condiciones de total vulnerabilidad social, sin ocupación fija demostrable.

Ahora se investiga, como se presume, si el hecho fue parte de un macabro juego o si existieron motivaciones autodestructivas detrás del acto.

En el hospital, demás está decirlo, se escucharon todo tipo de comentarios, pero el contexto del evento también abre otros interrogantes, sobre todo por el estado en que podría encontrarse Castro cuando se pegó el balazo.

¿Había tomado alcohol o alguna sustancia estupefaciente? Es una probabilidad, por ahora no confirmada.

Todo fue muy sospechoso, porque quienes en primer término lo dejaron en la guardia del San Roque, se fueron enseguida, aunque al rato regresaron y pudieron ser identificados.

Claro está que por ahí deberá desandarse la pesquisa, con la identificación de todas las personas que participaron de la reunión, para que digan que es lo que vieron.

En la medida en que esos relatos sean coincidentes y, no aparezcan contradicciones, la causa, a cargo de la fiscal Virginia Bravo, no tendría imputaciones.

Obvio que se sigue buscando el arma, que alguien se encargó de que desaparezca.

En la subcomisaría de Hernández ahora se instruyen actuaciones por “averiguación de ilícito y lesiones”.

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