El hombre que revolucionó la cirugía cardiovascular

Creador del stent, un dispositivo que logra salvar millones de vidas en todo el mundo hoy vive y trabaja en Estados Unidos sin olvidar sus orígenes platenses

Cuando a Julio César Palmaz se le pregunta qué consejo le daría a un médico joven, que recién comienza su carrera, responde con una frase tan breve como contundente: “pensar en grande”, dice. Y algo de eso sabe este profesional nacido en La Plata, residente en la actualidad en Estados Unidos y reconocido en todo el mundo como uno de los responsables de revolucionar la cirugía cardiovascular a través del desarrollo de un dispositivo que vino a cambiarlo todo: el stent. Esa malla metálica que evita que las arterias vuelvan a cerrarse después de una angioplastia y que permitió salvar la vida de millones de personas en todo el mundo desde que comenzó a implementarse en la década del ‘80.

Un solo dato alcanza para dar cuenta de la importancia del aporte de Palmaz a la cardiología. Sólo en Estados Unidos, desde 1980 a 2000 la tasa de mortalidad por infarto de miocardio cayó significativamente: sobrevivieron a ese episodio 400 hombres por cada 100.000 y 300 mujeres por cada 100.000 y por año en ese lapso. Y cuando se miran los factores que permitieron esa sobrevida, las técnicas de vascularización -entre las que el uso de stents es una de las más importantes- aparecen como la primera causa.

En la actualidad, un promedio de 2.000.000 de personas por año reciben un stent en todo el mundo. Sólo en la Argentina, se colocan 40 mil dispositivos por año, de acuerdo con las cifras del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).

Es imposible saber cuántas fueron las vidas que este médico platense contribuyó a salvar. Pero su legado, que en 2013 cumplió 25 años, lo convirtió en un nombre insoslayable de la medicina de nuestro tiempo.

Formado en La Plata, donde estudió en el colegio Nacional y la UNLP y trabajó en el Policlínico San Martín y el Hospital Italiano antes de partir hacia Estados Unidos en 1977, Palmaz se ocupó en muchas oportunidades de destacar la importancia de una educación que le permitió dar equivalencias en Estados Unidos “sin prepararse” y a partir de la cual logró hacer una contribución destacada a la cardiología mundial.

Sus primeros pasos en la profesión los dio entusiasmado por “esa revolución que se inició con René Favaloro y la invención del by pass, cuando los médicos lo único que podían hacer frente a un infarto era tomarle la mano al paciente y esperar”.

De chico, cuando todavía transitaba las calles de La Plata, Palmaz todavía no sabía que iba a ser un protagonista central en la evolución de la cirugía cardiovascular.

De chico, cuando todavía transitaba las calles de La Plata, Palmaz todavía no sabía que iba a ser un protagonista central en la evolución de la cirugía cardiovascular

Consultado por este diario oportunamente rememoró sus recuerdos de una infanciauna La Plata más pueblerina, limpia y sin tanto tráfico como el actual. Sus días en el colegio Nacional “donde al egresar creíamos saberlo todo, porque era el mejor colegio de la ciudad” y su paso por la facultad de Medicina donde lo marcaron especialmente “el doctor Mainetti en cirugía y el doctor Manzino, en medicina interna”.

Palmaz era hijo de un colectivero de la línea 508 que quería para él lo mejor, “ a los 9 años me mandaba a estudiar inglés al Instituto Británico, a pesar de mis protestas”.

Después de hacer carrera en Estados Unidos, donde hoy se desempeña en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio, Palmaz volvió en varias ocasiones a la Plata, donde fue declarado ciudadano ilustre.

En 2013 recibió la Mención Especial por Trayectoria de los Premios Konex a la Ciencia y Tecnología.

No contento con haber desarrollado el stent, Palmaz siguió trabajando en años posteriores en mejorar el dispositivo, centrando esas mejoras en la búsqueda de nuevos y mejores materiales.

Mientras tanto, diversificaba sus actividades, a través de la explotación de viñedos de su propiedad en California, al tiempo que daba rienda suelta a una de sus devociones, la de los autos antiguos.

Siempre manteniendo el espíritu de aquel chico platense que si por algo se caracterizaba en el ámbito familiar era por tratar de arreglar todo lo que se rompía y estudiar al punto de convertirse en un alumno brillante.

En 1988 Palmaz logró patentar el stent y así convertirse en el creador de un pequeño tejido de alambre que evitó que ocho de cada diez pacientes coronarios fueran sometidos a riesgosas cirugías a cielo abierto.

Hasta el mismo se vería más tarde beneficiado por esta posibilidad, lo que lo llevó a declarar: “ser paciente de una tecnología que uno mismo ayudó a desarrollar es quizás la última prueba”.

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