“El enfermo imaginario”: la vigencia de un clásico

ESCENA DE “EL ENFERMO IMAGINARIO”, LA PIEZA DE MOLIÈRE QUE SE ESTÁ REPRESENTANDO EN LA SALA ARMANDO DISCÉPOLO

“El enfermo imaginario”, de Molière, en versión y adaptación de Carlos Moreno. Elenco: Emilio Rupérez, Javier Guereña, Carolina Painceira, Alejandra Bignasco, Fabio Prado González, Oscar Ferreyra, Diego Aroza, Luciano Guglielmino, María Laura Albariño, Marcelo Allegro, Magdalena Salotti. Escenografía: Daniel Feijóo. Vestuario: Alejandra Espector. Iluminación: Gastón Díaz. Musicalización: Carlos Moreno. Asistencia de dirección: Carolina Otero. Producción: Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Puesta en escena y dirección general: Carlos Moreno. Sala Armando Discépolo, calle 12 entre 62 y 63.

Por Irene Bianchi

Molière –seudónimo del comediógrafo y actor francés Jean-Baptiste Poquelin- (1622-1673), es indudablemente el gran maestro de la farsa y la sátira burlesca. De ahí que sus obras no hayan perdido ni un ápice de popularidad y vigencia, y se sigan representando con éxito y gran poder de convocatoria.

Sus pieza más conocidas: “Las Preciosas Ridículas”, “La Escuela de los Maridos”, “La Escuela de las Mujeres”, “Tartufo”, “Don Juan”, “El Misántropo”, “El Médico a Palos”, “El Avaro”, “El Burgués Gentilhombre”, “El Enfermo Imaginario”.

El blanco de sus sátiras es la falsedad de ciertos individuos, que pretenden pasar por respetables. Los advenedizos, los arribistas, los profesionales que despojan a sus incautos clientes sin miramientos. Médicos, abogados, jueces, sacerdotes, todos con un denominador común: el interés espurio, la hipocresía, la avaricia, la ambición desmedida. Molière se mofaba abiertamente de esos “encumbrados” personajes, ridiculizándolos sin piedad, lo cual provocaba la complicidad e hilaridad de su fiel y nutrido público.

En su última obra, “El Enfermo Imaginario”, el adinerado e hipocondríaco “Argán” se empecina en permanecer enfermo, y pone toda su energía en inventarse dolencias varias, a fin de estar siempre rodeado de aduladores que lo consientan, quienes –de paso – se abusan de su riqueza y especulan con su rápida partida al más allá. Tal es su obsesión, que Argán caprichosamente decide que su única hija, “Angélica”, se case con un avanzado estudiante de medicina, cosa de tener un médico a mano de guardia permanente. Afortunadamente, “Antoñita”, la criada justiciera, desbarata este plan siniestro, Argán desenmascara a los farsantes de su entorno, y autoriza el noviazgo de Angélica con Cleanto, su único y verdadero amor.

En la lograda versión de Carlos Moreno que ofrece la Comedia de la Provincia, es justamente la actriz que encarna a Antoñita, Carolina Painceira, quien lleva el bastón de mando de la pieza. Graciosa, chispeante, pícara, ingeniosa, su personaje es un dechado de simpatía y frescura. Esto sin desmerecer todas las otras composiciones: el manipulable y quejoso Argán de Emilio Rupérez; su esposa, la infiel “Belisa” de Alejandra Bignasco; su hermano, el astuto “Beraldo” de Fabio Prado González; su inescrupuloso notario (Marcelo Allegro); la desopilante dupla padre-hijo Diafoirus (Guereña-Ferreyra); el obsesivo “enemólogo” Dr. Purgón (Diego Aroza), y la parejita romántica Angélica-Cleanto (Albariño-Guglielmino).

La bella escenografía de Feijóo, la ajustada iluminación de Gastón Díaz, y el elaborado vestuario de época de Alejandra Espector, engalanan la puesta. Otro aporte que la enriquece es su acertada musicalización.

El ser humano ha evolucionado en muchos sentidos de ayer a hoy, pero –básicamente- sus debilidades y defectos siguen siendo los mismos. De ahí la atemporalidad de clásicos como Shakespeare o Molière. ¡Chapeau!

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