Suplicio de una madre británica por muertes súbitas de sus hijos

Angela Cannings pasó 20 meses en prisión, acusada de haber matado a tres de sus bebés, antes de que un tribunal de apelación dictaminara que todo se trataba de un serio error, la acusación de asesinato, el juicio y su condena a cadena perpetua.

El tribunal decidió que su condena se basaba casi enteramente en una presunción de culpabilidad y no en pruebas sólidas. Cannings perdió tres hijos aparentemente sanos a raíz del síndrome de muerte súbita infantil entre 1989 y 1999.

El fallo del tribunal de apelación, sumado a decisiones similares en otros dos casos semejantes ocurridos el año pasado, es decisivo para los padres que perdieron hijos por muerte súbita y que han sido acusados y condenados por el asesinato de sus hijos en base a opiniones encontradas de testigos.

"Fue una pesadilla," expresó Cannings tras ser liberada de prisión el 10 de diciembre pasado por dictamen de la corte de apelación. La decisión escrita de la corte fue emitida el 19 de enero. Los Cannings tienen otra hija de 8 años a la que Angela no pudo ver a solas durante cuatro años.

A raíz del dictamen de la corte de apelaciones, el procurador general, Lord Goldsmith, anunció una revisión de 258 casos similares al de Cannings. El gobierno también evalúa la posibilidad de revisar los casos de tribunales de familia, donde la prueba es considerablemente menor que en un tribunal penal.


DESCONOCIMIENTO

La Medicina está todavía "en las fronteras del conocimiento" en materia de muerte súbita, expresó uno de los tres jueces de apelación en el dictamen del 19 de enero. De no existir "pruebas contundentes adicionales" estos casos no deberían seguir adelante.

La corte de apelación señaló: "A menos que estemos seguros de la culpabilidad, siempre existe la espantosa posibilidad de que una madre, ya brutalmente dolida por la inexplicable muerte o muertes de sus bebés, pueda encontrarse en prisión perpetua por haberlos matado, cuando no debería estar ahí. En nuestra comunidad, y en cualquier comunidad civilizada, eso es aberrante."

El caso Cannings pone en tela de juicio el testimonio de Sir Roy Meadow, pediatra, quien en 1977 sugirió que algunas madres provocan enfermedades en sus hijos para llamar la atención sobre ellas mismas. Sir Roy, que declaró en innumerables casos de abuso infantil y hoy está retirado, popularizó una teoría- que no era propia- según la cual "una muerte súbita infantil es una tragedia, dos generan sospechas y tres es asesinato, a menos que se pruebe lo contrario.

Grahan Zellick, presidente de la Comisión de Revisión de Casos Penales, árbitro final del proceso de apelación, señaló que este fallo era muy importante en relación a las muertes súbitas infantiles que no tienen una explicación médica obvia ni otras pruebas y que el mismo generaría un cambio en la política de la fiscalía y en la actitud de muchos pediatras.

Cannings, de 40 años, ex empleada de supermercado, tuvo a su primera hija, Gemma, en 1989. Gemma murió a las 13 semanas y los médicos no pudieron explicar por qué. Dos años más tarde nació Jason, que vivió siete semanas.

Jade nació en 1996 y esta vez la pareja se anotó en un programa especial de ayuda para madres. Jade, que hoy tiene 8 años, sufrió un extraño episodio respiratorio siendo bebé y fue internada, pero sobrevivió.

Convencidos de que la mala suerte había quedado atrás, los Cannings decidieron tener otro hijo. Matthew nació en 1999. La pareja no se anotó en el programa de control, pero siguió el procedimiento, que entre otras cosas sugería el uso de una alarma especial que indica si el bebé no está respirando adecuadamente. Matthew tenía problemas gastrointestinales que le impedían dormir boca arriba, como ahora se considera más seguro, por lo que dormía boca abajo.

Un día, cuando Matthew tenía 4 meses, Angela escuchó la alarma. Corrió al dormitorio y lo encontró quieto, con la cara de un color gris violáceo. Llamó a su marido que trabajaba a cinco minutos de la casa y se sentó, bloqueada, hasta que él llegó y llamó a la ambulancia.

Desde el comienzo, cuenta Cannings, la policía y los médicos que la habían tratado tan amablemente en los casos anteriores, la miraron con suspicacia. "Querían sacarme una confesión," añadió.

Le dijeron que o bien podía irse a su casa, pero que a su hija la cuidaría el servicio social, o que podía vivir en otro lugar y ver a Jade bajo supervisión hasta el momento del juicio. Cannings se mudó y empezó a deprimirse. Finalmente fue acusada de asesinato en conexión con las muertes de los dos varones y fue a juicio.

En la corte, los fiscales se basaron en lo que describieron como un esquema de muertes sospechosas y en lo que consideraron una actitud extraña por parte de ella tras la muerte de Matthew.

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