La última cena de la Aguada

Anoche, el legendario restaurante de la calle 50 entre 7 y 8 bajó anoche la persiana para siempre. Ahora liquidarán el mobiliario y la vajilla


La Aguada, el legendario restaurante de la calle 50 entre 7 y 8, célebre por sus minutas, bajó anoche la persiana para siempre con su última cena. Mañana volverá a abrir sus puertas pero sólo por unos días y para liquidar el mobiliario, la vajilla y la batería de cocina, todo útil y reliquia a la vez.

Con sus manteles blancos y amarillos, sus hileras de mesas prolijamente dispuestas, su piso embaldosado, el largo hall del local se llenó de comensales que quisieron saludar a los veteranos mozos, esos que cada cliente conoce por su nombre y del que ha aceptado, casi siempre y sin dudarlo, la “sugerencia del día”. También fueron a llevarse consigo, hasta que dure el recuerdo, el sabor de su último plato preferido.

Mucha gente asistió al fin del restaurante. Familias; grupos de amigos; tres, cuatro generaciones de un mismo apellido; todos habitués en algún momento de la vida, de ese local emblemático, fundado en 1938 y que casi no sufrió reformas decorativas en décadas. Entre otros cuadros de la pared uno mostraba la foto de un antiguo dueño, ya fallecido. Sus familiares, ganados por la nostalgia, se sentaron en una mesa, degustaron algunos de los platos reconocidos del lugar, y se abrazaron con los antiguos mozos.

En rigor, la cena con la que concluyera la actividad comercial iba a esta noche, pero el martes pasadas las 20, el hall empezó a colmarse de clientes, se coparon finalmente todas las mesas y los cocineros gastaron en las preparaciones que se sirvieron casi todos los insumos culinarios. 

“Para poder volver a elaborar un menú íbamos a necesitar más tiempo, así que, ayer decidimos poner punto a final al negocio”, explicó Alfredo Almeida, desde hace dos años encargado, pero mozo de La Aguada por más de cuatro décadas.

 

 

Alfredo Almeida
casi
La Aguada

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